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Poesía en la taberna

Las aventuras de Jacobo Caspanova / Capítulo V

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-Oh bella flor de otoño, oh bella flor de lis, tierna como los pétalos que acaricia suavemente el viento y entre mi frente indiferente resbala… ciñéndose candorosa, casi prístina, al celo de la noche callada…



-¿Que qué quieres? –Pregunta la bella Helena, no siempre tan profana en estos nuestros asuntos de poesía.

-Que sean dos zumos de cebada,
¡uno para mí, otro igual para mi camarada!


Helena ya estaba acostumbrada a la estupidez de nuestro (seguramente en otros momentos) genial detective. De no ser porque siempre tomaba cerveza (porque era lo más barato), Helena no sabría que había dicho el bueno de Caspanova.

-¿Jarra o caña? –Interrumpe nuestra bella co-protagonista, parche en ojo, cuchillo en mano.

-¡Sean dos jarrones!

-¡Tan grandes como mis cojo...! –(El que acaba de hablar es Cuasimodo, que no sólo tuvo problemas con la Lengua Española).

Helena propina un bofetón a Cuasimodo, que opta por no defenderse porque todas las de perder tenía.

-¡Habladme de la bella Adelfa!
¡Contadme, decidme y susurradme!
¿Cuántos corazones quebró su belleza?
¿Cuántas conciencias en su nombre libraron batallas?


-¿Adelfa? –Comienza Helena mientras juguetea grácilmente con el natural producto de sus narices-… ¡así como gorda ella! De joven… bueno, no era demasiado fea, incluso tuvo un par de zagales que la pretendían.

-¿Rivales?
¡Oh, no, una y mil batallas cientos!
¡Uno y mil puñados de rosas!
¡Setenta veces siete veces lamentos!


-No, no –responde la “bella” Helena - ¡hace ya como treinta años que no se lleva un buen elemento como tú, Jacobo! Su madre la metió a monja cuando tenía treinta años porque no había quién la casara. Creo que la atropelló un autobús o algo así… desde entonces cojea y no guarda el equilibro demasiado bien.

-¿Una monja dice usted?
¿Qué convento habré de asaltar para lograr al fin su corazón lacerado?


-Nah, ¡la echaron por ladrona! Entonces qué, ¿la entretendrás unos días?

-Uno y mil días, bella Helena.
Una y mil noches, dulce princesa mía.


Ya acordados los términos del romance entre nuestros amigos, Caspanova aprovechó para apurar la cerveza y pensar en las noches de blanco satén con la bella Adelfa.

-Si tan fea es –pensaba Caspanova vorazmente- ¡estará necesitada! ¡Ésta no se me escapa! Comenzaré con unos poemas que le habré compuesto y luego me la llevaré a cenar… poco porque luego, si tan gorda es como dicen, se podría empachar… mejor no la llevo a cenar que además sale caro. Así, además, me puedo ahorrar el asunto de los bombones porque ésta ya se habrá comido los suyos en su vida y no tendrá más ganas de dulces (y para dulces ya estoy yo). Creo que la seduciré con mis encantos, ¿tocaré la lira para ella? Sí, creo que será la mejor manera de que todo llegue a buen puerto.

-El miércoles, Jacobo. ¡Si te olvidas te la corto!

Caspanova supuso que se refería a la cuenta que tenía abierta en el bar de Helena así que no le dio mayor importancia al asunto. Siguió con sus planes:

-Cena: 0 euros porque siempre podemos pillar algo por ahí y por aquí.

-Hotel: 0 euros porque siempre es mejor para una noche de amor pervertido el propio domicilio.

-Regalo: convenido que la chica estará harta de bombones: 0 eurazos.

-Precio total de la velada: 0 euros.

-Hacer feliz a una chica: no tiene precio.

Caspanova y Cuasimodo no pudieron salir del local de Helena sin escuchar ánimos por parte de los allí presentes:

-¡Torero! ¡Torero!

-¡A ver si tienes estómago, Jacobo!

Caspanova agradeció los vítores y aclamaciones con media genuflexión (siempre había querido emplear esta palabra, qué feliz soy) y alzando su gorra al viento clamó:

-¡Y a Dios pongo por testigo que con Jacobo Caspanova ninguna chica volverá a pasar hambre!

-¡Olé, olé y olé!

Todos felices esperando al próximo miércoles, día fijado para la cita de nuestro querido detective no tan privado para la cita con la bella Adelfa. ¿Qué sorpresas nos esperan?

¿Lograremos por fin comprender el Cuádruple Principio de Razón Suficiente que enunciaba Schopenhauer? Es probable que no, pero al menos tendremos alguna sonrisa.

