La incorporación de jóvenes a la vida política y a los partidos es quizá, si no el mejor, uno de los más idóneos métodos para una mejor conexión con la sociedad real. Sin embargo, ¿conocen lo suficiente los ciudadanos a jóvenes promesas como Albert Rivera, presidente de Ciutadans, o a Pablo Casado, número dos del Partido Popular en las listas por Ávila al Congreso de los Diputados?
Albert Rivera, Pablo Casado o incluso Alberto Garzón, candidato de IU al Congreso por Málaga, son jóvenes políticos que piensan por sí mismos, que no renuncian a sus ideas y principios, y que transmiten credibilidad y confianza. Muy distintos cada uno de ellos y con los que compartiremos más o menos, pero no podemos negar que despiertan entusiasmo entre muchos jóvenes porque creen en lo que dicen, porque trasladan sus opiniones y convicciones sin complejos, porque tienen ganas de cambiar las cosas y porque su discurso es muy superior al de la mayoría de políticos que vemos a diario en los medios o en los parlamentos autonómicos o nacional.
Albert Rivera, tal vez sea el mejor ejemplo de mi duda sobre si en ocasiones se desaprovechan talentos. Probablemente en el paisanaje político brilla con luz propia, entre otras cosas por su potencia mediática, no obstante le falla el apoyo de una estructura política. Con ideas similares a las del grupo Unión, Progreso y Democracia especialmente contra el nacionalismo la ex eurodiputada socialista, Rosa Díez, rechazó la propuesta de Rivera de concurrir juntos a las elecciones porque quiere consolidar su marca UPyD, más bien diría yo "la marca Rosa Díez", quien no soportaría perder protagonismo o dejar de ser el centro de atención de la actividad en una coalición.
Estamos hartos de ver cómo en los partidos abundan jóvenes sin ideología que tan sólo ansían poder, capaces de cualquier cosa y que además llegan a ocupar altos cargos. Es evidente que hay un relevo generacional en la clase política, pero ello no puede constituir una razón en sí misma. Por eso, de entre tanto apadrinado, los dirigentes políticos deben ser capaces de distinguir la excelencia y de percibir jóvenes preparados, con criterio y comprometidos, como lo son Pablo Casado, Albert Rivera o Alberto Garzón. Unos más aprovechados que otros.