Si hay algo que detesto es el calor de Hispania, ni me lo nombres. Recién duchada, ya
estoy sudando otra vez. Y cada vez vienen más olas de calor insoportable, aunque no es por el
cambio climático, que lo ha dicho Donald y es el presidente del mundo.
Tengo metido en el chichi que los países más frescos, por el clima, son también más
industriosos y ricos, el norte de Europa y América. Y los países más tórridos serán siempre
más pobres y atrasados. Así que el sur de Hispania siempre será África.
Ojalá hubiera nacido en un país con menos calor, menos sol, menos luz, menos sequía,
menos fiestas siempre, menos obras absurdas y menos bulla en la calle. O sea, con menos
paro, menos pobreza, menos crisis siempre, con menos corrupción y despilfarros.
─Pues vete a vivir a Londres ─me dice mi amigo Ignacio, el gay.
─Y una mierda ─le digo─. Que me hubieran parido en otro sitio.
Ojalá viniera una tormenta tremenda e interminable que oscureciera el cielo con lluvia,
truenos, rayos y relámpagos, como el Gran Diluvio Universal. Entonces me vestiría de negro,
me maquillaría oscuro a lo gótica y Siniestra, como tanto me gusta. Saldría al balcón con los
brazos abiertos y por fin reiría a carcajadas felices durante horas.