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El guirigay comienza... o continúa, como la principal figura retórica empleada en las manifestaciones públicas.

Algarabías

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La emisión de palabras en una sucesión de sonidos, sin mayores pretensiones, es una tarea fácil. Encontrarles una cierta hilación, una expresión concreta, exige otro perfil en su pronunciación; pero la complejidad comienza a ser turbadora si tratamos de una comunicación fidedigna de pensamientos, ideas o conceptos. Suele decirse de estos casos, que sólo conseguiremos APROXIMACIONES, nunca la transmisión plena de los supuestos contenidos; que todavía será menor si tomamos en cuenta las diversas formas de captación por parte de quienes las escuchan. Qué no ocurrirá, cuando la anárquica disposición de los hablantes entra en funcionamiento.

Los interrogantes quisquillosos del inconformista Unamuno cobran una prestancia, que también acecha a las manifestaciones del lenguaje. QUÉ ES lo que realmente transportan las palabras pronunciadas. Con frecuencia hemos de leer entre líneas, interpretar lo escuchado, por que ya nos damos cuenta de las incongruencias desde el principio; lo que pretenden indicarnos los hablantes, no encaja con lo pronunciado. El contenido real es un buen punto de partida, junto al cual pululan las orientaciones de los emisores y los receptores. El análisis de esa realidad escapa en la rutina de las conversaciones, permanece en segundo plano más de una vez, lo que favorece las elucubraciones posteriores, con las consiguientes dificultades para el entendimiento.

No menos incisiva viene a ser la pregunta centrada en el hablante y sus planteamientos. QUÉ CREE que…está diciendo. Tiene su intríngulis, como nos indican con reiteración los estudiosos del asunto. Las dudas comienzan a la hora de precisar las ideas propias. La traducción de esos pensamientos en palabras ofrece serias dificultades; la precisión constituye un reto, de conclusiones imperfectas. Dicha incoherencia aumenta en el trayecto desde la mente, entorpecido por la ignorancia. Las intenciones distorsionan aún más la circulación, desvían las direcciones, modulan los gestos y recurren a trucos imprevistos. No sólo modifican el sentido establecido para las palabras, acabam por transformarlas en entidades vacías.

Las versiones interpretativas no tienen fin, cuando uno se sienta satisfecho de sus expresiones, no perdamos de vista al tercer interrogante. QUÉ PIENSAN los demás de lo que se ha dicho, cómo lo acogen y valoran. Quedan patentes las limitaciones de la comunicación entre las personas; el establecimiento de unos determinados principios es insuficiente para la comprensión libre de malentendidos. La sensatez es una cualidad anhelada, pero superada tantas veces por su contraria, casi la conocemos por su defecto. Es decir, surge un clamor contrario a la cerrazón improcedente de los diálogos. Por los condicionantes sacados a colación, abocamos a una realidad, si no conflictiva, caracterizada por la efervescencia de los diversos criterios.

En una observación somera de los entornos, calles, asambleas, medios informativos, parlamentos; la impresión frecuente es de francas ALGARABÍAS, desprovistas de hilación y mesura. No sólo tropiezan con las dificultades inherentes al lenguaje, abunda la despreocupaciónb altanera por las conversaciones, provocando estallidos confusos de parloteo estridente. La definición de algarabía les encaja a la perfección y lo comprobamos a diario. En el siguiente soneto destaco esos dislates:

Algarabías
La mente estrecha expresa su calaña,
Cómo flojo estímulo es el suyo único,
Apenas el desprecio tiene auténtico,
Sin cesar, otros criterios desdeña.

Con este fondo su expresión extraña
cuaja en desarraigo vil, pero trágico,
abuso de gentes, del pueblo mítico.
Falsía, terca y frívola patraña.

En mil lenguas, pan, placer, oropel,
gresca, mentiras, rumores, insidia;
rencores candentes a flor de piel.

Para el sentido no ven primer día.
Distraída presencia, que va en tropel,
jolgorio vacío, pura desidia

La altivez de los participantes en estos lances refuerza sus posiciones con algunas actitudes curiosas, como escudos protectores entre el confuso panorama. Es habitual el empleo del ESCEPTICISMO proclamado con ínfulas contundentes, en evitación de controversias razonadas; a nada venido de fuera le reconocen rango relevante. Las razones parecen inexistentes, dado que no son utilizadas en estos diálogos tan vociferantes como desprovistos de sustancia creativa. Aunque siga el carrusel de intervenciones, la tolerancia con esas prácticas no debiera movernos a engaño, no estamos ante deliberaciones francas sobre asuntos importantes. Por el contrario, manifiestan actitudes agresivas e intolerantes sin ánimos de colaboración.

