El candidato socialista fue el gran cómplice de Mariano Rajoy para que éste se erigiera no sólo como vencedor del debate, sino para que se presentara ante los españoles como el próximo presidente del Gobierno. Rubalcaba, durante las 2 horas, dio prioridad en sus intervenciones a interrogar a Rajoy sobre lo que hará cuando llegue a la Moncloa, actitud con la que prácticamente renunciaba a sus aspiraciones de triunfar el 20N y con la que proclamaba la victoria de su contrario. Lo cierto es que Rubalcaba tenía muy complicado conseguir su objetivo con el bagaje que arrastra derivado de la nefasta gestión del Gobierno de Zapatero, en el que él ha sido un miembro destacado.
Rajoy acertó en centrar sus argumentos en la necesidad de recuperar la economía como solución a los graves problemas de España actuales en materia de crecimiento, de empleo, deuda, déficit, etcétera. Explicó claramente que con la creación de empleo aumenta el consumo, se desarrolla la actividad económica y crecen, a través del mayor número de cotizantes las aportaciones impositivas y los recursos para garantizar la sanidad, la educación, la dependencia y los servicios sociales. En ese sentido, explicó muy didácticamente que el mantenimiento y la mejora del estado del bienestar depende muy directamente de la evolución positiva de la economía. Y evidentemente nadie discute el fracaso socialista de los últimos años. El líder popular, además, evitó con éxito caer en las trampas que continuamente le tendió su oponente para originar una imagen de bronca y rifi-rafe. Con ese dominio del discurso pronto apareció en Twitter el hashtag "#Rajoygana", que durante todo el debate fue Trending Topic a nivel mundial.
Esteban González Pons, inmortalizó con una fotografía el momento en el que Rajoy calibró su silla y la lanzó en las redes sociales con un mensaje: «Rajoy ve por primera vez el escenario. Se siente cómodo. Y muy seguro». Y así fue, Rubalcaba comenzó mucho mejor que terminó. Durante el transcurso del debate se fue desinflando ante las razones incuestionables presentadas por Rajoy, quien efectivamente se sintió seguro y cómodo y no le permitió el recurso de la insidia y la mentira. En lo que sí se mostró mejor el candidato socialista fue tanto en la presentación como en la despedida. Alfredo P. no recurrió a la lectura de papel, y que lo hiciera Mariano Rajoy resulta extraño por su experiencia y condición de opositor en su carrera profesional.
Los valencianos tuvieron mención especial que para muchos rozó la ofensa, y es que tiene narices que Rubalcaba se acuerde de la Comunidad Valenciana para imputar deficiencias a la sanidad cuando ha pertenecido a un Gobierno que ha negado injustamente los recursos al no reconocer un millón de habitantes de los cinco que residen en esta región. Eso sí, no dijo que la Comunidad Valenciana junto con Cataluña son las peor financiadas por habitante desde el Gobierno central socialista, su Gobierno. Ahí queda.