En otras ocasiones nos hemos referido a como el conflicto palestino-israelí, puede servirnos como ejemplo particular para una visón global con respecto al estado del panorama político internacional. Este foco de obligada observación para comprender las relaciones trasnacionales de los estados de medio mundo, vuelve a ser referencia para hacernos una idea de por dónde soplarán los vientos en el futuro.
El pasado 23 de septiembre las intervenciones de los presidentes Abbas y Netanyahu ante la 66º asamblea de la ONU pusieron de manifiesto una vez más, la delicada situación existente entre dos posturas que parecen todavía lejos de llegar a acuerdo tras sesenta años de duro conflicto.
Por un lado tenemos la reivindicación palestina que, como se aprobó en la propia ONU en 1948 con la disposición 181 que hablaba del nacimiento de dos estados uno palestino y otro israelí, reclama el reconocimiento de su pueblo como estado independiente y de pleno derecho. Palestina representa para el imaginario colectivo, un pueblo oprimido, expoliado, una prisión a cielo abierto donde sus gentes se radicalizan y sus niños crecen en el odio.
Por su parte Israel es un modelo de democracia capitalista, de cultura occidental, una potencia todopoderosa que se defiende de los ataques terroristas de un pueblo sin infraestructura política ni reconocimiento internacional.
Y es aquí dónde surge una desigualdad en la forma que sirve para justificar ante la Asamblea de Naciones muchos abusos en la práctica. El hecho de que un pueblo sea reconocido como estado y el otro no, permite al primero tener la ley internacional de su parte y cometer crímenes de manera impune, respaldándose en la indeterminación, la falta de identidad, la falta de constitucionalidad de sus enemigos. Los ataques palestinos no son los de un ejército, son los de grupos terroristas o milicianos todo lo más. No es un pueblo que se defiende y defiende a los suyos; la reacción palestina es puesta ante la opinión mundial como grupos de exaltados que no respetan las leyes internacionales, precisamente las leyes que les tienen desamparados. En cambio a Israel, estado reconocidísimo, nadie se atreve a discutirle su derecho a defenderse como tal.
Sucede que en nuestro mundo el respeto por los derechos humanos no se mide por persona. Sucede además que las leyes internacionales se aplican a cuenta de que se cumplan de antemano una serie de requisitos previos. Así los apoyos de los estados poderosos y respetados resulta primordial para ser aceptado como socio en la asamblea de todas las naciones y así Palestina, tras el discurso de su presidente ha comenzado a recibir lo que pueden ser importantes muestras de apoyo. Rusia y las llamadas economías emergentes destinadas a reconfigurar el nuevo orden mundial, como son China, Brasil e India, han dado su aprobación a la creación de un estado palestino. Por su parte las veteranas potencias comandadas por EEUU, el mundo anglosajón y Alemania se han opuesto a dicha iniciativa.
Todo parece indicar que la situación seguirá estancada y que la solución todavía es difícil de alcanzar. Pero como puede comprobarse hoy por hoy, casi a diario, la crisis provoca cambios(es precisamente “cambio” el significado etimológico de κρίσις) y aunque los viejos amos se aferren a sus sillones, sabido es que cuando los de abajo se mueven los de arriba pueden caer.