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Ya es hora de que sepamos a qué debemos atenernos respecto a quienes se están disputando la supremacía en el mapa político español

Estamos hartos de que los políticos nos atropellen

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Lo cierto es que parece que todos los partidos políticos, que tanto se ufanan de preocuparse por todos nosotros, que tanto se ensalzan prometiéndonos actuar con honradez, proporcionarnos una vida mejor y limpiar la escena política de todo rastro de corrupción, como la que todos, con una unanimidad que resulta rara entre formaciones que difieren en sus planteamientos económicos, sociales, financieros, éticos y políticos, pero que coinciden en su fobia por un enemigo común declarado, el PP del señor Rajoy; sobre el que han centrado sus acusaciones de corrupción, insistiendo machaconamente en atribuirles todo lo que en España va mal, negándole los éxitos que, indudablemente, han conseguido, en orden al aspecto económico y laboral donde, sin duda, han conseguido importantes avances. Toda la oposición se ha declarado partidaria de la necesidad de apartar, del gobierno de la nación, al PP, sin que, hasta el momento, quede suficientemente claro quién de todos ellos va a ser el que consiga la plaza del señor Rajoy y cuáles serán los acuerdos necesarios y qué coste van a tener para el país, para que “el afortunado” pueda lograr la presidencia del gobierno.

Sin embargo, a nivel del pueblo llano, los millones de ciudadanos que siguen preocupados en normalizar su situación, después de unos años de crisis y desempleo, en los que se han tenido que soportar recortes, reducciones salariales, inseguridad en el trabajo, incertidumbre jurídica y aumento de impuestos ( recordemos que, el PP, cuando se promocionaba para conseguir los votos de los españoles, estuvo prometiendo rebajas en los mismos) parecen no estar tan preocupados como los políticos en quién, finalmente, sea el que se va a llevar el gato al agua, para hacerse con el gobierno de España y, por el contrario, sí existe una gran intranquilidad por el futuro del país; por el hecho incontrovertible de que, después de 9 años de pasar por una situación incierta y llena de incertidumbres, de esperar que llegara el momento en el que, nuestros gobernantes, aflojaran las tuercas del cepo fiscal que están manteniendo sobre todos nosotros, para aliviar la situación de una ciudadanía ( recordemos, una vez más, la sacrificada clase media) que, no sólo se ha tenido que ajustar el cinturón durante todo este periodo, sino que, por añadidura, ha tenido que ver como la presión fiscal ha ido aumentando en lugar de disminuir, como se nos prometió.

No sólo en cuanto a la cuantía de los impuestos, sino también en la feroz, desproporcionada, en ocasiones injusta, formalmente desagradable y con carácter de persecución macartiana, forma en la que, la Hacienda del señor Montoro, erigido en el Torquemada de esta Inquisición que, en lugar de enseñar el camino, de facilitar la rectificación de los errores, parece que, en su afán recaudatorio, no le duelen prendas de utilizar a sus cancerberos para buscar el más mínimo error para cebarse en aquella pobre víctima que haya tenido la desgracia de caer bajo sus zarpas. Aquello de que “Hacienda soy yo” ha desaparecido. Puedo hacer referencia un caso vivido de cerca relativo a un contribuyente del IVA, que solía hacer sus declaraciones personalmente, adquiriendo los impresos oportunos e ingresando trimestralmente las correspondientes cuotas. De pronto, Hacienda decidió ahorrar dinero y obligó a todos los afectados por el impuesto a realizar las declaraciones por medios digitales. La persona en cuestión, poco ducha en el manejo de las nuevas técnicas, intentó hacerlo y siguiendo los pasos que se indicaban a través del formulario pensó, erróneamente, que seguía enviando correctamente sus declaraciones. Al cabo de un año recibió un requerimiento de Hacienda indicándole que no se había cumplido con el deber de declarar el IVA.

