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Poco parece importarle a nuestro nacionalismo patrio que España se hunda

Harrisond Ford habla catalán

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Si hay algo que ya no nos sorprende a los ciudadanos –que no súbditos- que vivimos en Cataluña, es su eterna obsesión en vivir en el escaparate del ridículo. La cosa sería de risa si no fuera porque cuando el país se está hundiendo a nuestro alrededor, la Cataluña oficial parece seguir en su burbuja de ficción. Nada nuevo. Llevan haciéndolo desde que hicieron mito a Rafael de Casanovas, ese abogado burgués que jamás luchó por Cataluña, pero al que el nacionalismo se empeña en convertir en héroe. Aunque ya sabemos de la obcecación del nacionalismo de falsear la historia para poder subsistir y para que la casta política parasitaria, sus parentelas varias y sus amigos vivan como marqueses y pastando en el presupuesto público, que decían nuestros abuelos liberales de la Constitución de Cádiz de 1812.

Por supuesto, que no me olvido del resto de las dieciséis taifas y su responsabilidad conjunta en la ruina del gobierno Zapatero. Todo un adefesio que ha llevado consigue  que España pague con creces los años de despilfarro público gracias a proyectos faraónicos, empezando por el catedrático despilfarrador del Reino, Ruiz-Gallardón, que tras arruinar Madrid amenaza con hacer lo mismo como ministro de Rajoy, o los aeropuertos fantasmas de Castellón o Ciudad Real, sin olvidarme del ruinoso de Alguaire. ¿Alguien pagará por todo esto? Ciertamente, tengo mis dudas. 

Así que ante este apocalipsis moderno, poco parece importarle a nuestro nacionalismo patrio que España se hunda. De hecho, se vanaglorian en ir a reventarla por dentro, López Tena dixit. Poco le importa al nacionalismo depredador que Bruselas nos haya exigido un ajuste de 21.000 millones de euros, en parte gracias a su despilfarro y sus boberías-. En el Matrix virtual que han creado, es imprescindible para el sostenimiento de la región –digo nación- doblar el presupuesto para el doblaje en catalán. ¿Pero acaso nos puede sorprender? Los que sufrimos el nacionalismo en nuestras propias carnes, como es el caso de Arcadi Espada, que ha sido despedido de la Universidad Pompeu Fabra, acaso por no dejarse domesticar por el nacionalismo, sabemos que para construir una nación todo esfuerzo no es baladí. Y por eso les resulta poco los 800.000 euros que habían presupuestado para doblar películas al catalán que ahora han decidido doblar la cantidad. ¡Qué entrañable resultará oír la voz de Harrison Ford en la lengua de Pla (y en la mía)! Lástima que los enfermos en lista de espera para ser intervenidos no piensen lo mismo. ¡Qué malos patriotas! Botiflers- dirán. Eso sí que no berreen de dolor, que eso da muy mala imagen y luego no vendrá Scarlett Johansson o Woody Allen a rodar una nueva película e inventarse diálogos sobre estudios en identidad catalana –sabio consejo del troskista de Mediapro, cuyo imperio forma parte de los medios concertados por la Generalitat.

Eso sí. Los ciudadanos les importan muy poco. Reducen un 10% las partidas sociales, mientras la televisión autonómica no para de crecer por ser el instrumento de intoxicación para convertir a los ciudadanos en los nuevos segadors de la patria. Las farmacias están en la ruina y siguen teniendo un récord de facturas sin cobrar llegando a una situación insostenible. Pero aquí no pasa nada. Se crea la alarma de que el Imperio español oprime al catalán y quiere eliminar su lengua de las escuelas y las hordas. El victimismo siempre tiene réditos.  Se cierran 40 centros de salud y el 25% de las camas en los hospitales, pero hay dinero para las entidades y sindicatos que eso sí, aboguen por el pesebrismo. A los críticos no se les financia. Hay que reservar el dinero para pagar embajadas, coches oficiales, subvenciones millonarias a Spanair y a otras entidades afines.

Pero, me temo que nada tiene el atisbo de cambiar. Y lo peor, poco relevante vendrá este domingo. Las cosas no cambiarán electoralmente en Cataluña. Solo que subirá un poco el PP, pero nada notable. Ya sabemos de la hipocondría del mensaje centrista para no ser condenado de ser la caverna. O tal vez entre mimo y mimo Chacón y Rubalcaba ya se habrán dado el pico o lo más probable, se enzarzarán en una guerra de cuchillos. Pero más de lo mismo. Y por supuesto todo seguirá igual en las mentes de los ciudadanos. Porque mientras haya una ciudadanía que prefiera vivir en un cubil antes que en una verdadera democracia, todo seguirá igual. Mientras haya personas que no se revelen contra un gobierno y una ideología como el nacionalismo que prefiere que sus ciudadanos vayan al cine en catalán pero pobre de ellos si caen enfermos, es una sociedad empobrecida cuando no enferma. Cuando una sociedad calla y otorga, cuando una ciudadanía que se llama libre sigue apoyando a los mismos que luego cierran quirófanos -mientras otorgan millonarias subvenciones a sus amigos de ciertas plataformas por la lengua o a selecciones deportivas catalanas-, esa sociedad civil es igual de culpable que su clase política. Por desgracia, al final uno llega a la conclusión- guardando las distancias- y parafraseando a Emma Goldman, que una sociedad tiene todos los delincuentes que se merece. Y en este caso por el beneplácito de su sociedad civil. 

