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Europa le ha dado dos únicas opciones a Grecia: o dictadura financiera, o caos y miseria

La sepultura de la democracia

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Y la democracia sucumbió ante los financieros, es quizás el mejor resumen de cuanto está sucediendo en Europa en estos días. Apenas hace unos días advertía desde esta misma columna que el único destino probable del euro era su desaparición, ya planificada bajo cuerda, pues que los estados más potentes de Europa ya tenían prevista esta contingencia y estaban haciendo tiradas de sus viejas monedas. Queda saberse si era Grecia el detonante planificado, pero habiendo tal cantidad de Estados europeos en profunda crisis (si no quiebra), estaba claro que uno u otro tenía que ser el que pisara la espoleta de la detonación. Si Islandia e Irlanda pusieron a Europa al borde su extinción, y si Grecia está siendo el detonante de este drama, imaginen qué sucederá cuando dentro de unas fechas sea Italia y España los que necesiten el rescate y, consecuentemente, su pérdida de soberanía ante los intereses de los tiburones financieros. Un gorigori, en fin.

A los financieros no les gusta ni un pelo que los pueblos participen de las decisiones soberanas de los gobernantes (que ya son suyos), porque saben de antemano que los ciudadanos van a lo perentorio, a lo urgente, a su pan de cada día, y que su horizonte de aspiraciones se completa con saber con qué van a llenar el puchero del día. Saben de sobra, pues, que el resultado de un potencial referéndum sobre las medidas de miseria que se les exige, caso que se llegue a convocar, es un NO como la santa catedral de Toledo. Un NO al sometimiento del país y a la pérdida de soberanía, un NO a ser una ínsula de quienes ni siquiera son del país, y un No a tener que trabajar todos y sufrir incontables miserias para pagar unos intereses y una deuda que se extenderá por muchos decenios, si es que no por siempre. Miseria, desempleo y caos social, en fin, para sostener las riquezas de otros. La respuesta de la democracia, en consecuencia, está clara antes de que se convoque, y es por esto que ahora los poderes que han organizado la movida (curiosamente el día de Difuntos) harán todo lo necesario para que no se llegue a pronunciar la ciudadanía.

Algo se inventarán, seguro. La ciudadanía, para muchos sabia, en realidad no tiene nada de sabiduría cuando obra en masa. Alguien dijo por ahí que “el hombre forma la masa y no la masa al hombre”, pero creo que era más la expresión de un deseo que una realidad incontestable. La realidad es que la masa forma al hombre, lo animaliza y le convierte en una suerte de marioneta en manos de políticos advenedizos, pillos, golfantes de mucho márquetin y modas manejadas, por no nombrar a cómo se le trae y se le lleva por los caminos que les interesa no sólo en cuanto entre qué o quién elige, sino también en cuanto a sobre qué piensa (los medios pertenecen al poder). Por esto, precisamente, tenemos los gobernantes que tenemos, frikis y más frikis elegidos por simpatía -véase el terrorífico elenco de los diferentes países y su preparación-, por hermosura o porque daban el queo de cierto modernismo absurdo y anacrónico que se ha resuelto en buena parte de Europa con quiebras, corrupción galopante, trampas y actos ridículos de la clase política que han puesto la propia pervivencia de los Estados contra las cuerdas y a millones de ciudadanos asentados en la miseria más profunda. Así, son responsables de los daños producidos los descerebrados elegidos, pero son corresponsables todos los que los han votado, y debemos admitir que ha sido la mayoría.

Precisamente por esto lo que sucede en Grecia es la sepultura de la democracia: si los griegos (póngase la ciudadanía de cualquier país que tenga un friki en la presidencia, España incluida) han elegido a necios o incompetentes, malo, porque son copartícipes del descalabro y nada bueno se puede esperar en otra votación de quienes soberanamente cometieron tan grueso y masivo error; y si se les niega el derecho a votar sobre si aceptan o no las medidas capitales que definirán su presente y futuro poniéndolo en mano de quienes ni siquiera son griegos, malo también, porque pierde la democracia y ésta queda convertida en papel mojado. Malo lo uno, malo lo otro: la democracia ha muerto.

Pero este cajón de sastre que se ha abierto ni es algo imprevisto, en contra de lo que parece creer la mayoría, ni es algo que se vaya a detener en Grecia. Lo que se plantea es la desaparición de facto del poder popular, representado en su capacidad y derecho de opinar y votar sobre el destino de su propio país, o el regreso a las cavernas nacionalistas de cada país, abriéndose un porvenir de mucho desempleo, depreciación, desesperación social, miseria, y violencia interna y externa debido a la cruda inestabilidad política. El pasado, mañana, como aquél que dice.

