Son múltiples los adjetivos con los que se podría definir la figura de Vicente del Bosque: conciliador, equilibrado u honesto son solo algunas de ellos. Pero si hay uno que destaca por encima de todos, ese es tranquilo. Sí, Del Bosque es el hombre tranquilo. Sin hacer ruido es la persona que nos entregó ese caramelo dorado que es la Copa del Mundo, tiñendo con letras de oro la historia del fútbol español.
Desde entonces no ha parado de recibir galardones, acudiendo a todo tipo de eventos, desde los más serios, como el Premio Príncipe de Asturias, hasta otros con un carácter más simpático, como el nabo de oro. Da igual, Del Bosque está presente en todos, orgulloso y feliz por representar en cada uno de ellos a todo el fútbol español. El mismo fútbol español que un día era denostado por sus innumerables fracasos y hoy está a la cabeza de la mejor generación de deportistas españoles de la historia.
Del Bosque tiene buenas relaciones con la política y con la Casa Real, que incluso le ha llegado a nombrar Marqués. Pero Del Bosque no pierde la humildad. Respetado por cada uno de los internacionales, es el auténtico líder de la selección. Siempre prima el interés del grupo, y sus relaciones con los jugadores son exquisitas, usando el respeto mutuo como arma para fomentar la convivencia.
Don Vicente es todo un experto acabando con cualquier polémica que pueda ser perjudicial para la selección o para su persona. No es una palabra que le guste o con la que se sienta identificado. Incapaz de hablar mal del Real Madrid, del que salió por la puerta de atrás después de ganarlo absolutamente todo; incapaz de hablar mal de Luis Aragonés, cuando éste criticó el juego de la selección en Sudáfrica; mediando entre los jugadores de Real Madrid y Barcelona tras todo el carrusel de Clásicos de los últimos meses, o más recientemente, premiando con la titularidad la buena temporada de Silva en el Manchester City, a pesar de las quejas del canario por no contar para el técnico salmantino. Ahí relucen los valores de una Persona, con mayúsculas, que no solo sabe de fútbol, sino también de la vida.
Así, es Del Bosque, un hombre alejado de los focos mediáticos y al que jamás se escuchará decir una palabra fuera de tono. El mismo que pidió a Luis Aragonés que saliera a recoger el Príncipe de Asturias de los Deportes junto a él, porque considera que el origen de la selección que todos disfrutamos es fruto suyo, o el mismo que antepone sus orígenes y su familia al fútbol. En días en los que los entrenadores adquieren más protagonismo que los futbolistas, aparece la figura de un hombre sabio en segunda línea, un hombre tranquilo.