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Las quinielas mediáticas que decíamos ayer han sido ganadas por aquellos que dijeron NO al continuismo de ZP

La maleta roja

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El maquillaje del triunfo encubre las realidades pasadas en los momentos de la derrota. Los mismos “verdugos” que hace cuatro años no daban un duro por la cabeza de don Mariano,   sí aquellos que sembraron su camino a la Moncloa de espinas y zancadillas,  hoy buscan desesperados  la sombra de aquel árbol que podaron cuando éste no  florecía. Las circunstancias del hombre,  que tanto defendió Gasset, explican las contradicciones diacrónicas entre amor y desamor hacia los atributos de un mismo ser.

La derrota, por su parte, no entiende de maquillaje. En momentos de fragilidad se alzan las alas del interés material y se abandona desnuda a  la soledad. La erótica del poder atrae hacia el cetro del soberano el adhesivo social que impregna los recovecos del dominio en el arte de gobernar.  El desgaste sistémico de la dialéctica entre opresores y oprimidos termina marchitando las rosas endémicas del poder. Aquellos que tanto te querían y pusieron las esperanzas en ti, huyen como hambrientos en busca de otro pastel. Rubalcaba vivió en soledad la muerte del poder sin el pésame de Zapatero. Las quinielas mediáticas que decíamos ayer han sido ganadas por aquellos que dijeron NO al continuismo de ZP.  Una vez más, la piedra histórica de Joaquín Almunia no fue visualizada en el tropiezo repetido de don Alfredo.

La maleta roja ya está preparada en el vestíbulo de la Moncloa.  Hoy el “zapaterismo” forma parte de los “ismos” de la historia. El discurso histórico analizará las claves de la derrota, así como, los aciertos y equivocaciones en perspectiva comparada con el trato diacrónico de los “ex-presidentes”. José Luis pasará a la historia con el estigma positivo y negativo de todo ex-gobernante. Por una parte será recordado desde la herida del presente como  el presidente de los cinco millones de parados, el líder de las improvisaciones y, sobre todo, el presidente que para mantener a España en el discurso neoliberal de Merkel,  cambió las políticas de izquierda por las recetas europeístas de la derecha.  Ahora bien, el nuevo inquilino de la casa de los “ex” también será recordado como aquel presidente que no le tembló la voz para ordenar el retorno de nuestras tropas en la guerra oscura de Irak. ZP fue el gobernante que materializó legalmente  los derechos sociales de la izquierda y dejó sin discurso a la retórica idílica de IU. 

Ahora con la página pasada de Zapatero, es momento de escribir la historia de Mariano. La pérdida de cuatro millones de votantes del PSOE con respecto a las pasadas elecciones,  pone de relieve la indignación del buena parte de los cinco millones de parados que angustiados por la sequedad de sus bolsillos y con la pérdida de fe en la socialdemocracia, han decidido otorgar el cetro de la frustración a las siglas de la derecha. Ahora solamente queda esperar para que el juicio histórico decida si la nueva maleta  de la Moncloa contiene joyas y collares o, por el contrario, está repleta de trapos y andrajos.

La maleta roja

Las quinielas mediáticas que decíamos ayer han sido ganadas por aquellos que dijeron NO al continuismo de ZP
Abel Ros
martes, 22 de noviembre de 2011, 08:29 h (CET)

El maquillaje del triunfo encubre las realidades pasadas en los momentos de la derrota. Los mismos “verdugos” que hace cuatro años no daban un duro por la cabeza de don Mariano,   sí aquellos que sembraron su camino a la Moncloa de espinas y zancadillas,  hoy buscan desesperados  la sombra de aquel árbol que podaron cuando éste no  florecía. Las circunstancias del hombre,  que tanto defendió Gasset, explican las contradicciones diacrónicas entre amor y desamor hacia los atributos de un mismo ser.

La derrota, por su parte, no entiende de maquillaje. En momentos de fragilidad se alzan las alas del interés material y se abandona desnuda a  la soledad. La erótica del poder atrae hacia el cetro del soberano el adhesivo social que impregna los recovecos del dominio en el arte de gobernar.  El desgaste sistémico de la dialéctica entre opresores y oprimidos termina marchitando las rosas endémicas del poder. Aquellos que tanto te querían y pusieron las esperanzas en ti, huyen como hambrientos en busca de otro pastel. Rubalcaba vivió en soledad la muerte del poder sin el pésame de Zapatero. Las quinielas mediáticas que decíamos ayer han sido ganadas por aquellos que dijeron NO al continuismo de ZP.  Una vez más, la piedra histórica de Joaquín Almunia no fue visualizada en el tropiezo repetido de don Alfredo.

La maleta roja ya está preparada en el vestíbulo de la Moncloa.  Hoy el “zapaterismo” forma parte de los “ismos” de la historia. El discurso histórico analizará las claves de la derrota, así como, los aciertos y equivocaciones en perspectiva comparada con el trato diacrónico de los “ex-presidentes”. José Luis pasará a la historia con el estigma positivo y negativo de todo ex-gobernante. Por una parte será recordado desde la herida del presente como  el presidente de los cinco millones de parados, el líder de las improvisaciones y, sobre todo, el presidente que para mantener a España en el discurso neoliberal de Merkel,  cambió las políticas de izquierda por las recetas europeístas de la derecha.  Ahora bien, el nuevo inquilino de la casa de los “ex” también será recordado como aquel presidente que no le tembló la voz para ordenar el retorno de nuestras tropas en la guerra oscura de Irak. ZP fue el gobernante que materializó legalmente  los derechos sociales de la izquierda y dejó sin discurso a la retórica idílica de IU. 

Ahora con la página pasada de Zapatero, es momento de escribir la historia de Mariano. La pérdida de cuatro millones de votantes del PSOE con respecto a las pasadas elecciones,  pone de relieve la indignación del buena parte de los cinco millones de parados que angustiados por la sequedad de sus bolsillos y con la pérdida de fe en la socialdemocracia, han decidido otorgar el cetro de la frustración a las siglas de la derecha. Ahora solamente queda esperar para que el juicio histórico decida si la nueva maleta  de la Moncloa contiene joyas y collares o, por el contrario, está repleta de trapos y andrajos.

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