Las aventuras de Jacobo Caspanova / Capítulo V

Poesía en la taberna
Martín Cid
lunes, 10 de octubre de 2011, 13:25 h (CET)
-Oh bella flor de otoño, oh bella flor de lis, tierna como los pétalos que acaricia suavemente el viento y entre mi frente indiferente resbala… ciñéndose candorosa, casi prístina, al celo de la noche callada…



-¿Que qué quieres? –Pregunta la bella Helena, no siempre tan profana en estos nuestros asuntos de poesía.

-Que sean dos zumos de cebada,
¡uno para mí, otro igual para mi camarada!


Helena ya estaba acostumbrada a la estupidez de nuestro (seguramente en otros momentos) genial detective. De no ser porque siempre tomaba cerveza (porque era lo más barato), Helena no sabría que había dicho el bueno de Caspanova.

-¿Jarra o caña? –Interrumpe nuestra bella co-protagonista, parche en ojo, cuchillo en mano.

-¡Sean dos jarrones!

-¡Tan grandes como mis cojo...! –(El que acaba de hablar es Cuasimodo, que no sólo tuvo problemas con la Lengua Española).

Helena propina un bofetón a Cuasimodo, que opta por no defenderse porque todas las de perder tenía.

-¡Habladme de la bella Adelfa!
¡Contadme, decidme y susurradme!
¿Cuántos corazones quebró su belleza?
¿Cuántas conciencias en su nombre libraron batallas?


-¿Adelfa? –Comienza Helena mientras juguetea grácilmente con el natural producto de sus narices-… ¡así como gorda ella! De joven… bueno, no era demasiado fea, incluso tuvo un par de zagales que la pretendían.

-¿Rivales?
¡Oh, no, una y mil batallas cientos!
¡Uno y mil puñados de rosas!
¡Setenta veces siete veces lamentos!


-No, no –responde la “bella” Helena - ¡hace ya como treinta años que no se lleva un buen elemento como tú, Jacobo! Su madre la metió a monja cuando tenía treinta años porque no había quién la casara. Creo que la atropelló un autobús o algo así… desde entonces cojea y no guarda el equilibro demasiado bien.

-¿Una monja dice usted?
¿Qué convento habré de asaltar para lograr al fin su corazón lacerado?


-Nah, ¡la echaron por ladrona! Entonces qué, ¿la entretendrás unos días?

-Uno y mil días, bella Helena.
Una y mil noches, dulce princesa mía.


Ya acordados los términos del romance entre nuestros amigos, Caspanova aprovechó para apurar la cerveza y pensar en las noches de blanco satén con la bella Adelfa.

-Si tan fea es –pensaba Caspanova vorazmente- ¡estará necesitada! ¡Ésta no se me escapa! Comenzaré con unos poemas que le habré compuesto y luego me la llevaré a cenar… poco porque luego, si tan gorda es como dicen, se podría empachar… mejor no la llevo a cenar que además sale caro. Así, además, me puedo ahorrar el asunto de los bombones porque ésta ya se habrá comido los suyos en su vida y no tendrá más ganas de dulces (y para dulces ya estoy yo). Creo que la seduciré con mis encantos, ¿tocaré la lira para ella? Sí, creo que será la mejor manera de que todo llegue a buen puerto.

-El miércoles, Jacobo. ¡Si te olvidas te la corto!

Caspanova supuso que se refería a la cuenta que tenía abierta en el bar de Helena así que no le dio mayor importancia al asunto. Siguió con sus planes:

-Cena: 0 euros porque siempre podemos pillar algo por ahí y por aquí.

-Hotel: 0 euros porque siempre es mejor para una noche de amor pervertido el propio domicilio.

-Regalo: convenido que la chica estará harta de bombones: 0 eurazos.

-Precio total de la velada: 0 euros.

-Hacer feliz a una chica: no tiene precio.

Caspanova y Cuasimodo no pudieron salir del local de Helena sin escuchar ánimos por parte de los allí presentes:

-¡Torero! ¡Torero!

-¡A ver si tienes estómago, Jacobo!

Caspanova agradeció los vítores y aclamaciones con media genuflexión (siempre había querido emplear esta palabra, qué feliz soy) y alzando su gorra al viento clamó:

-¡Y a Dios pongo por testigo que con Jacobo Caspanova ninguna chica volverá a pasar hambre!

-¡Olé, olé y olé!

Todos felices esperando al próximo miércoles, día fijado para la cita de nuestro querido detective no tan privado para la cita con la bella Adelfa. ¿Qué sorpresas nos esperan?

¿Lograremos por fin comprender el Cuádruple Principio de Razón Suficiente que enunciaba Schopenhauer? Es probable que no, pero al menos tendremos alguna sonrisa.

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