El interesado intento, por todos los medios, excusarse y reparar aquel error, intentando demostrar que llevaba años ingresando puntualmente sus impuestos. La severidad fue la respuesta. Empezaron a llegar requerimientos, intereses con recargos, multas y, como es natural la obligación de ingresar, con el recargo correspondiente el dinero, no ingresado. Todo se pagó, pero el “leñazo” para aquella familia todavía no ha podido ser superado. Comparen ustedes esta situación con aquellas que, cada día, aparecen en la prensa y digan si es justo que todos sean tratados bajo el mismo rasero. El embaucador, el sinvergüenza que defrauda intencionadamente para enriquecerse y tiene a quienes se ocupan de buscarle las triquiñuelas, para salirse de rositas defraudando; tiene todas las ventajas de las que carecen el resto de pequeños ahorradores, jubilados, con los que el señor Montoro parece que no tiene la intención de ayudarles, más bien de retorcerles las entrañas para exprimirlos en nombre de la Ley.

No es justo que un pueblo, que se ha comportado durante la crisis ejemplarmente, con el que no se cumplieron, por el Gobierno, alegando circunstancias extraordinarias, las promesas que se le habían hecho de rebajarle los impuestos; que ha visto cómo se amnistiaba a una serie de potentados, para que pudieran regularizar el dinero que habían evadido de España; que el Tribunal de Estrasburgo ha fallado en contra de aquel invento del señor Montoro; siga teniendo que pagar en su propia carne, sin que se sepa cuando, de verdad, va a cumplirse con las promesas que se le hicieron, viendo pasar los años, teniendo que aguantar que, el señor ministro, todavía se muestre como un perdonavidas, hablando de que nos van a seguir tratando así hasta el año 2019. En realidad, si el señor Rajoy quiere seguir contando con el apoyo de aquellos que hemos votado siempre al PP, deberá empezar por echar al señor Montoro y reconciliarse con aquellos de los que depende su poltrona o, esta vez sí, se va a encontrar con la sorpresa de su vida cuando, en los próximos comicios, compruebe como aquella mayoría que acostumbraba obtener, se difumina por arte de birli birloque, para situarlo, más solo que la una, en la bancada de la oposición.

No se puede seguir abusando de la ciudadanía que, si bien es lenta en reaccionar, si es capaz de perdonar deslices y sigue en la brecha en su trabajo de cada día sin rechistar; llega un momento en el que, son tantos los disgustos que se le dan, tantas las sorpresas que recibe y tantos los errores que se ve obligado a pasar por alto, que se cansa de hacer el idiota y decide que si sigue la corrupción, si se sigue intentando negarla, si el problema catalán sigue sin que se actúe con firmeza en contra de quienes son los culpables de los incumplimientos constitucionales que se producen en aquella autonomía española; si nos intentan seguir esquilmándonos como si estuviéramos bajo un gobierno de izquierdas o si temas como los abortos, los divorcios, los matrimonios homosexuales etc. siguen sin solucionarse, siendo teóricamente un partido de derechas el que nos gobierna; puede, señores, que haya llegado el día en el que busquemos otro partido al que votar y, si no encontramos ninguno que sea capaz de defender nuestros derechos, pues dejaremos de votar y sea lo que Dios quiera.

O así es como, señores, desde la óptica de u ciudadano de a pie, no tenemos otro remedio que denunciar unos hechos que, según parece, no son tenidos en cuenta por quienes, desde la Ejecutiva del PP, parece que se van olvidando que son los que han heredado los valores, las doctrinas, los compromisos y las lealtades a aquellas tradiciones de las formaciones de derechas, que fueron los que animaron a que, el señor Fraga Iribarne, se decidiera a crear un partido para luchar, no para cohabitar ni colaborar, con aquellos partidos que no comparten el patriotismo, la tradición cristiana, la moral y la ética que siempre han caracterizado a los partidos conservadores. Si no son capaces de seguir manteniendo el pabellón en alto de la derecha española, que renuncien a sus cargos y cedan la antorcha a otros que, aunque no consigan mantenerse en la cumbre, sean capaces de ser fieles a aquellos principios que se comprometieron a defender.

