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El controvertido I Conde de Sampedor, Pep Guardiola, incendia las redes y los discursos. ¿Más fuego para la canícula?

Más leña al fuego…

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Puigdemont, president de Cataluña, anunció —luego de otro anuncio— que el referéndum unilateral se celebrará el uno de octubre. Esta decisión no sólo ha sido basculada por el ejecutivo autonómico. También otros partidos y particulares favorables al derecho a decidir, derecho de autodeterminación, derecho de secesión… —ustedes me entienden, espero—, integrantes en el Pacte Nacional pel Referèndum¸ han rubricado esta decisión. Un día después del anuncio, el I Conde Sampedor, Pep Guardiola, arengaba a las masas secesionistas. En su discurso, solicitó ayuda a la comunidad internacional contra un Estado autoritario. No tardaron en aparecer las reacciones.

Pedrerol, según la Vanguardia, contraatacó: “Guardiola es más noticia por sus escarceos políticos que por sus éxitos deportivos”. El Mundo lanzaba un sesudo e interesante artículo en el que trataban de replicar a cada uno de los dogmas pontificados por el técnico. El editorial de El País, con Nacho Torreblanca a la cabeza, regañaba a Guardiola por su ausencia de sentido de convivencia en un Estado de Derecho democrático. El ABC también se dispuso a exhibir los errores de su soflama. Un usuario de Twitter advertía que “si puedes llamar Estado autoritario al Estado sin que te pase nada… no vives en un estado autoritario” (Fuente: @juanfont). En esta porción, son reseñables los textos que han intentado combatir las ideas de Guardiola con nuevas ideas. Por ejemplo, Guardiola cifra en un 80% el número de catalanes que apuestan por el referéndum. Sin embargo, la mejor encuesta, las últimas elecciones autonómicas, elevó a casi un 40% el resultado de la suma de las formaciones contrarias al referéndum —C´s, PSC, PP, UDC—. En cambio, se me antojan intolerables y contrarias para los ataques al independentismo las descalificaciones personales. Un entrenador de fútbol es tan libre para expresar sus ideas como cualquiera, amén de sus logros o fracasos profesionales.

En el otro lado, resuena aquella frase del Quijote: “ladran, luego cabalgamos”. Guardiola no sólo ha suscitado apoyos en el sector independentista. También otras personas, desde muchos puntos del Estado, se han solidarizado con Guardiola. Entre estos argumentos, han esgrimido las citaciones judiciales de los responsables del 9-N: detenidos por permitir que el pueblo hable. A esta frase de Guardiola se han unido personas ubicadas en la fracción más escorada a la izquierda del espectro ideológico. Por las redes sociales, he leído mensajes recordando a Alfon —el joven al que, según ciertos grupos políticos, se le detuvo bajo un montaje policial—. Entre sus apoyos, no faltan aquellos que ponen en duda el Estado de derecho.

El debate está servido: más leña para los 36 grados que sufre Madrid y los 27 de Barcelona. Con estas dos opciones, no he querido opinar. Simplemente he querido traer las dos formas de comprender España —como un país propio o como una cárcel de pueblos— y las dos maneras de sentirse español —como un orgullo y como un padecimiento—. El I Conde de Sampedor no sólo será recordado por crear al mejor Barcelona de la Historia, que desterró al Real Madrid y a las estrellas europeas al infierno de la indiferencia. También será ese ciudadano que cerró la lista de JxSÍ por Barcelona y que no se remilgó a hablar del futuro de su pueblo, para unos cual lacayo de una Generalitat sectaria y para otros con una libertad inusitada y valerosa. Pero igual que Guardiola, en el otro tablero, está Pau Gasol. Un deportista que no ha vacilado al mostrar su satisfacción por su filiación española. Y aquí, no obstante, no he vislumbrado a personas que duden de que sus pareceres son un producto suyo y no de un Estado español intransigente y receloso del avance independentista.

