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Es necesario practicar una cirugía a fondo

STOP, la unidad de la patria está en juego

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A medida que van pasando los días los augurios de este modesto cronista se van haciendo realidad. Hubo unos tiempos en los que ya avanzábamos la posibilidad de que este problema catalán tenía todos los visos de acabar de la peor manera, hasta el punto de que, el Estado español pudiera llegar a verse precisado a recurrir al Art.º 8º de la Constitución, una referencia que, por entonces, ningún periódico, TV, tertulia de radio o comentarista político se hubiera atrevido a mencionar, en el bien entendido de que era imposible imaginar que, en ningún caso, el problema catalán pudiera llegar a comportar la necesidad utilizar semejante recurso. Se ponía en cuarentena, incluso, que fuera necesaria la aplicación del Art.º 155 de la Constitución, hablándose de una simple intervención descafeinada de la autonomía, reducida a la ocupación de algunas consellerías por funcionarios enviados por el Gobierno central. Se pensaba que, con ello, se tendría suficiente para aplacar los ánimos exaltados de los separatistas, que entrarían en razón con algunos simples toques de autoridad.

Hoy, cualquier periódico que ustedes cojan, cualquier emisora de radio que quieran escuchar o incluso cadena de TV a la que quieran recurrir, les hará referencia, con mayor o menor claridad, a la posibilidad de que la situación en Cataluña, con 500 ayuntamientos rebeldes que han anunciado despreciar la Ley de leyes y se han ofrecido a prestar locales para la celebración de este referéndum, ilegal a todas luces y que, los separatistas catalanes, impulsados por la CUP, están decididos a celebrar su referéndum, pese a que todos saben que ello significa enfrentarse al Estado de Derecho y que, de una forma u otra, van a tener que enfrentarse a la reacción del Gobierno español, aunque fuere, en último extremo, utilizando las fuerzas armadas, como último recurso para poner paz en la autonomía catalana.

Si ya en las Baleares se están dando muestras, por parte de algunos catalanistas convencidos, actualmente al frente del gobierno de las islas, de pretender añadirse al independentismo catalán y, en el País Vasco, el señor Urkullu se mantiene expectante empujando al Gobierno a abrir los caminos para encontrar una solución política a lo que ellos denominan el problema de los vascos; de modo que, desde otro ángulo de vista más inteligente, pero con la misma finalidad, buscan el mismo resultado que los separatistas catalanes. Últimamente, también en Aragón ya están apareciendo grupos que se están añadiendo al intento de descuartizar la nación española, reclamando para sí la extensión de la catalanidad para su propia autonomía.

El cáncer existe y sólo es cuestión de tiempo, si no se practica una cirugía a fondo y se extirpa radicalmente esta metástasis, que llegue un momento en el que será imposible impedir que todo el país caiga en manos de quienes buscan convertirlo en una serie de pequeños cantones, inermes ante las grandes naciones, incapaces de subsistir por si mismos y enfrentados a aquellos que los rodeen, sin posibilidad alguna de sobrevivir y condenados, tarde o temprano, a caer bajo la órbita de otras naciones o bien a acabar convertidos en una federación bajo la dirección de un gobierno comunista que, en definitiva, son los que vienen maquinando para conseguirlo.

Es obvio que, si se hubiera actuado en otro momento, si no se hubiera contemporizado tanto y se hubiera tratado con más inteligencia el tema de la información, se hubieran contrarrestado las informaciones sesgadas de los nacionalistas, se hubiera controlado la enseñanza manipulada que se les han dado a los niños en las escuelas catalanas, se hubieran explicado a través de los medios de comunicación, las consecuencias que para Cataluña le reportaría el separarse del resto de España y no se les hubiera permitido a los políticos catalanes que incumplieran las leyes, atacaran el castellano como si se tratara de un enemigo a batir y dejaran de cumplir las sentencias de los tribunales que les obligaban a rectificar sus trasgresiones de la normativa vigente; es evidente que, en estos momentos, el problema no hubiera alcanzado las dimensiones que ha conseguido adquirir.