Estamos hartos de que los políticos nos atropellen

Ya es hora de que sepamos a qué debemos atenernos respecto a quienes se están disputando la supremacía en el mapa político español
Miguel Massanet
jueves, 22 de junio de 2017, 00:00 h (CET)
Lo cierto es que parece que todos los partidos políticos, que tanto se ufanan de preocuparse por todos nosotros, que tanto se ensalzan prometiéndonos actuar con honradez, proporcionarnos una vida mejor y limpiar la escena política de todo rastro de corrupción, como la que todos, con una unanimidad que resulta rara entre formaciones que difieren en sus planteamientos económicos, sociales, financieros, éticos y políticos, pero que coinciden en su fobia por un enemigo común declarado, el PP del señor Rajoy; sobre el que han centrado sus acusaciones de corrupción, insistiendo machaconamente en atribuirles todo lo que en España va mal, negándole los éxitos que, indudablemente, han conseguido, en orden al aspecto económico y laboral donde, sin duda, han conseguido importantes avances. Toda la oposición se ha declarado partidaria de la necesidad de apartar, del gobierno de la nación, al PP, sin que, hasta el momento, quede suficientemente claro quién de todos ellos va a ser el que consiga la plaza del señor Rajoy y cuáles serán los acuerdos necesarios y qué coste van a tener para el país, para que “el afortunado” pueda lograr la presidencia del gobierno.

Sin embargo, a nivel del pueblo llano, los millones de ciudadanos que siguen preocupados en normalizar su situación, después de unos años de crisis y desempleo, en los que se han tenido que soportar recortes, reducciones salariales, inseguridad en el trabajo, incertidumbre jurídica y aumento de impuestos ( recordemos que, el PP, cuando se promocionaba para conseguir los votos de los españoles, estuvo prometiendo rebajas en los mismos) parecen no estar tan preocupados como los políticos en quién, finalmente, sea el que se va a llevar el gato al agua, para hacerse con el gobierno de España y, por el contrario, sí existe una gran intranquilidad por el futuro del país; por el hecho incontrovertible de que, después de 9 años de pasar por una situación incierta y llena de incertidumbres, de esperar que llegara el momento en el que, nuestros gobernantes, aflojaran las tuercas del cepo fiscal que están manteniendo sobre todos nosotros, para aliviar la situación de una ciudadanía ( recordemos, una vez más, la sacrificada clase media) que, no sólo se ha tenido que ajustar el cinturón durante todo este periodo, sino que, por añadidura, ha tenido que ver como la presión fiscal ha ido aumentando en lugar de disminuir, como se nos prometió.

No sólo en cuanto a la cuantía de los impuestos, sino también en la feroz, desproporcionada, en ocasiones injusta, formalmente desagradable y con carácter de persecución macartiana, forma en la que, la Hacienda del señor Montoro, erigido en el Torquemada de esta Inquisición que, en lugar de enseñar el camino, de facilitar la rectificación de los errores, parece que, en su afán recaudatorio, no le duelen prendas de utilizar a sus cancerberos para buscar el más mínimo error para cebarse en aquella pobre víctima que haya tenido la desgracia de caer bajo sus zarpas. Aquello de que “Hacienda soy yo” ha desaparecido. Puedo hacer referencia un caso vivido de cerca relativo a un contribuyente del IVA, que solía hacer sus declaraciones personalmente, adquiriendo los impresos oportunos e ingresando trimestralmente las correspondientes cuotas. De pronto, Hacienda decidió ahorrar dinero y obligó a todos los afectados por el impuesto a realizar las declaraciones por medios digitales. La persona en cuestión, poco ducha en el manejo de las nuevas técnicas, intentó hacerlo y siguiendo los pasos que se indicaban a través del formulario pensó, erróneamente, que seguía enviando correctamente sus declaraciones. Al cabo de un año recibió un requerimiento de Hacienda indicándole que no se había cumplido con el deber de declarar el IVA.

