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Etiquetas | Entrevista | Lorenzo Silva | Niños feroces
Lorenzo Silva, escritor

“Mi novela provoca el pensamiento, cuestiona ideas preconcebidas e invita a la reflexión”

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Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito entre otras las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista Premio Nadal 1997), Noviembre sin violetas, La sustancia interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004) y la Trilogía de Getafe, compuesta por Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París; el libro de relatos El déspota adolescente y el libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos.

También es autor de la serie policiaca protagonizada por los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, que comprende las novelas El lejano país de los estanques (Premio Ojo Crítico 1998), El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La niebla y la doncella, Nadie vale más que otro, La reina sin espejo y La estrategia del agua.

‘Niños feroces’ (Ediciones Destino) es el título de la última entrega del escritor Lorenzo Silva, una novela compleja e interesante, que aúna en sus páginas ramalazos de ensayo y de ficción sobre un tiempo lejano y otro más inmediato. Con su publicación, Silva interrumpe temporalmente las correrías de Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, la pareja de guardiaciviles que constituyen su aportación relevante y exitosa al género de la literatura negra o policial.

‘Niños feroces’, a la vez, supone un intento de mostrar al público lector, con las indispensables licencias, el proceso creativo que conduce a la gestación de una obra literaria: documentación, entrevistas, experiencias personales…, sin que por ello la historia que encierra pierda un ápice de interés. Al contrario, precisamente en ese proceso, en esas bambalinas literarias, radica uno de los atractivos principales de la novela.

‘Niños feroces’ cuenta la historia de Lázaro, un aprendiz de escritor que, falto de fe en sí mismo, teme enfrentarse al papel en blanco. Su maestro del taller de escritura al que asiste, que también se llama Lázaro, opina que tiene talento y capacidad para escribir lo que quiera. Pero el muchacho alega que su principal problema es la falta de argumentos y de imaginación para construirlos. Así que el profesor decide regalarle una historia y Lorenzo Silva, como si de un diario de guerra se tratase, escribe un alegato intemporal contra el belicismo. De la mano del aprendiz de escritor, seremos testigos directos de las vicisitudes de un joven soldado, Jorge García Vallejo que, con apenas veinte años, decidió alistarse en la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial y partir hacia el frente para luchar en Rusia.

‘Niños feroces’ es un libro que tiene parte de novela y parte de ensayo.

Tanto no, por favor, yo creo que no alcanza a ser ni una novela de tesis. Es un texto que intenta tener un sentido y llegar más allá de la narración de un hecho. Sí que es una novela que va provocando permanentemente al pensamiento, invitando a la reflexión y cuestionando ideas preconcebidas y sólo en ese sentido puede tener perfiles de ensayo o de ensayo histórico.

¿Por qué has escogido este título?


Portada del libro

Lo que busco es darle vueltas a una idea recibida y de ahí viene el título, ya que la novela trata de una historia sobre la ambivalencia de la energía juvenil, que puede ser constructiva y destructiva. Y es la misma fuerza la que produce un joven, que puede ser manipulado para mantener y perpetuar un orden injusto o no. Es un arma de doble filo, pero que necesitamos. Por eso, en el libro aparece el filósofo Walter Benjamin, que se rebeló contra su maestro cuando éste publicó un panfleto animando a los alemanes a alistarse. Benjamín, en 1916, ya fue capaz de intuir lo que ocurriría treinta años más tarde.

En la novela, Lázaro, el profesor, se comporta como el director de una tesina.

Sí, es un poco eso. Él sabe que lo único que le falta al aprendiz de escritor es fe en si mismo, algo que es normal, porque tener fe en sí mismo es lo que mas le cuesta a cada uno. Y para ayudarle a superar esa traba está encima de él, le tiende trampas y le ayuda a salir de ellas.

¿Existen escritores tan generosos que regalan historias a los alumnos de un taller literario?

Entre los escritores hay de todo. No creo que este oficio presuponga la existencia de un ser envidioso, receloso [risas], huraño, maniático y todas esas cosas que harían que nadie quisiera ser escritor. En mi camino he encontrado gente muy generosa en este sentido, he visto regalar historias e incluso yo mismo lo he hecho.

¿Lorenzo Silva tiene más parecido con el maestro o con el alumno?

Tiene un poco de los dos y de ninguno. Comparto experiencias, estupores y zozobras con ellos. Generacionalmente, estoy más próximo al maestro y por eso el protagonista es Lázaro, el alumno, que es el que más me interesa. Pero son diferentes y he procurado poner muy en segundo plano al escritor, que es el que podría estar más próximo a mí. Lázaro, el maestro, me representa hasta cierto punto. Yo sería más blando y algodonoso, de hecho lo he sido con mis alumnos.

Incluyes también una cierta bibliografía.