Cuando la señora Cospedal, ministra de Defensa, en un acto castrense celebrado en el patio del Ministerio, el martes pasado, ha tenido que recordar “por tierra, mar y aire, las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil ( los dos cuerpos militarizados del Estado) se encuentran donde se haya que proteger los valores de la democracia y de la Constitución, pero también la integridad y la soberanía de España”; no creemos que se haya debido a la casualidad, más bien a que ha sido un toque de atención, un aviso y un recordatorio a los separatistas catalanes, recordándoles que, por encima de todo, en esta nación todavía nos queda un Ejército, poco numeroso, pero bien entrenado que, en un momento dado, puede acabar poniendo las cosas en su sitio, si es que algunos decidieran pretender convertir Cataluña en un polvorín, intentando utilizar la desobediencia civil, el caos en las calles o la insurrección en contra de las autoridades legítimas de la nación española.

Es importante recordar la forma canallesca con la que, en esta autonomía catalana, se ha tratado a las FF. AA por las autoridades civiles y por los políticos. La alcaldesa Colau, en un stand del Ejército en una feria de la juventud, recriminó a los oficiales que estaban al frente de aquella oficina, diciéndoles que no eran bien recibidos en aquel lugar. Se da la circunstancia de que, los aviones del Ejército tampoco pueden sobrevolar Barcelona, porque los consideran una provocación, ni los transportes de tropas pueden circular por sus calles; todo ello como si, en realidad, Cataluña estuviera vedada el resto de España y que los soldados españoles no tuvieran derecho, como en el resto del país, a transitar libremente por todo el país.

Deseamos que el sentido común acabe imponiéndose, esperamos que en el último momento la sensatez haga reflexionar a quienes están desafiando, con sus amenazas de secesión, al resto de los españoles y que desistan de sus proyectos, en bien de todos los ciudadanos que residimos en esta autonomía. Pedimos al Gobierno de la nación que sepa actuar con la debida energía para evitar que quienes buscan enfrentarnos los unos con los otros, lo consigan. No obstante, hay algo que debería estar por encima de cualquier otra consideración y es que, bajo ninguna excusa, sea lo que sea que deba hacer el Gobierno, en modo alguno se permita que quienes han puesto en esta situación a nuestra patria, quienes han intentado imponernos sus leyes y privarnos de nuestra nacionalidad de españoles, saquen el más mínimo beneficio de esta intentona de golpe de Estado, de modo que nunca se pudieran ufanar de haber sido capaces de doblegar a los españoles.

Hace unos años esta nación vivía pacíficamente, la gente tenía trabajo y los pequeños problemas que surgían en la convivencia de los ciudadanos se solucionaban pacíficamente y sin mayores problemas. Vino la crisis y parece como, si las tripas de nuestro país se revolvieran en un inmenso retortijón, todo empezó a fallar, se acabó el trabajo, quebraron las empresas, la construcción cayó en picado y vino el hundimiento de la economía y los años de recortes, rebajas de salarios, despidos, problemas de financiamiento, caída de las bolsas, aumento del déficit público, el paro incontrolable y el desplome de la moral de los españoles. Cuando hemos conseguido, con un gran esfuerzo colectivo, empezar a superar aquella época de problemas y amarguras, cuando empezaban a despuntar los primeros signos de optimismo y la maquinaria de la industria y el comercio iniciaba su despertar con los primeros signos de recuperación, España se ha visto enfrentada a otro desafío: la aparición de los comunistas bolivarianos, representados por Podemos y sus activistas, herederos del 15M y los nacionalistas catalanes. Ambos grupos han intentado aprovechar el momento en el que se empezaba a despejar el horizonte económico de España, para intentar sembrar la discordia y sacar tajada del descontento de quienes todavía no han tenido tiempo de aprovecharse de la mejora. Si hubieran esperado más ya les hubiera resultado más difícil porque, como se está comprobando, cada día mejoran las cosas, hay más trabajo, disminuye el desempleo, aumentan los contratos indefinidos, a pesar de que los sindicatos lo niegan y estamos entrando en una nueva era en la que, a pesar de los malos augurios de aquellos que desean que todo vaya mal para sacar provecho del descontento de la gente, el país está entrando, con fuerza, en otra época en la que se van percibiendo los primeros síntomas de una prosperidad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que, si el Gobierno se mantiene firme, si se agostan estos intentos revolucionarios de algunos catalanes y se pacifica la nación, es muy posible que ella sola, sin necesidad de la ayuda de los políticos ni de que los comunistas echen a perder todo aquello que ya conseguimos sin su ayuda, tendremos la oportunidad de recuperar, al menos una buena parte, de aquellos años de bonanza de los que la crisis nos privó.

