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Don Cambio de Tema

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WASHINGTON -- Mitt Romney, bendecido con una serie de rivales autodestructivos, sigue teniendo que encontrar una forma mejor de abordar su trayectoria de cambios bruscos de opinión. Su actual razonamiento se reduce a plantear al votante: "¿A quién va a creer, a mí o a lo que escucha?" Esto no va a funcionar.

Romney realizaba la alucinante declaración a una junta editorial de New Hampshire de que su problema no es el cambio brusco de opinión -- es no ser lo bastante artificial. "He sido todo lo consistente que pueden ser los seres humanos", insistía el ex gobernador de Massachusetts. "No puedo elaborar cada cuestión por separado con las mismas palabras cada vez, y por eso hay quien, evidentemente, por motivos políticos y objetivos de campaña, intenta y encuentra algún cambio y concentra gran atención en algo que parece un cambio siendo en realidad totalmente consistente".

Presionado durante el debate del miércoles en la CNBC, Romney reiteraba su argumento de la consistencia -- rematado en esta ocasión con una oda a su longevo matrimonio y un ataque al Presidente Obama.

"Me parece que la gente entiende que soy un caballero de firmeza y constancia", decía. "No me parece que vaya usted a encontrar a alguien que tenga esos rasgos más marcados que yo. Llevo casado con la misma mujer… 42 años. Asisto a la misma iglesia durante mi vida entera. Trabajé en una empresa, Bain, durante 25 años… Me parece escandaloso que la campaña Obama siga imponiendo esta idea, cuando tenemos en la administración Obama a la presidencia más política que hemos visto en la historia reciente... Deje que le diga esto, si soy presidente de los Estados Unidos, seré fiel a mi familia, a mi confesión y a nuestro país, y nunca me disculparé por los Estados Unidos de América".

En los tribunales, esta respuesta no tendría ninguna validez. La capacidad de Romney de llevar casado más tiempo que, pongamos, Newt Gingrich, o de conservar un empleo no es el motivo del encuentro. La cuestión, y es una cuestión legítima para cualquiera que haya pasado la menor cantidad de tiempo examinando la trayectoria de Romney, es si cambia o no de postura ideológica en función del viento político que sopla. La fidelidad marital o la religión hablan del carácter del candidato, pero no abordan la cuestión del cambio brusco. Tampoco lo hace una puñalada, justificada o no, a la oposición.

"Nunca me disculparé por los Estados Unidos de América" no responde a la pregunta: ¿Por qué cambió usted de postura a tenor del aborto, del control de armas, de los derechos de los homosexuales, del cambio climático, de la inmigración -- hasta de Ronald Reagan?

Si yo fuera una votante Republicana legítimamente preocupada por los derroteros de Romney, me sentiría insultada por esta tentativa de cambiar de tema.

A lo mejor, teniendo en cuenta la debilidad de los candidatos rivales, Romney todavía puede esquivar la cuestión. Tras el patinazo del miércoles, el Gobernador de Texas Rick Perry está prácticamente acabado. El votante no quiere ver a Don Metepatas -- ni a Don Mareado en New Hampshire -- negociando con un líder extranjero.

El ex presidente de Godfather's Pizza Herman Cain está a una coma de corroboración de derrumbarse. Incluso si no saliera a la luz nada más que confirmara el contenido de las acusaciones de acoso sexual en su contra -- y dos acuerdos económicos y una acusación en directo parecen demasiado para ser ingenuos -- su gestión de la campaña carente de mano izquierda prácticamente le descalifica.

En cuanto a la noción de que el ex presidente de la Cámara Newt Gingrich puede prosperar como el candidato anti-Romney -- es difícil imaginar. La estrategia de Gingrich consistente en atacar a los medios a la primera de cambio no le hará llegar muy lejos ni siquiera entre los votantes de las primarias Republicanos. Hace que Romney parezca el tipo con el que no quieres salir.

Pero el fracaso de Romney a la hora de triunfar en las encuestas al tiempo incluso que sus rivales hacen aguas sugiere que la cuestión del cambio brusco de opinión no se va a evaporar. Este problema no tiene solución mágica. No se puede pronunciar un discurso acerca de los cambios de opinión. Pero refutar los cambios de opinión no va a funcionar -- sobre todo cuando es tan fácil tirar de hemeroteca.

De hecho, Romney ha llegado a cambiar de opinión hablando de cambiar bruscamente de opinión. En New Hampshire, Romney señaló los derechos de los homosexuales como "uno de esos terrenos en los que vengo siendo totalmente consistente", contrario a la discriminación laboral pero también al matrimonio homosexual. Pero al participar hace cuatro años en el programa de la NBC "Meet the Press", Romney reconocía cambiar su opinión acerca de que el código federal deba prohibir la discriminación por motivos de orientación sexual; en una ocasión apoyó la protección federal diciendo luego que sería cuestión de los estados.

"Si busca usted a alguien que no haya cambiado nunca de postura a tenor de ninguna legislación, entonces yo soy su nombre", decía Romney por entonces.

Menos, por supuesto, cuando cambia de opinión.