En la parte que nos toca, nuestra precaria estabilidad social y política en buena medida depende de Europa, y, de no ser por ella, casi con seguridad durante el gobierno del infausto Zapatero (y Rubalcaba) habríamos llegado a las manos y la sangre al río. En realidad, habríamos llegado muchas veces a las manos en los últimos treinta años, de no ser por Europa. Pero ahora sabemos que la Europa democrática tiene sus horas contadas, y, o se renuncia a la democracia y poco menos que desaparecemos como país y nos convertimos en servidores de intereses espurios que ni siquiera son europeos, o no tendremos otra que vernos la cara con nuestra propia naturaleza, y, por a quiénes se ha elegido por mayoría, francamente, da un poco de miedo. Malo si lo uno, malo si lo otro. Mal futuro, en fin.

En cualquier caso lo que se viene encima no es nada halagüeño, y no sólo por la cuestión Griega, sino también porque tenemos unas elecciones generales en poco más de un par de semanas, y ya vemos la capacidad de nuestros políticos y la capacidad y mano de los votantes eligiendo a los mejores. Que nadie espere, pues, ni en el corto ni en el medio plazo, una mejoría de la economía o del desempleo o del conflicto social, sino precisamente todo lo contrario, sólo que multiplicado respecto a Grecia. Si los griegos han elegido a frikis que han puesto a su país contra las cuerdas de la supervivencia, les queda la opción de salirse del euro, devaluar la moneda y fortalecer sus exportaciones, lo que les da cierta posibilidad de salir adelante; a nosotros eso no nos vale, porque los diferentes gobiernos (especialmente del PSOE) liquidaron el tejido industrial español y nos convirtieron en lo que somos: un meublè para satisfacción de turistas, como en la Cuba de Batista, un país de servicios sin industria, sin potencial propio y sin futuro, únicamente con nuestras posibilidades puestas en manos de los demás: en Olimpiadas delirantes, absurdos macrocasinos en plan Las Vegas y ridiculeces por el estilo propias del estado bananero en que estamos dando. Aquí hemos llegado porque aquí nos han traído los sabios votantes: ¿y ahora qué?... Pues ahora, estos cinco millones de desempleados se convertirán en muchos millones más, la sociedad va a sentir en su propia piel los efectos de este estado generalizado de miseria -violencia, suicidios, crímenes, morosidad, mendicidad, terrorismo, etc.-, y, quién más, quién menos, comprenderá que, como ha sido tan habitual en nuestra Historia, cualquier futuro medianamente bueno al que aspiremos estará fuera de nuestras fronteras. Aquí no hay ya porvenir alguno. Y créame que ésta es la visión optimista. El escenario pesimista, mejor me lo reservo.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

La sepultura de la democracia

Europa le ha dado dos únicas opciones a Grecia: o dictadura financiera, o caos y miseria
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 2 de noviembre de 2011, 08:48 h (CET)
Y la democracia sucumbió ante los financieros, es quizás el mejor resumen de cuanto está sucediendo en Europa en estos días. Apenas hace unos días advertía desde esta misma columna que el único destino probable del euro era su desaparición, ya planificada bajo cuerda, pues que los estados más potentes de Europa ya tenían prevista esta contingencia y estaban haciendo tiradas de sus viejas monedas. Queda saberse si era Grecia el detonante planificado, pero habiendo tal cantidad de Estados europeos en profunda crisis (si no quiebra), estaba claro que uno u otro tenía que ser el que pisara la espoleta de la detonación. Si Islandia e Irlanda pusieron a Europa al borde su extinción, y si Grecia está siendo el detonante de este drama, imaginen qué sucederá cuando dentro de unas fechas sea Italia y España los que necesiten el rescate y, consecuentemente, su pérdida de soberanía ante los intereses de los tiburones financieros. Un gorigori, en fin.

A los financieros no les gusta ni un pelo que los pueblos participen de las decisiones soberanas de los gobernantes (que ya son suyos), porque saben de antemano que los ciudadanos van a lo perentorio, a lo urgente, a su pan de cada día, y que su horizonte de aspiraciones se completa con saber con qué van a llenar el puchero del día. Saben de sobra, pues, que el resultado de un potencial referéndum sobre las medidas de miseria que se les exige, caso que se llegue a convocar, es un NO como la santa catedral de Toledo. Un NO al sometimiento del país y a la pérdida de soberanía, un NO a ser una ínsula de quienes ni siquiera son del país, y un No a tener que trabajar todos y sufrir incontables miserias para pagar unos intereses y una deuda que se extenderá por muchos decenios, si es que no por siempre. Miseria, desempleo y caos social, en fin, para sostener las riquezas de otros. La respuesta de la democracia, en consecuencia, está clara antes de que se convoque, y es por esto que ahora los poderes que han organizado la movida (curiosamente el día de Difuntos) harán todo lo necesario para que no se llegue a pronunciar la ciudadanía.

