La tijera ya no sirve para cortar la cinta inaugural de cualquier acontecimiento con repercusión. En el escritorio de más de un político falta la típica foto de amplia sonrisa que avanzaba el funcionamiento de su gobierno. Por ende muchos fotógrafos habrán perdido parte de su sueldo. Ahora su filo recorta presupuestos a base de tijeretazos tratando de cuadrar las cuentas de localidades, provincias y comunidades. Las empuñan las mismas personas, o por los menos los mismo cargos, pero con fines opuestos.
El mismo objeto remarca una inversión o una recesión según su uso. Igual le da a la tijera cancelar hasta nuevo aviso el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, el segundo más cuantioso del panorama español tras el Planeta, que retirar la Mostra Internacional de Cine de Valencia tras 32 ediciones.
Me pregunto qué pensarán las dos hojas de acero cuando se encuentren al cerrarse. Si su impulso se resiente al conocer qué están cortando. Probablemente no. Son dos objetos inanimados y es su impulsor quien debe sentir algo. Con evidencia, algo sentirá porque es un ser humano. De alguna forma ha de afectarle privar a sus conciudadanos de un bien cultural que arroja prestigio y posición social. Y no me refiero a que el político sienta que hace una buena acción, porque los Premios o Festivales nos distraen de nuestros trabajos, o para evitar que se le suban a la cabeza a los afortunados ganadores. Quiero pensar que sienten malestar, que les duele hacerlo aunque no haya más remedio. El cargo tiene estas cosas que no dan votos. Ante todo la cuadratura de las cuentas.
Desde aquí me gustaría proponer otro objeto para simbolizar el corte presupuestario para cultura; el cuchillo, la hoz, o algo más tecnológico, el lápiz óptico o el láser. Asumiendo que las cuentas ya se manejan en formato digital, una opción podría ser: “Se ha lasificado la partida presupuestaria destinada al Premio...”. Me parece más apropiado en este siglo renovar ciertos términos o expresiones que sin duda harán, por lo menos durante un tiempo, tomarnos con humor los hechos.
Estoy seguro que al lector también se le han ocurrido otras expresiones que modernizan usos y acciones, para permitirnos rescatar objetos que el lenguaje se ha empeñado en demonizar. Desde aquí le animo a que haga públicas sus invenciones hoy, porque mañana igual lasifican nuestro idioma.