Sí, al final la novela incluye una pequeña bibliografía comentada de obras que no son muy evidentes pero que a mí me han ayudado. Me gusta descubrir libros que, cuando los leo, me abren camino. Esta bibliografía es buena por si alguien desea profundizar más sobre el tema de la novela.

Para todos los que lucharon en la División Azul, esta experiencia ocupó siempre un lugar importante en sus vidas.

Claro, cuando uno tiene 20 años lo que le pasa se recuerda siempre. Si lo que te ocurre es que te envían al frente o que vas a combatir a 50 grados bajo cero no se olvida nunca, sobre todo si sobrevives y puedes volver para contarlo.

Cuando los divisionarios regresaron a España, se dieron cuenta de los consideraban más como un estorbo que como a héroes.

Sí, así fue. Y eso es la historia de todas las guerras. Siempre se emprenden con gran entusiasmo y el momento de la partida de las tropas es como un desahogo del ego nacional. Cuando vuelven, si lo hacen victoriosos el entusiasmo se prorroga un poco más; pero si regresan derrotados entonces se convierten en una presencia incómoda y molesta. En el momento de la partida de la División Azul, 1941, España era germanófila, mientras que a su regreso, con Alemania derrotada, era aliadófila. El propio régimen mandó callar a los que seguían siendo germanófilos aunque regresaran condecorados con las cruces de hierro. España trató muy mal a los divisionarios, ni siquiera les pagó los cuidados médicos que precisaban.

¿En la División Azul hubo de todo o los que marcharon eran fascistas convencidos?


Lorenzo Silva con su libro

Hubo personas que marcharon en la División Azul por la fuerza y que luego hayan sido consideradas como nazis es injusto, es algo tan despiadado que roza la infamia. Los que partieron voluntariamente lo hicieron empujados por un arrebato ideológico. Cada uno ha de ser leído y entendido en un contexto distinto.

De aquel periodo nos llegan apellidos que luego coparon páginas importantes de nuestra historia.

Efectivamente, entre otros Aramburu Topete, García Berlanga, Mercedes Milá, Fernando Castiella, Alfonso Armada y uno que por aquí conocéis muy bien: Milans del Bosch, vuestro capitán general de victorioso recuerdo.

¿Es cierto que hubo una unidad de la SS formada por españoles?

Sí que la hubo. Se trataba de una unidad pequeña y, a pesar de que algunos historiadores lo niegan, hay evidencia documental. Lo que ocurre es que este asunto había que mantenerlo tapado porque España ya era neutral entonces y Alemania necesitaba materiales estratégicos que compraba en nuestro país. Todo eso sucedió al final de la guerra, cuando los archivos alemanes eran ya muy precarios, pero hay un par de libros escritos por españoles que formaron parte de dicha unidad.

Entre tanta guerra, muerte y horror, ¿quedaba tiempo para el humor?

Sí y en ‘Niños feroces’ aparecen un par de chistes, extraídos del libro ‘Mortalmente divertido’, escrito por Rudolf Hertzog, un recopilatorio de los chistes que se contaban en aquella época contra Hitler. No hay que olvidar que quienes contaban estos chistes se jugaban la vida.

Acabamos con una cuestión que también aparece en la novela: ¿los ejércitos se crearon para realizar acciones humanitarias o para luchar y matar?

Los ejércitos están hechos para canalizar el uso extremo de la violencia por parte del estado. El estado utiliza la violencia en su beneficio. En grado mínimo es la multa; en grado medio es la policía dando palos en una manifestación; y en grado extremo es el ejército, que está para eso. Cuando se envían tropas a algún lugar, se hace para emplear la violencia o para amenazar de su uso como recurso. Y eso de humanitarismo no tiene mucho. A veces siento una especie de estupor si creemos que un señor de Afganistán o de Iraq, al ver a un vehículo blindado nuestro pasar por sus calles, lo va a aceptar como algo normal y se va a quedar tan tranquilo, especialmente si se escapa un tiro y le destroza la casa. Es lógico que esa gente no entienda que nosotros vayamos a su país armados hasta los dientes y lo que no comprendo es que a nosotros nos extrañe su postura.

“Mi novela provoca el pensamiento, cuestiona ideas preconcebidas e invita a la reflexión”

Lorenzo Silva, escritor
Herme Cerezo
jueves, 29 de septiembre de 2011, 08:31 h (CET)

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito entre otras las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista Premio Nadal 1997), Noviembre sin violetas, La sustancia interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004) y la Trilogía de Getafe, compuesta por Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París; el libro de relatos El déspota adolescente y el libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos.

También es autor de la serie policiaca protagonizada por los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, que comprende las novelas El lejano país de los estanques (Premio Ojo Crítico 1998), El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La niebla y la doncella, Nadie vale más que otro, La reina sin espejo y La estrategia del agua.