Algo se inventarán, seguro. La ciudadanía, para muchos sabia, en realidad no tiene nada de sabiduría cuando obra en masa. Alguien dijo por ahí que “el hombre forma la masa y no la masa al hombre”, pero creo que era más la expresión de un deseo que una realidad incontestable. La realidad es que la masa forma al hombre, lo animaliza y le convierte en una suerte de marioneta en manos de políticos advenedizos, pillos, golfantes de mucho márquetin y modas manejadas, por no nombrar a cómo se le trae y se le lleva por los caminos que les interesa no sólo en cuanto entre qué o quién elige, sino también en cuanto a sobre qué piensa (los medios pertenecen al poder). Por esto, precisamente, tenemos los gobernantes que tenemos, frikis y más frikis elegidos por simpatía -véase el terrorífico elenco de los diferentes países y su preparación-, por hermosura o porque daban el queo de cierto modernismo absurdo y anacrónico que se ha resuelto en buena parte de Europa con quiebras, corrupción galopante, trampas y actos ridículos de la clase política que han puesto la propia pervivencia de los Estados contra las cuerdas y a millones de ciudadanos asentados en la miseria más profunda. Así, son responsables de los daños producidos los descerebrados elegidos, pero son corresponsables todos los que los han votado, y debemos admitir que ha sido la mayoría.

Precisamente por esto lo que sucede en Grecia es la sepultura de la democracia: si los griegos (póngase la ciudadanía de cualquier país que tenga un friki en la presidencia, España incluida) han elegido a necios o incompetentes, malo, porque son copartícipes del descalabro y nada bueno se puede esperar en otra votación de quienes soberanamente cometieron tan grueso y masivo error; y si se les niega el derecho a votar sobre si aceptan o no las medidas capitales que definirán su presente y futuro poniéndolo en mano de quienes ni siquiera son griegos, malo también, porque pierde la democracia y ésta queda convertida en papel mojado. Malo lo uno, malo lo otro: la democracia ha muerto.

Pero este cajón de sastre que se ha abierto ni es algo imprevisto, en contra de lo que parece creer la mayoría, ni es algo que se vaya a detener en Grecia. Lo que se plantea es la desaparición de facto del poder popular, representado en su capacidad y derecho de opinar y votar sobre el destino de su propio país, o el regreso a las cavernas nacionalistas de cada país, abriéndose un porvenir de mucho desempleo, depreciación, desesperación social, miseria, y violencia interna y externa debido a la cruda inestabilidad política. El pasado, mañana, como aquél que dice.

En la parte que nos toca, nuestra precaria estabilidad social y política en buena medida depende de Europa, y, de no ser por ella, casi con seguridad durante el gobierno del infausto Zapatero (y Rubalcaba) habríamos llegado a las manos y la sangre al río. En realidad, habríamos llegado muchas veces a las manos en los últimos treinta años, de no ser por Europa. Pero ahora sabemos que la Europa democrática tiene sus horas contadas, y, o se renuncia a la democracia y poco menos que desaparecemos como país y nos convertimos en servidores de intereses espurios que ni siquiera son europeos, o no tendremos otra que vernos la cara con nuestra propia naturaleza, y, por a quiénes se ha elegido por mayoría, francamente, da un poco de miedo. Malo si lo uno, malo si lo otro. Mal futuro, en fin.

En cualquier caso lo que se viene encima no es nada halagüeño, y no sólo por la cuestión Griega, sino también porque tenemos unas elecciones generales en poco más de un par de semanas, y ya vemos la capacidad de nuestros políticos y la capacidad y mano de los votantes eligiendo a los mejores. Que nadie espere, pues, ni en el corto ni en el medio plazo, una mejoría de la economía o del desempleo o del conflicto social, sino precisamente todo lo contrario, sólo que multiplicado respecto a Grecia. Si los griegos han elegido a frikis que han puesto a su país contra las cuerdas de la supervivencia, les queda la opción de salirse del euro, devaluar la moneda y fortalecer sus exportaciones, lo que les da cierta posibilidad de salir adelante; a nosotros eso no nos vale, porque los diferentes gobiernos (especialmente del PSOE) liquidaron el tejido industrial español y nos convirtieron en lo que somos: un meublè para satisfacción de turistas, como en la Cuba de Batista, un país de servicios sin industria, sin potencial propio y sin futuro, únicamente con nuestras posibilidades puestas en manos de los demás: en Olimpiadas delirantes, absurdos macrocasinos en plan Las Vegas y ridiculeces por el estilo propias del estado bananero en que estamos dando. Aquí hemos llegado porque aquí nos han traído los sabios votantes: ¿y ahora qué?... Pues ahora, estos cinco millones de desempleados se convertirán en muchos millones más, la sociedad va a sentir en su propia piel los efectos de este estado generalizado de miseria -violencia, suicidios, crímenes, morosidad, mendicidad, terrorismo, etc.-, y, quién más, quién menos, comprenderá que, como ha sido tan habitual en nuestra Historia, cualquier futuro medianamente bueno al que aspiremos estará fuera de nuestras fronteras. Aquí no hay ya porvenir alguno. Y créame que ésta es la visión optimista. El escenario pesimista, mejor me lo reservo.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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