Más leña al fuego…

El controvertido I Conde de Sampedor, Pep Guardiola, incendia las redes y los discursos. ¿Más fuego para la canícula?
Marcos Carrascal Castillo
miércoles, 14 de junio de 2017, 00:00 h (CET)
Puigdemont, president de Cataluña, anunció —luego de otro anuncio— que el referéndum unilateral se celebrará el uno de octubre. Esta decisión no sólo ha sido basculada por el ejecutivo autonómico. También otros partidos y particulares favorables al derecho a decidir, derecho de autodeterminación, derecho de secesión… —ustedes me entienden, espero—, integrantes en el Pacte Nacional pel Referèndum¸ han rubricado esta decisión. Un día después del anuncio, el I Conde Sampedor, Pep Guardiola, arengaba a las masas secesionistas. En su discurso, solicitó ayuda a la comunidad internacional contra un Estado autoritario. No tardaron en aparecer las reacciones.

Pedrerol, según la Vanguardia, contraatacó: “Guardiola es más noticia por sus escarceos políticos que por sus éxitos deportivos”. El Mundo lanzaba un sesudo e interesante artículo en el que trataban de replicar a cada uno de los dogmas pontificados por el técnico. El editorial de El País, con Nacho Torreblanca a la cabeza, regañaba a Guardiola por su ausencia de sentido de convivencia en un Estado de Derecho democrático. El ABC también se dispuso a exhibir los errores de su soflama. Un usuario de Twitter advertía que “si puedes llamar Estado autoritario al Estado sin que te pase nada… no vives en un estado autoritario” (Fuente: @juanfont). En esta porción, son reseñables los textos que han intentado combatir las ideas de Guardiola con nuevas ideas. Por ejemplo, Guardiola cifra en un 80% el número de catalanes que apuestan por el referéndum. Sin embargo, la mejor encuesta, las últimas elecciones autonómicas, elevó a casi un 40% el resultado de la suma de las formaciones contrarias al referéndum —C´s, PSC, PP, UDC—. En cambio, se me antojan intolerables y contrarias para los ataques al independentismo las descalificaciones personales. Un entrenador de fútbol es tan libre para expresar sus ideas como cualquiera, amén de sus logros o fracasos profesionales.

En el otro lado, resuena aquella frase del Quijote: “ladran, luego cabalgamos”. Guardiola no sólo ha suscitado apoyos en el sector independentista. También otras personas, desde muchos puntos del Estado, se han solidarizado con Guardiola. Entre estos argumentos, han esgrimido las citaciones judiciales de los responsables del 9-N: detenidos por permitir que el pueblo hable. A esta frase de Guardiola se han unido personas ubicadas en la fracción más escorada a la izquierda del espectro ideológico. Por las redes sociales, he leído mensajes recordando a Alfon —el joven al que, según ciertos grupos políticos, se le detuvo bajo un montaje policial—. Entre sus apoyos, no faltan aquellos que ponen en duda el Estado de derecho.

El debate está servido: más leña para los 36 grados que sufre Madrid y los 27 de Barcelona. Con estas dos opciones, no he querido opinar. Simplemente he querido traer las dos formas de comprender España —como un país propio o como una cárcel de pueblos— y las dos maneras de sentirse español —como un orgullo y como un padecimiento—. El I Conde de Sampedor no sólo será recordado por crear al mejor Barcelona de la Historia, que desterró al Real Madrid y a las estrellas europeas al infierno de la indiferencia. También será ese ciudadano que cerró la lista de JxSÍ por Barcelona y que no se remilgó a hablar del futuro de su pueblo, para unos cual lacayo de una Generalitat sectaria y para otros con una libertad inusitada y valerosa. Pero igual que Guardiola, en el otro tablero, está Pau Gasol. Un deportista que no ha vacilado al mostrar su satisfacción por su filiación española. Y aquí, no obstante, no he vislumbrado a personas que duden de que sus pareceres son un producto suyo y no de un Estado español intransigente y receloso del avance independentista.

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