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La práctica totalidad de los analistas políticos y militares dan por seguro un pronto ataque a Irán

La Madre de todas las Guerras

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Cada hora que pasa se potencia el discurso belicista entre Irán y las potencias Occidentales, encabezadas éstas últimas por EEUU e Israel. Si Dios no lo remedia, es posible que el inicio del conflicto sea más una cuestión de horas o de días que un proyecto a medio o largo plazo, y las posibilidades de encontrar una solución pacífica in extremis se desvanecen por instantes.

Los musulmanes chiítas iraníes están convencidos de que un suceso semejante precipitará el regreso de el Madhi en su ayuda convirtiéndoles en vencedores absolutos ahora y para siempre, los israelitas se debaten a caballo entre su condición de pueblo elegido –y por tanto de contar de su parte con la intercesión de la Divina Providencia- y su necesidad de destruir de una tacada a todos los enemigos que los cercan, y los EEUU pretenden no sólo poner en planta el mesianismo de su credo iluminado globalizador de un gobierno único mundial –encabezado por ellos, por supuesto-, sino también de salir de la crisis que les amenaza con su propia desaparición por el escotillón de la guerra, como tantas veces en el pasado han hecho. Poco importa que esto pueda parecerles desquiciado a unos u otros, si los actores protagonistas lo creen a pies juntillas, y ¡aya si lo creen!

Nada hay que parezca poder detener el lanzamiento de los misiles ya dispuestos en las rampas, y, lo que es peor, tampoco parece haber nadie entre los poderosos que tenga una intención distinta que un enfrentamiento que, por más que se pretenda hacer ver como una guerra de barrio, tiene unas implicaciones que lo podría convertir en la Madre de todas las Guerras, aquélla vociferada por el líder sunita iraquí, el malogrado Sadam Hussein. Curiosamente, la Historia parece plegarse en el mismo entorno en que naciera, el entorno del Tigris y el Eúfrates, instalando allá donde se suponía ubicado el Paraíso, el mismísimo Infierno.

El discurso que se está empleando en las últimas horas tiene poco o nada que ver con bravatas, y resulta particularmente coherente en estos momentos la frenética actividad subterránea que se ha venido desarrollando en los últimos meses (años, en otras cuestiones de mayor calado, como el Escudo Antimisles, bunkers, etc.), preparando a la población con ejercicios de catástrofes y solicitándola desde los medios el acopio de equipamiento familiar de supervivencia. Efectivamente, en no pocos países ha sido muy frecuente que desde agencias paraestatales, como la NASA, o desde los mismos informativos televisivos, hayan llevado a cabo las autoridades una densa campaña de preparación de la población ante cierto tipo de catástrofes pretendidamente naturales, que encajan perfectamente en el escenario que podría presentarse si la cuestión central de este artículo llegara a verificarse y se les fuera de las manos. Sin ir más lejos, el próximo día 9 de noviembre hay planificados varios ejercicios en este sentido, como el Ola del Pacífico auspiciado por la UNESCO o el conjunto del FEMA que afectará a la totalidad de los EEUU, así en sus ámbitos civiles como militares, añadido a lo cual hay que considerar el precipitado regreso de gran cantidad de tropas procedentes de Iraq y Afganistán para sumarse a estas pretendidas maniobras. Juntándolo todo, o es una aplicación de la Doctrina del Pánico, o es algo más que una razón para echarse a temblar.

Irán no es Iraq, ni es Libia, ni siquiera es Siria. Su condición de superpotencia petrolífera la convierte en pieza imprescindible no sólo para Rusia, sino también para China, además de que un conflicto en esta área geoestratégica incendiaría inevitablemente a Paquistán –potencia nuclear ahora enfrentada a EEUU- y a su adversaria India. Así, la posibilidad de realizar acciones quirúrgicas contra la potencial industria nuclear en desarrollo en suelo iraní tiene todas las posibilidades de irse de madre y, de una u otra forma, involucrar directamente –indirectamente estarían involucrados desde el primer instante de los ataques- a Rusia y China, quién sabe si desde el mismo bando. Ambas potencias nucleares, en este sentido, ya han advertido que no consentirán la destrucción de Irán, y en ello han empleado un tono que mucho tiene de admonición y poco o nada les ha temblado la voz.

Las horas que vivimos, pues, son capitales, y mal hace la población en no tomárselo en serio. Tal vez sea muy interesante lo que está sucediendo en Grecia –por otra parte, ya advertí que los poderes europeos moverían sus fichas para que el referéndum no se diera, que es decir para que la democracia sea el papel mojado que es-, e incluso es posible que a no pocos les seduzca la absurda campaña electoral española en la que se podrá optar en entre más de lo mismo y más de lo mismo, pues que ambos partidos sirven exactamente a idénticos intereses (uno deshace y el otro confirma), o todavía que esté embebecido por una agravamiento de la crisis que, lejos de vérsela salida, se agrava por instantes; pero debería considerar la ciudadanía que, ante este escenario que está definiendo, todo lo demás queda relegado a un plano insignificante. Se trata, en buena medida, de la propia concepción social presente y futura, si es que no de la misma supervivencia de la especie.