Don Cambio de Tema

Ruth Marcus
sábado, 12 de noviembre de 2011, 11:51 h (CET)
WASHINGTON -- Mitt Romney, bendecido con una serie de rivales autodestructivos, sigue teniendo que encontrar una forma mejor de abordar su trayectoria de cambios bruscos de opinión. Su actual razonamiento se reduce a plantear al votante: "¿A quién va a creer, a mí o a lo que escucha?" Esto no va a funcionar.

Romney realizaba la alucinante declaración a una junta editorial de New Hampshire de que su problema no es el cambio brusco de opinión -- es no ser lo bastante artificial. "He sido todo lo consistente que pueden ser los seres humanos", insistía el ex gobernador de Massachusetts. "No puedo elaborar cada cuestión por separado con las mismas palabras cada vez, y por eso hay quien, evidentemente, por motivos políticos y objetivos de campaña, intenta y encuentra algún cambio y concentra gran atención en algo que parece un cambio siendo en realidad totalmente consistente".

Presionado durante el debate del miércoles en la CNBC, Romney reiteraba su argumento de la consistencia -- rematado en esta ocasión con una oda a su longevo matrimonio y un ataque al Presidente Obama.

"Me parece que la gente entiende que soy un caballero de firmeza y constancia", decía. "No me parece que vaya usted a encontrar a alguien que tenga esos rasgos más marcados que yo. Llevo casado con la misma mujer… 42 años. Asisto a la misma iglesia durante mi vida entera. Trabajé en una empresa, Bain, durante 25 años… Me parece escandaloso que la campaña Obama siga imponiendo esta idea, cuando tenemos en la administración Obama a la presidencia más política que hemos visto en la historia reciente... Deje que le diga esto, si soy presidente de los Estados Unidos, seré fiel a mi familia, a mi confesión y a nuestro país, y nunca me disculparé por los Estados Unidos de América".

En los tribunales, esta respuesta no tendría ninguna validez. La capacidad de Romney de llevar casado más tiempo que, pongamos, Newt Gingrich, o de conservar un empleo no es el motivo del encuentro. La cuestión, y es una cuestión legítima para cualquiera que haya pasado la menor cantidad de tiempo examinando la trayectoria de Romney, es si cambia o no de postura ideológica en función del viento político que sopla. La fidelidad marital o la religión hablan del carácter del candidato, pero no abordan la cuestión del cambio brusco. Tampoco lo hace una puñalada, justificada o no, a la oposición.

"Nunca me disculparé por los Estados Unidos de América" no responde a la pregunta: ¿Por qué cambió usted de postura a tenor del aborto, del control de armas, de los derechos de los homosexuales, del cambio climático, de la inmigración -- hasta de Ronald Reagan?

Si yo fuera una votante Republicana legítimamente preocupada por los derroteros de Romney, me sentiría insultada por esta tentativa de cambiar de tema.

A lo mejor, teniendo en cuenta la debilidad de los candidatos rivales, Romney todavía puede esquivar la cuestión. Tras el patinazo del miércoles, el Gobernador de Texas Rick Perry está prácticamente acabado. El votante no quiere ver a Don Metepatas -- ni a Don Mareado en New Hampshire -- negociando con un líder extranjero.

El ex presidente de Godfather's Pizza Herman Cain está a una coma de corroboración de derrumbarse. Incluso si no saliera a la luz nada más que confirmara el contenido de las acusaciones de acoso sexual en su contra -- y dos acuerdos económicos y una acusación en directo parecen demasiado para ser ingenuos -- su gestión de la campaña carente de mano izquierda prácticamente le descalifica.

En cuanto a la noción de que el ex presidente de la Cámara Newt Gingrich puede prosperar como el candidato anti-Romney -- es difícil imaginar. La estrategia de Gingrich consistente en atacar a los medios a la primera de cambio no le hará llegar muy lejos ni siquiera entre los votantes de las primarias Republicanos. Hace que Romney parezca el tipo con el que no quieres salir.

Pero el fracaso de Romney a la hora de triunfar en las encuestas al tiempo incluso que sus rivales hacen aguas sugiere que la cuestión del cambio brusco de opinión no se va a evaporar. Este problema no tiene solución mágica. No se puede pronunciar un discurso acerca de los cambios de opinión. Pero refutar los cambios de opinión no va a funcionar -- sobre todo cuando es tan fácil tirar de hemeroteca.

De hecho, Romney ha llegado a cambiar de opinión hablando de cambiar bruscamente de opinión. En New Hampshire, Romney señaló los derechos de los homosexuales como "uno de esos terrenos en los que vengo siendo totalmente consistente", contrario a la discriminación laboral pero también al matrimonio homosexual. Pero al participar hace cuatro años en el programa de la NBC "Meet the Press", Romney reconocía cambiar su opinión acerca de que el código federal deba prohibir la discriminación por motivos de orientación sexual; en una ocasión apoyó la protección federal diciendo luego que sería cuestión de los estados.

"Si busca usted a alguien que no haya cambiado nunca de postura a tenor de ninguna legislación, entonces yo soy su nombre", decía Romney por entonces.

Menos, por supuesto, cuando cambia de opinión.

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