Todas las perspectivas son circunstancias históricas, surgen en un momento determinado, sin embargo, están muy alejadas de la Historia como entidad integradora. Cuando participan de las confusas algarabías, apenas configuran el HISTORICISMO, que sólo mira de refilón al resto de hechos históricos. Pero, ¡Quiá!, no avanzamos con pasos coherentes aclaratorios. Proliferan las interpretaciónes anacrónicas, cuya desfachatez repudia las comprobaciones. El atropello es flagrante en la sociedad actual, fraguan composiciones arbitrarias sin fundamento, pero aclamadas por agrupaciones impulsivas. Contribuyen a los enredos, y la maraña empeora en pleno siglo XXI.

Repugna la tendencia a las algarabías, entorpecen la lógica evolución del progreso de los esfuerzos plurales. Su confusión dicharachera e intolerante, no permite el mínimo reposo dialéctico constructivo. Suponen el retorno a la presión del más más fuerte; de los apoyados en potencias físicas, previa anulación de los debates intelectuales. La VERIFICACIÓN de los mejores criterios no es un capricho, es rigurosa, abierta a las renovadas calibraciones de datos. No es fácil debido a la complejidad humana, sometida además a las variaciones mundanas; lo cual no hace otra cosa que descalificar el simplismo de los alardes prepotentes de quienes funcionan a la ligera.

El error y las carencias marcan el sino de los derroteros vitales. Entre la resignación o el salto al vacío, la disyuntiva se abre en multitud de posibilidades, aunque quizá la principal gire alrededor del concepto comentado hoy. Si elegimos el tropel inconsecuente o bien la aproximación a una labor comunitaria buscadora de la transformación de las penurias en situaciones mejoradas. La verdadera dimensión antropológica estimula la ALEGRÍA de la participación asociativa, distanciada de los impulsos anárquicos, pero inmersa en la diversificada constitución de las personas.

Algarabías

El guirigay comienza... o continúa, como la principal figura retórica empleada en las manifestaciones públicas.
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de junio de 2017, 01:52 h (CET)
La emisión de palabras en una sucesión de sonidos, sin mayores pretensiones, es una tarea fácil. Encontrarles una cierta hilación, una expresión concreta, exige otro perfil en su pronunciación; pero la complejidad comienza a ser turbadora si tratamos de una comunicación fidedigna de pensamientos, ideas o conceptos. Suele decirse de estos casos, que sólo conseguiremos APROXIMACIONES, nunca la transmisión plena de los supuestos contenidos; que todavía será menor si tomamos en cuenta las diversas formas de captación por parte de quienes las escuchan. Qué no ocurrirá, cuando la anárquica disposición de los hablantes entra en funcionamiento.

Los interrogantes quisquillosos del inconformista Unamuno cobran una prestancia, que también acecha a las manifestaciones del lenguaje. QUÉ ES lo que realmente transportan las palabras pronunciadas. Con frecuencia hemos de leer entre líneas, interpretar lo escuchado, por que ya nos damos cuenta de las incongruencias desde el principio; lo que pretenden indicarnos los hablantes, no encaja con lo pronunciado. El contenido real es un buen punto de partida, junto al cual pululan las orientaciones de los emisores y los receptores. El análisis de esa realidad escapa en la rutina de las conversaciones, permanece en segundo plano más de una vez, lo que favorece las elucubraciones posteriores, con las consiguientes dificultades para el entendimiento.

No menos incisiva viene a ser la pregunta centrada en el hablante y sus planteamientos. QUÉ CREE que…está diciendo. Tiene su intríngulis, como nos indican con reiteración los estudiosos del asunto. Las dudas comienzan a la hora de precisar las ideas propias. La traducción de esos pensamientos en palabras ofrece serias dificultades; la precisión constituye un reto, de conclusiones imperfectas. Dicha incoherencia aumenta en el trayecto desde la mente, entorpecido por la ignorancia. Las intenciones distorsionan aún más la circulación, desvían las direcciones, modulan los gestos y recurren a trucos imprevistos. No sólo modifican el sentido establecido para las palabras, acabam por transformarlas en entidades vacías.