STOP, la unidad de la patria está en juego

Es necesario practicar una cirugía a fondo
Miguel Massanet
jueves, 6 de julio de 2017, 01:19 h (CET)
A medida que van pasando los días los augurios de este modesto cronista se van haciendo realidad. Hubo unos tiempos en los que ya avanzábamos la posibilidad de que este problema catalán tenía todos los visos de acabar de la peor manera, hasta el punto de que, el Estado español pudiera llegar a verse precisado a recurrir al Art.º 8º de la Constitución, una referencia que, por entonces, ningún periódico, TV, tertulia de radio o comentarista político se hubiera atrevido a mencionar, en el bien entendido de que era imposible imaginar que, en ningún caso, el problema catalán pudiera llegar a comportar la necesidad utilizar semejante recurso. Se ponía en cuarentena, incluso, que fuera necesaria la aplicación del Art.º 155 de la Constitución, hablándose de una simple intervención descafeinada de la autonomía, reducida a la ocupación de algunas consellerías por funcionarios enviados por el Gobierno central. Se pensaba que, con ello, se tendría suficiente para aplacar los ánimos exaltados de los separatistas, que entrarían en razón con algunos simples toques de autoridad.

Hoy, cualquier periódico que ustedes cojan, cualquier emisora de radio que quieran escuchar o incluso cadena de TV a la que quieran recurrir, les hará referencia, con mayor o menor claridad, a la posibilidad de que la situación en Cataluña, con 500 ayuntamientos rebeldes que han anunciado despreciar la Ley de leyes y se han ofrecido a prestar locales para la celebración de este referéndum, ilegal a todas luces y que, los separatistas catalanes, impulsados por la CUP, están decididos a celebrar su referéndum, pese a que todos saben que ello significa enfrentarse al Estado de Derecho y que, de una forma u otra, van a tener que enfrentarse a la reacción del Gobierno español, aunque fuere, en último extremo, utilizando las fuerzas armadas, como último recurso para poner paz en la autonomía catalana.

Si ya en las Baleares se están dando muestras, por parte de algunos catalanistas convencidos, actualmente al frente del gobierno de las islas, de pretender añadirse al independentismo catalán y, en el País Vasco, el señor Urkullu se mantiene expectante empujando al Gobierno a abrir los caminos para encontrar una solución política a lo que ellos denominan el problema de los vascos; de modo que, desde otro ángulo de vista más inteligente, pero con la misma finalidad, buscan el mismo resultado que los separatistas catalanes. Últimamente, también en Aragón ya están apareciendo grupos que se están añadiendo al intento de descuartizar la nación española, reclamando para sí la extensión de la catalanidad para su propia autonomía.

El cáncer existe y sólo es cuestión de tiempo, si no se practica una cirugía a fondo y se extirpa radicalmente esta metástasis, que llegue un momento en el que será imposible impedir que todo el país caiga en manos de quienes buscan convertirlo en una serie de pequeños cantones, inermes ante las grandes naciones, incapaces de subsistir por si mismos y enfrentados a aquellos que los rodeen, sin posibilidad alguna de sobrevivir y condenados, tarde o temprano, a caer bajo la órbita de otras naciones o bien a acabar convertidos en una federación bajo la dirección de un gobierno comunista que, en definitiva, son los que vienen maquinando para conseguirlo.

Es obvio que, si se hubiera actuado en otro momento, si no se hubiera contemporizado tanto y se hubiera tratado con más inteligencia el tema de la información, se hubieran contrarrestado las informaciones sesgadas de los nacionalistas, se hubiera controlado la enseñanza manipulada que se les han dado a los niños en las escuelas catalanas, se hubieran explicado a través de los medios de comunicación, las consecuencias que para Cataluña le reportaría el separarse del resto de España y no se les hubiera permitido a los políticos catalanes que incumplieran las leyes, atacaran el castellano como si se tratara de un enemigo a batir y dejaran de cumplir las sentencias de los tribunales que les obligaban a rectificar sus trasgresiones de la normativa vigente; es evidente que, en estos momentos, el problema no hubiera alcanzado las dimensiones que ha conseguido adquirir.