Si las operaciones militares, que todo parece indicar que se lanzarán de forma más o menos inmediata contra Irán, son de una destrucción tal que provocan la intervención de Rusia o China, o aun incendian aquel área tan sensible del globo, ya se puede imaginar que el escenario no puede ser definido de otra forma que como apocalíptico, porque sería inevitable que se llegara mejor antes que después a las armas estratégicas, y en este sentido somos ya, gracias a Zapatero, un objetivo de primer nivel; pero aun si sólo fuera una guerra de barrio, aunque siempre con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas con convertirse en cualquier momento en nuclear, queda cristalinamente claro que los mercados entrarían en pánico, se detendría al instante el consumo, se paralizarían las exportaciones y la crisis gravísima que sufrimos sería de tal magnitud que no tendríamos otra que huir hacia delante, que es decir a por todas, o, lo que vale lo mismo, a por la victoria a cualquier precio o por a una extinción definitiva del sistema, porque el poder hegemónico y la estructura social, en cualquier caso, cambiaría de manos. Cualquiera de las soluciones, como se ve, horriblemente malas.

Israel no tiene ni un pelo de tonta, y sabe que está abocada obligatoriamente a este órdago. Malo es atacar ahora, pero peor sería que los iraníes consiguieran ser una potencia nuclear, porque se la tienen jurada y nunca lo han escondido: para Israel es una simple cuestión de supervivencia. Lo mismo, en otro ámbito o escala se podría decir de EEUU –y por ende de Occidente- y China, y o se impone ahora, o, al paso de modernización y crecimiento de la potencia oriental, el futuro será oriental. Occidente, hasta hora dominante en el mundo histórico que conocemos, no tiene tampoco más solución que este órdago. Su hora de la verdad pudiera ser que ya haya llegado, y su continuidad o su extinción –o cambio de paradigma- se dirima en esta Madre de todas las Guerras que, tal vez ya muy profetizada por casi todas las culturas y sus augures, está en puertas de librarse. Mal contados a ojo, se podría afirmar incluso que los contendientes que se reúnen en el campo de batalla de este valle de Armagedón, son los bíblicos doscientos millones.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

La Madre de todas las Guerras

La práctica totalidad de los analistas políticos y militares dan por seguro un pronto ataque a Irán
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 4 de noviembre de 2011, 08:42 h (CET)
Cada hora que pasa se potencia el discurso belicista entre Irán y las potencias Occidentales, encabezadas éstas últimas por EEUU e Israel. Si Dios no lo remedia, es posible que el inicio del conflicto sea más una cuestión de horas o de días que un proyecto a medio o largo plazo, y las posibilidades de encontrar una solución pacífica in extremis se desvanecen por instantes.

Los musulmanes chiítas iraníes están convencidos de que un suceso semejante precipitará el regreso de el Madhi en su ayuda convirtiéndoles en vencedores absolutos ahora y para siempre, los israelitas se debaten a caballo entre su condición de pueblo elegido –y por tanto de contar de su parte con la intercesión de la Divina Providencia- y su necesidad de destruir de una tacada a todos los enemigos que los cercan, y los EEUU pretenden no sólo poner en planta el mesianismo de su credo iluminado globalizador de un gobierno único mundial –encabezado por ellos, por supuesto-, sino también de salir de la crisis que les amenaza con su propia desaparición por el escotillón de la guerra, como tantas veces en el pasado han hecho. Poco importa que esto pueda parecerles desquiciado a unos u otros, si los actores protagonistas lo creen a pies juntillas, y ¡aya si lo creen!

Nada hay que parezca poder detener el lanzamiento de los misiles ya dispuestos en las rampas, y, lo que es peor, tampoco parece haber nadie entre los poderosos que tenga una intención distinta que un enfrentamiento que, por más que se pretenda hacer ver como una guerra de barrio, tiene unas implicaciones que lo podría convertir en la Madre de todas las Guerras, aquélla vociferada por el líder sunita iraquí, el malogrado Sadam Hussein. Curiosamente, la Historia parece plegarse en el mismo entorno en que naciera, el entorno del Tigris y el Eúfrates, instalando allá donde se suponía ubicado el Paraíso, el mismísimo Infierno.