Las versiones interpretativas no tienen fin, cuando uno se sienta satisfecho de sus expresiones, no perdamos de vista al tercer interrogante. QUÉ PIENSAN los demás de lo que se ha dicho, cómo lo acogen y valoran. Quedan patentes las limitaciones de la comunicación entre las personas; el establecimiento de unos determinados principios es insuficiente para la comprensión libre de malentendidos. La sensatez es una cualidad anhelada, pero superada tantas veces por su contraria, casi la conocemos por su defecto. Es decir, surge un clamor contrario a la cerrazón improcedente de los diálogos. Por los condicionantes sacados a colación, abocamos a una realidad, si no conflictiva, caracterizada por la efervescencia de los diversos criterios.

En una observación somera de los entornos, calles, asambleas, medios informativos, parlamentos; la impresión frecuente es de francas ALGARABÍAS, desprovistas de hilación y mesura. No sólo tropiezan con las dificultades inherentes al lenguaje, abunda la despreocupaciónb altanera por las conversaciones, provocando estallidos confusos de parloteo estridente. La definición de algarabía les encaja a la perfección y lo comprobamos a diario. En el siguiente soneto destaco esos dislates:

Algarabías
La mente estrecha expresa su calaña,
Cómo flojo estímulo es el suyo único,
Apenas el desprecio tiene auténtico,
Sin cesar, otros criterios desdeña.

Con este fondo su expresión extraña
cuaja en desarraigo vil, pero trágico,
abuso de gentes, del pueblo mítico.
Falsía, terca y frívola patraña.

En mil lenguas, pan, placer, oropel,
gresca, mentiras, rumores, insidia;
rencores candentes a flor de piel.

Para el sentido no ven primer día.
Distraída presencia, que va en tropel,
jolgorio vacío, pura desidia

La altivez de los participantes en estos lances refuerza sus posiciones con algunas actitudes curiosas, como escudos protectores entre el confuso panorama. Es habitual el empleo del ESCEPTICISMO proclamado con ínfulas contundentes, en evitación de controversias razonadas; a nada venido de fuera le reconocen rango relevante. Las razones parecen inexistentes, dado que no son utilizadas en estos diálogos tan vociferantes como desprovistos de sustancia creativa. Aunque siga el carrusel de intervenciones, la tolerancia con esas prácticas no debiera movernos a engaño, no estamos ante deliberaciones francas sobre asuntos importantes. Por el contrario, manifiestan actitudes agresivas e intolerantes sin ánimos de colaboración.

Todas las perspectivas son circunstancias históricas, surgen en un momento determinado, sin embargo, están muy alejadas de la Historia como entidad integradora. Cuando participan de las confusas algarabías, apenas configuran el HISTORICISMO, que sólo mira de refilón al resto de hechos históricos. Pero, ¡Quiá!, no avanzamos con pasos coherentes aclaratorios. Proliferan las interpretaciónes anacrónicas, cuya desfachatez repudia las comprobaciones. El atropello es flagrante en la sociedad actual, fraguan composiciones arbitrarias sin fundamento, pero aclamadas por agrupaciones impulsivas. Contribuyen a los enredos, y la maraña empeora en pleno siglo XXI.

Repugna la tendencia a las algarabías, entorpecen la lógica evolución del progreso de los esfuerzos plurales. Su confusión dicharachera e intolerante, no permite el mínimo reposo dialéctico constructivo. Suponen el retorno a la presión del más más fuerte; de los apoyados en potencias físicas, previa anulación de los debates intelectuales. La VERIFICACIÓN de los mejores criterios no es un capricho, es rigurosa, abierta a las renovadas calibraciones de datos. No es fácil debido a la complejidad humana, sometida además a las variaciones mundanas; lo cual no hace otra cosa que descalificar el simplismo de los alardes prepotentes de quienes funcionan a la ligera.

El error y las carencias marcan el sino de los derroteros vitales. Entre la resignación o el salto al vacío, la disyuntiva se abre en multitud de posibilidades, aunque quizá la principal gire alrededor del concepto comentado hoy. Si elegimos el tropel inconsecuente o bien la aproximación a una labor comunitaria buscadora de la transformación de las penurias en situaciones mejoradas. La verdadera dimensión antropológica estimula la ALEGRÍA de la participación asociativa, distanciada de los impulsos anárquicos, pero inmersa en la diversificada constitución de las personas.

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