El interesado intento, por todos los medios, excusarse y reparar aquel error, intentando demostrar que llevaba años ingresando puntualmente sus impuestos. La severidad fue la respuesta. Empezaron a llegar requerimientos, intereses con recargos, multas y, como es natural la obligación de ingresar, con el recargo correspondiente el dinero, no ingresado. Todo se pagó, pero el “leñazo” para aquella familia todavía no ha podido ser superado. Comparen ustedes esta situación con aquellas que, cada día, aparecen en la prensa y digan si es justo que todos sean tratados bajo el mismo rasero. El embaucador, el sinvergüenza que defrauda intencionadamente para enriquecerse y tiene a quienes se ocupan de buscarle las triquiñuelas, para salirse de rositas defraudando; tiene todas las ventajas de las que carecen el resto de pequeños ahorradores, jubilados, con los que el señor Montoro parece que no tiene la intención de ayudarles, más bien de retorcerles las entrañas para exprimirlos en nombre de la Ley.

No es justo que un pueblo, que se ha comportado durante la crisis ejemplarmente, con el que no se cumplieron, por el Gobierno, alegando circunstancias extraordinarias, las promesas que se le habían hecho de rebajarle los impuestos; que ha visto cómo se amnistiaba a una serie de potentados, para que pudieran regularizar el dinero que habían evadido de España; que el Tribunal de Estrasburgo ha fallado en contra de aquel invento del señor Montoro; siga teniendo que pagar en su propia carne, sin que se sepa cuando, de verdad, va a cumplirse con las promesas que se le hicieron, viendo pasar los años, teniendo que aguantar que, el señor ministro, todavía se muestre como un perdonavidas, hablando de que nos van a seguir tratando así hasta el año 2019. En realidad, si el señor Rajoy quiere seguir contando con el apoyo de aquellos que hemos votado siempre al PP, deberá empezar por echar al señor Montoro y reconciliarse con aquellos de los que depende su poltrona o, esta vez sí, se va a encontrar con la sorpresa de su vida cuando, en los próximos comicios, compruebe como aquella mayoría que acostumbraba obtener, se difumina por arte de birli birloque, para situarlo, más solo que la una, en la bancada de la oposición.

No se puede seguir abusando de la ciudadanía que, si bien es lenta en reaccionar, si es capaz de perdonar deslices y sigue en la brecha en su trabajo de cada día sin rechistar; llega un momento en el que, son tantos los disgustos que se le dan, tantas las sorpresas que recibe y tantos los errores que se ve obligado a pasar por alto, que se cansa de hacer el idiota y decide que si sigue la corrupción, si se sigue intentando negarla, si el problema catalán sigue sin que se actúe con firmeza en contra de quienes son los culpables de los incumplimientos constitucionales que se producen en aquella autonomía española; si nos intentan seguir esquilmándonos como si estuviéramos bajo un gobierno de izquierdas o si temas como los abortos, los divorcios, los matrimonios homosexuales etc. siguen sin solucionarse, siendo teóricamente un partido de derechas el que nos gobierna; puede, señores, que haya llegado el día en el que busquemos otro partido al que votar y, si no encontramos ninguno que sea capaz de defender nuestros derechos, pues dejaremos de votar y sea lo que Dios quiera.

O así es como, señores, desde la óptica de u ciudadano de a pie, no tenemos otro remedio que denunciar unos hechos que, según parece, no son tenidos en cuenta por quienes, desde la Ejecutiva del PP, parece que se van olvidando que son los que han heredado los valores, las doctrinas, los compromisos y las lealtades a aquellas tradiciones de las formaciones de derechas, que fueron los que animaron a que, el señor Fraga Iribarne, se decidiera a crear un partido para luchar, no para cohabitar ni colaborar, con aquellos partidos que no comparten el patriotismo, la tradición cristiana, la moral y la ética que siempre han caracterizado a los partidos conservadores. Si no son capaces de seguir manteniendo el pabellón en alto de la derecha española, que renuncien a sus cargos y cedan la antorcha a otros que, aunque no consigan mantenerse en la cumbre, sean capaces de ser fieles a aquellos principios que se comprometieron a defender.

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