Harrisond Ford habla catalán

Poco parece importarle a nuestro nacionalismo patrio que España se hunda
Javier Montilla
sábado, 19 de noviembre de 2011, 10:39 h (CET)

Si hay algo que ya no nos sorprende a los ciudadanos –que no súbditos- que vivimos en Cataluña, es su eterna obsesión en vivir en el escaparate del ridículo. La cosa sería de risa si no fuera porque cuando el país se está hundiendo a nuestro alrededor, la Cataluña oficial parece seguir en su burbuja de ficción. Nada nuevo. Llevan haciéndolo desde que hicieron mito a Rafael de Casanovas, ese abogado burgués que jamás luchó por Cataluña, pero al que el nacionalismo se empeña en convertir en héroe. Aunque ya sabemos de la obcecación del nacionalismo de falsear la historia para poder subsistir y para que la casta política parasitaria, sus parentelas varias y sus amigos vivan como marqueses y pastando en el presupuesto público, que decían nuestros abuelos liberales de la Constitución de Cádiz de 1812.

Por supuesto, que no me olvido del resto de las dieciséis taifas y su responsabilidad conjunta en la ruina del gobierno Zapatero. Todo un adefesio que ha llevado consigue  que España pague con creces los años de despilfarro público gracias a proyectos faraónicos, empezando por el catedrático despilfarrador del Reino, Ruiz-Gallardón, que tras arruinar Madrid amenaza con hacer lo mismo como ministro de Rajoy, o los aeropuertos fantasmas de Castellón o Ciudad Real, sin olvidarme del ruinoso de Alguaire. ¿Alguien pagará por todo esto? Ciertamente, tengo mis dudas. 

Así que ante este apocalipsis moderno, poco parece importarle a nuestro nacionalismo patrio que España se hunda. De hecho, se vanaglorian en ir a reventarla por dentro, López Tena dixit. Poco le importa al nacionalismo depredador que Bruselas nos haya exigido un ajuste de 21.000 millones de euros, en parte gracias a su despilfarro y sus boberías-. En el Matrix virtual que han creado, es imprescindible para el sostenimiento de la región –digo nación- doblar el presupuesto para el doblaje en catalán. ¿Pero acaso nos puede sorprender? Los que sufrimos el nacionalismo en nuestras propias carnes, como es el caso de Arcadi Espada, que ha sido despedido de la Universidad Pompeu Fabra, acaso por no dejarse domesticar por el nacionalismo, sabemos que para construir una nación todo esfuerzo no es baladí. Y por eso les resulta poco los 800.000 euros que habían presupuestado para doblar películas al catalán que ahora han decidido doblar la cantidad. ¡Qué entrañable resultará oír la voz de Harrison Ford en la lengua de Pla (y en la mía)! Lástima que los enfermos en lista de espera para ser intervenidos no piensen lo mismo. ¡Qué malos patriotas! Botiflers- dirán. Eso sí que no berreen de dolor, que eso da muy mala imagen y luego no vendrá Scarlett Johansson o Woody Allen a rodar una nueva película e inventarse diálogos sobre estudios en identidad catalana –sabio consejo del troskista de Mediapro, cuyo imperio forma parte de los medios concertados por la Generalitat.

Eso sí. Los ciudadanos les importan muy poco. Reducen un 10% las partidas sociales, mientras la televisión autonómica no para de crecer por ser el instrumento de intoxicación para convertir a los ciudadanos en los nuevos segadors de la patria. Las farmacias están en la ruina y siguen teniendo un récord de facturas sin cobrar llegando a una situación insostenible. Pero aquí no pasa nada. Se crea la alarma de que el Imperio español oprime al catalán y quiere eliminar su lengua de las escuelas y las hordas. El victimismo siempre tiene réditos.  Se cierran 40 centros de salud y el 25% de las camas en los hospitales, pero hay dinero para las entidades y sindicatos que eso sí, aboguen por el pesebrismo. A los críticos no se les financia. Hay que reservar el dinero para pagar embajadas, coches oficiales, subvenciones millonarias a Spanair y a otras entidades afines.

Pero, me temo que nada tiene el atisbo de cambiar. Y lo peor, poco relevante vendrá este domingo. Las cosas no cambiarán electoralmente en Cataluña. Solo que subirá un poco el PP, pero nada notable. Ya sabemos de la hipocondría del mensaje centrista para no ser condenado de ser la caverna. O tal vez entre mimo y mimo Chacón y Rubalcaba ya se habrán dado el pico o lo más probable, se enzarzarán en una guerra de cuchillos. Pero más de lo mismo. Y por supuesto todo seguirá igual en las mentes de los ciudadanos. Porque mientras haya una ciudadanía que prefiera vivir en un cubil antes que en una verdadera democracia, todo seguirá igual. Mientras haya personas que no se revelen contra un gobierno y una ideología como el nacionalismo que prefiere que sus ciudadanos vayan al cine en catalán pero pobre de ellos si caen enfermos, es una sociedad empobrecida cuando no enferma. Cuando una sociedad calla y otorga, cuando una ciudadanía que se llama libre sigue apoyando a los mismos que luego cierran quirófanos -mientras otorgan millonarias subvenciones a sus amigos de ciertas plataformas por la lengua o a selecciones deportivas catalanas-, esa sociedad civil es igual de culpable que su clase política. Por desgracia, al final uno llega a la conclusión- guardando las distancias- y parafraseando a Emma Goldman, que una sociedad tiene todos los delincuentes que se merece. Y en este caso por el beneplácito de su sociedad civil. 

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