Monumentales molinetes estallaron junto a las tablas. El Dios de Piedra llamado José Tomás frente a un lamentable chivo rompió literalmente la plaza, ya da igual que no haya toros o toritos en Barcelona. Que la cruzada taurina se detenga a las puertas de Cataluña…
Adiós Torín, Arenas y Monumental, vuestra sombra os la quieren borrar los nacionalistas pero no el rugido de vuestros tendidos. ¿Qué nos queda tras la esquela de Barceló? Un traje catafalco y oro. La inspiración vestida de Morante pidiendo el sobrero. Las verónicas de alheli, los afarolados con la diestra pura gracia toreadora; unos geniales molinetes invertidos…
La locura se adueña de una plaza embriagada por el poder y la verdad de El Juli; el temple y el compás flamenco de Manzanares, y una estampa brillante caída del cielo al albero.
Los tres maestros en el ruedo rodeando al toro en banderillas como si fueran los Bienvenida resucitados para el momento y al final los tres a hombros perdiéndose entre la multitud por la gran Vía dirección a la plaza de España camino de las Arenas para abrazar el recuerdo de dos plazas muertas por la cobarde e injusta ignorancia de quienes nos gobierna.
Y Sevilla por San Miguel se preguntaba: ¿Por quien doblan las campanas Curro Díaz? Linares trajo a su Joselito. El comienzo explosivo fue como el de Juan Mora en Barcelona tan lleno de elegancia como de cadencia. Toreo en redondo magistralmente conducido al ralentí. Talavante volvió por sus fueros al natural, sus muletazos resultaron largos, profundos y personalísimos llenando de arriates la Maestranza. Y entre surco y surco…El Cid, David Mora, Esaú Fernández e Iván Fandiño hicieron lo posible e imposible en una de las peores ferias ganaderamente hablando que se ha visto en los últimos años.