Cuando la señora Cospedal, ministra de Defensa, en un acto castrense celebrado en el patio del Ministerio, el martes pasado, ha tenido que recordar “por tierra, mar y aire, las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil ( los dos cuerpos militarizados del Estado) se encuentran donde se haya que proteger los valores de la democracia y de la Constitución, pero también la integridad y la soberanía de España”; no creemos que se haya debido a la casualidad, más bien a que ha sido un toque de atención, un aviso y un recordatorio a los separatistas catalanes, recordándoles que, por encima de todo, en esta nación todavía nos queda un Ejército, poco numeroso, pero bien entrenado que, en un momento dado, puede acabar poniendo las cosas en su sitio, si es que algunos decidieran pretender convertir Cataluña en un polvorín, intentando utilizar la desobediencia civil, el caos en las calles o la insurrección en contra de las autoridades legítimas de la nación española.

Es importante recordar la forma canallesca con la que, en esta autonomía catalana, se ha tratado a las FF. AA por las autoridades civiles y por los políticos. La alcaldesa Colau, en un stand del Ejército en una feria de la juventud, recriminó a los oficiales que estaban al frente de aquella oficina, diciéndoles que no eran bien recibidos en aquel lugar. Se da la circunstancia de que, los aviones del Ejército tampoco pueden sobrevolar Barcelona, porque los consideran una provocación, ni los transportes de tropas pueden circular por sus calles; todo ello como si, en realidad, Cataluña estuviera vedada el resto de España y que los soldados españoles no tuvieran derecho, como en el resto del país, a transitar libremente por todo el país.

Deseamos que el sentido común acabe imponiéndose, esperamos que en el último momento la sensatez haga reflexionar a quienes están desafiando, con sus amenazas de secesión, al resto de los españoles y que desistan de sus proyectos, en bien de todos los ciudadanos que residimos en esta autonomía. Pedimos al Gobierno de la nación que sepa actuar con la debida energía para evitar que quienes buscan enfrentarnos los unos con los otros, lo consigan. No obstante, hay algo que debería estar por encima de cualquier otra consideración y es que, bajo ninguna excusa, sea lo que sea que deba hacer el Gobierno, en modo alguno se permita que quienes han puesto en esta situación a nuestra patria, quienes han intentado imponernos sus leyes y privarnos de nuestra nacionalidad de españoles, saquen el más mínimo beneficio de esta intentona de golpe de Estado, de modo que nunca se pudieran ufanar de haber sido capaces de doblegar a los españoles.

Hace unos años esta nación vivía pacíficamente, la gente tenía trabajo y los pequeños problemas que surgían en la convivencia de los ciudadanos se solucionaban pacíficamente y sin mayores problemas. Vino la crisis y parece como, si las tripas de nuestro país se revolvieran en un inmenso retortijón, todo empezó a fallar, se acabó el trabajo, quebraron las empresas, la construcción cayó en picado y vino el hundimiento de la economía y los años de recortes, rebajas de salarios, despidos, problemas de financiamiento, caída de las bolsas, aumento del déficit público, el paro incontrolable y el desplome de la moral de los españoles. Cuando hemos conseguido, con un gran esfuerzo colectivo, empezar a superar aquella época de problemas y amarguras, cuando empezaban a despuntar los primeros signos de optimismo y la maquinaria de la industria y el comercio iniciaba su despertar con los primeros signos de recuperación, España se ha visto enfrentada a otro desafío: la aparición de los comunistas bolivarianos, representados por Podemos y sus activistas, herederos del 15M y los nacionalistas catalanes. Ambos grupos han intentado aprovechar el momento en el que se empezaba a despejar el horizonte económico de España, para intentar sembrar la discordia y sacar tajada del descontento de quienes todavía no han tenido tiempo de aprovecharse de la mejora. Si hubieran esperado más ya les hubiera resultado más difícil porque, como se está comprobando, cada día mejoran las cosas, hay más trabajo, disminuye el desempleo, aumentan los contratos indefinidos, a pesar de que los sindicatos lo niegan y estamos entrando en una nueva era en la que, a pesar de los malos augurios de aquellos que desean que todo vaya mal para sacar provecho del descontento de la gente, el país está entrando, con fuerza, en otra época en la que se van percibiendo los primeros síntomas de una prosperidad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que, si el Gobierno se mantiene firme, si se agostan estos intentos revolucionarios de algunos catalanes y se pacifica la nación, es muy posible que ella sola, sin necesidad de la ayuda de los políticos ni de que los comunistas echen a perder todo aquello que ya conseguimos sin su ayuda, tendremos la oportunidad de recuperar, al menos una buena parte, de aquellos años de bonanza de los que la crisis nos privó.

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