Buceando por una red social he terminado leyendo varias discusiones entre jóvenes, prácticamente todas mujeres, donde utilizaban a menudo el término “normatividad”.
En medio de una conversación sobre cánones estéticos leí una frase que me dejó bloqueada durante un buen rato. Una de las chicas decía que “nadie sabe lo que sufrimos las chicas que no seguimos los cánones estéticos normativos”.
Han pasado varios días desde que leí esta frase pero todavía sigue rebotando por los recovecos de mi cerebro y haciendo que en cada rebote se active una conexión neuronal.
Los adultos somos unos irresponsables.
Llevamos varias décadas alimentando cada vez más la orgía de vanidades en la que hemos convertido esta sociedad.
Había que vender marcas, había que lanzar nuevos productos, teníamos que aumentar cada vez a un ritmo mayor el nivel de consumismo desaforado para que la burbuja de falsa prosperidad en la que vivíamos siguiese creciendo y creciendo dándonos a todos un cobijo que no pasaba de ser muy temporal.
Y todo aquello había que envolverlo en deseo. Así que algunos decidieron crear unos falsos iconos de lo que deberíamos ser las personas. Se establecieron como cánones la delgadez, la juventud y la alegría despreocupada.
Año tras año nos ofrecían esa misma crema que nos podía regalar la felicidad eterna, y año tras año sustituían a la modelo que la anunciaba cambiándola por una nueva que todavía fuese joven y cumpliese esos supuestos cánones de belleza.
Y mientras los que éramos adultos y entendíamos que todo aquello no era más que una fantasía, una mentira de plástico barato que no hacíamos nuestra, mientras tanto había una generación de niños, ahora jóvenes, creciendo mientras interiorizaban aquello como una verdad absoluta.
Trastornos alimenticios, depresión, inadaptación, ansiedad, acoso al diferente. ¿Les suena?
Jóvenes que creen que la única posibilidad de ser felices pasa por la aceptación social. Aceptación que sólo se da si eres normativo.
Normativo…creo que me empieza a dar un asco interminable esa palabra.
¿Normal? ¿Pero qué diablos es normal en esta vida?
¿De verdad hemos enseñado a una generación entera que lo importante para nuestra existencia es ser normal?
¿Cuánto sufrimiento nos hubiésemos evitado si les hubiésemos enseñado a tener autoestima y a valorar a cada ser humano por lo intrínsecamente maravilloso qué es?
Yo no sé ustedes, pero nunca he tenido demasiado interés en ser normal. Cada día, cada año que pasa, ¡adoro más mis rarezas!
El implacable contador de la vida sigue con su cuenta atrás, sean normales, sean extravagantes, sean lo que les dé la gana….. pero intenten ser lo más felices que puedan.