WASHINGTON -- A lo mejor sólo alguien podrido a dinero puede ilustrar la razón de que se deba pedir a los ricos que paguen más impuestos. No se puede acusar a un gran capitalista de "lucha de clases". Esa es la razón de que la derecha desprecie a Warren Buffett y de que esté tratando de cerrarle la boca.
Los conservadores militantes son eficaces porque son absolutamente bochornosos. Muchas de las mismas personas que creen que los ricos deben ser libres de gastar sumas ilimitadas de dinero para influenciar a nuestros políticos sin tener que hacer público nada piden ahora que Buffet haga pública su declaración de la renta. Supongo que si eres indiferente a la consistencia, tienes muchísima libertad de acción.
Buffett ha escandalizado a los conservadores al decir que paga impuestos a un tipo inferior al de su secretaria. Lleva años diciendo esto, pero ahora es un objetivo porque el Presidente Obama utiliza sus declaraciones para defender subidas tributarias a los millonarios.
De esa forma la sección editorial del Wall Street Journal insta a Buffett a "facilitar a todo hijo de vecino sus secretos de evasión fiscal haciendo pública su declaración".
Por alguna razón, el Journal no piensa pedir también que hagan públicas sus declaraciones tributarias sus amigos que combaten vigorosamente defendiendo impuestos más bajos a las inversiones. ¿Pero no están ellos tan aludidos en este debate como Buffet? ¿La transparencia fiscal no debería ser una calle de dos sentidos? El Journal, por cierto, tampoco sugiere que los hermanos Koch deban de satisfacer el interés público facilitando una relación completa de todo su gasto político.
El pecado de Buffett consiste en que dijo una verdad que los conservadores quieren mantener soterrada: gravar las inversiones al 15 por ciento significa que la gente que se gana el pan invirtiendo paga impuestos a tipos marginales inferiores a los que ganan más de 34.500 dólares anuales con su trabajo. Es entonces cuando el tipo fiscal salta al 25 por ciento. (En el caso de la declaración conjunta, el tipo del 25 por ciento empieza a los 69.000 dólares). En el caso de los solteros, la horquilla del 28 por ciento empieza en los 83.600 dólares, y la horquilla del 33 por ciento en los 174.400 dólares.
De forma que si un inversor como Buffett se embolsa, pongamos, 100 millones de sus inversiones de capital, sólo paga el 15 por ciento de toda esa suma. Para el trabajador común, el tipo del 15 por ciento sólo se aplica a los sueldos de entre 8.500 y 34.500 dólares anuales. A partir de ahí, pagan un tipo marginal superior al que pagan los multimillonarios en concepto de inversiones. Ah sí, y antes de que Obama las bajara dos enteros de forma temporal, las retenciones de la nómina sumaban otro 6,2 por ciento a la carga fiscal del trabajador de clase media. Esa carga no se aplica a las inversiones, ni a las rentas superiores a los 106.800 dólares, de manera que castiga mucho más al trabajador de clase media y modesta que a las rentas altas.
No es raro que los defensores de los impuestos bajos a los inversores ricos odien a Warren Buffett. Él ha impuesto un debate nacional en torno a (1) el sesgo del régimen fiscal contra la mano de obra; (2) el hecho de que en comparación con la clase media y la clase media-alta, las rentas realmente altas pagan un porcentaje notablemente bajo de sus ingresos en concepto de impuestos; y (3) la naturaleza acusadamente regresiva de la retención de los sueldos.
Y hay que destacar que aunque los conservadores que hablan de religión tienen mucha cobertura mediática -- y yo siempre voy a defender su libertad de hablar de religión en el ámbito público -- lo que realmente hace salivar a la derecha en estos tiempos son los tipos fiscales. No estoy seguro de que un político que renunciara al Todopoderoso fuera a recibir la atención que ha recibido Buffett por su renuncia a los impuestos bajos sobre inversiones.
Los defensores de los impuestos altos a los ricos no quieren "castigar al que tiene éxito". Buffett y Doug Edwards, un millonario que en una reciente asamblea en California pidió a Obama que le subiera los impuestos, dicen que ninguno de nosotros triunfa únicamente a causa del esfuerzo personal. Todos tenemos la suerte de haber nacido en -- o, en el caso de los inmigrantes, tener la residencia en -- un país en el que el estado de derecho es fuerte, en el que la propiedad está segura, en el que se ha levantado durante generaciones una vasta infraestructura, en el que nuestras academias y universidades son la envidia del mundo, y en el que el estado protege nuestras libertades.
Los ricos, por definición, han prosperado en este sistema más que otros. Tendrían que estar dispuestos a unirse a Buffett y a Edwards al defender que sólo por esta razón, es de sentido común y no por envidia de clase, pedir a los más afortunados que paguen impuestos a tipos fiscales más elevados que el resto. Es por esta herejía que Buffett es hostigado.