El discurso que se está empleando en las últimas horas tiene poco o nada que ver con bravatas, y resulta particularmente coherente en estos momentos la frenética actividad subterránea que se ha venido desarrollando en los últimos meses (años, en otras cuestiones de mayor calado, como el Escudo Antimisles, bunkers, etc.), preparando a la población con ejercicios de catástrofes y solicitándola desde los medios el acopio de equipamiento familiar de supervivencia. Efectivamente, en no pocos países ha sido muy frecuente que desde agencias paraestatales, como la NASA, o desde los mismos informativos televisivos, hayan llevado a cabo las autoridades una densa campaña de preparación de la población ante cierto tipo de catástrofes pretendidamente naturales, que encajan perfectamente en el escenario que podría presentarse si la cuestión central de este artículo llegara a verificarse y se les fuera de las manos. Sin ir más lejos, el próximo día 9 de noviembre hay planificados varios ejercicios en este sentido, como el Ola del Pacífico auspiciado por la UNESCO o el conjunto del FEMA que afectará a la totalidad de los EEUU, así en sus ámbitos civiles como militares, añadido a lo cual hay que considerar el precipitado regreso de gran cantidad de tropas procedentes de Iraq y Afganistán para sumarse a estas pretendidas maniobras. Juntándolo todo, o es una aplicación de la Doctrina del Pánico, o es algo más que una razón para echarse a temblar.

Irán no es Iraq, ni es Libia, ni siquiera es Siria. Su condición de superpotencia petrolífera la convierte en pieza imprescindible no sólo para Rusia, sino también para China, además de que un conflicto en esta área geoestratégica incendiaría inevitablemente a Paquistán –potencia nuclear ahora enfrentada a EEUU- y a su adversaria India. Así, la posibilidad de realizar acciones quirúrgicas contra la potencial industria nuclear en desarrollo en suelo iraní tiene todas las posibilidades de irse de madre y, de una u otra forma, involucrar directamente –indirectamente estarían involucrados desde el primer instante de los ataques- a Rusia y China, quién sabe si desde el mismo bando. Ambas potencias nucleares, en este sentido, ya han advertido que no consentirán la destrucción de Irán, y en ello han empleado un tono que mucho tiene de admonición y poco o nada les ha temblado la voz.

Las horas que vivimos, pues, son capitales, y mal hace la población en no tomárselo en serio. Tal vez sea muy interesante lo que está sucediendo en Grecia –por otra parte, ya advertí que los poderes europeos moverían sus fichas para que el referéndum no se diera, que es decir para que la democracia sea el papel mojado que es-, e incluso es posible que a no pocos les seduzca la absurda campaña electoral española en la que se podrá optar en entre más de lo mismo y más de lo mismo, pues que ambos partidos sirven exactamente a idénticos intereses (uno deshace y el otro confirma), o todavía que esté embebecido por una agravamiento de la crisis que, lejos de vérsela salida, se agrava por instantes; pero debería considerar la ciudadanía que, ante este escenario que está definiendo, todo lo demás queda relegado a un plano insignificante. Se trata, en buena medida, de la propia concepción social presente y futura, si es que no de la misma supervivencia de la especie.

Si las operaciones militares, que todo parece indicar que se lanzarán de forma más o menos inmediata contra Irán, son de una destrucción tal que provocan la intervención de Rusia o China, o aun incendian aquel área tan sensible del globo, ya se puede imaginar que el escenario no puede ser definido de otra forma que como apocalíptico, porque sería inevitable que se llegara mejor antes que después a las armas estratégicas, y en este sentido somos ya, gracias a Zapatero, un objetivo de primer nivel; pero aun si sólo fuera una guerra de barrio, aunque siempre con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas con convertirse en cualquier momento en nuclear, queda cristalinamente claro que los mercados entrarían en pánico, se detendría al instante el consumo, se paralizarían las exportaciones y la crisis gravísima que sufrimos sería de tal magnitud que no tendríamos otra que huir hacia delante, que es decir a por todas, o, lo que vale lo mismo, a por la victoria a cualquier precio o por a una extinción definitiva del sistema, porque el poder hegemónico y la estructura social, en cualquier caso, cambiaría de manos. Cualquiera de las soluciones, como se ve, horriblemente malas.

Israel no tiene ni un pelo de tonta, y sabe que está abocada obligatoriamente a este órdago. Malo es atacar ahora, pero peor sería que los iraníes consiguieran ser una potencia nuclear, porque se la tienen jurada y nunca lo han escondido: para Israel es una simple cuestión de supervivencia. Lo mismo, en otro ámbito o escala se podría decir de EEUU –y por ende de Occidente- y China, y o se impone ahora, o, al paso de modernización y crecimiento de la potencia oriental, el futuro será oriental. Occidente, hasta hora dominante en el mundo histórico que conocemos, no tiene tampoco más solución que este órdago. Su hora de la verdad pudiera ser que ya haya llegado, y su continuidad o su extinción –o cambio de paradigma- se dirima en esta Madre de todas las Guerras que, tal vez ya muy profetizada por casi todas las culturas y sus augures, está en puertas de librarse. Mal contados a ojo, se podría afirmar incluso que los contendientes que se reúnen en el campo de batalla de este valle de Armagedón, son los bíblicos doscientos millones.

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