‘Niños feroces’ (Ediciones Destino) es el título de la última entrega del escritor Lorenzo Silva, una novela compleja e interesante, que aúna en sus páginas ramalazos de ensayo y de ficción sobre un tiempo lejano y otro más inmediato. Con su publicación, Silva interrumpe temporalmente las correrías de Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, la pareja de guardiaciviles que constituyen su aportación relevante y exitosa al género de la literatura negra o policial.

‘Niños feroces’, a la vez, supone un intento de mostrar al público lector, con las indispensables licencias, el proceso creativo que conduce a la gestación de una obra literaria: documentación, entrevistas, experiencias personales…, sin que por ello la historia que encierra pierda un ápice de interés. Al contrario, precisamente en ese proceso, en esas bambalinas literarias, radica uno de los atractivos principales de la novela.

‘Niños feroces’ cuenta la historia de Lázaro, un aprendiz de escritor que, falto de fe en sí mismo, teme enfrentarse al papel en blanco. Su maestro del taller de escritura al que asiste, que también se llama Lázaro, opina que tiene talento y capacidad para escribir lo que quiera. Pero el muchacho alega que su principal problema es la falta de argumentos y de imaginación para construirlos. Así que el profesor decide regalarle una historia y Lorenzo Silva, como si de un diario de guerra se tratase, escribe un alegato intemporal contra el belicismo. De la mano del aprendiz de escritor, seremos testigos directos de las vicisitudes de un joven soldado, Jorge García Vallejo que, con apenas veinte años, decidió alistarse en la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial y partir hacia el frente para luchar en Rusia.

‘Niños feroces’ es un libro que tiene parte de novela y parte de ensayo.

Tanto no, por favor, yo creo que no alcanza a ser ni una novela de tesis. Es un texto que intenta tener un sentido y llegar más allá de la narración de un hecho. Sí que es una novela que va provocando permanentemente al pensamiento, invitando a la reflexión y cuestionando ideas preconcebidas y sólo en ese sentido puede tener perfiles de ensayo o de ensayo histórico.

¿Por qué has escogido este título?


Portada del libro

Lo que busco es darle vueltas a una idea recibida y de ahí viene el título, ya que la novela trata de una historia sobre la ambivalencia de la energía juvenil, que puede ser constructiva y destructiva. Y es la misma fuerza la que produce un joven, que puede ser manipulado para mantener y perpetuar un orden injusto o no. Es un arma de doble filo, pero que necesitamos. Por eso, en el libro aparece el filósofo Walter Benjamin, que se rebeló contra su maestro cuando éste publicó un panfleto animando a los alemanes a alistarse. Benjamín, en 1916, ya fue capaz de intuir lo que ocurriría treinta años más tarde.

En la novela, Lázaro, el profesor, se comporta como el director de una tesina.

Sí, es un poco eso. Él sabe que lo único que le falta al aprendiz de escritor es fe en si mismo, algo que es normal, porque tener fe en sí mismo es lo que mas le cuesta a cada uno. Y para ayudarle a superar esa traba está encima de él, le tiende trampas y le ayuda a salir de ellas.

¿Existen escritores tan generosos que regalan historias a los alumnos de un taller literario?

Entre los escritores hay de todo. No creo que este oficio presuponga la existencia de un ser envidioso, receloso [risas], huraño, maniático y todas esas cosas que harían que nadie quisiera ser escritor. En mi camino he encontrado gente muy generosa en este sentido, he visto regalar historias e incluso yo mismo lo he hecho.

¿Lorenzo Silva tiene más parecido con el maestro o con el alumno?

Tiene un poco de los dos y de ninguno. Comparto experiencias, estupores y zozobras con ellos. Generacionalmente, estoy más próximo al maestro y por eso el protagonista es Lázaro, el alumno, que es el que más me interesa. Pero son diferentes y he procurado poner muy en segundo plano al escritor, que es el que podría estar más próximo a mí. Lázaro, el maestro, me representa hasta cierto punto. Yo sería más blando y algodonoso, de hecho lo he sido con mis alumnos.

Incluyes también una cierta bibliografía.

Sí, al final la novela incluye una pequeña bibliografía comentada de obras que no son muy evidentes pero que a mí me han ayudado. Me gusta descubrir libros que, cuando los leo, me abren camino. Esta bibliografía es buena por si alguien desea profundizar más sobre el tema de la novela.

Para todos los que lucharon en la División Azul, esta experiencia ocupó siempre un lugar importante en sus vidas.

Claro, cuando uno tiene 20 años lo que le pasa se recuerda siempre. Si lo que te ocurre es que te envían al frente o que vas a combatir a 50 grados bajo cero no se olvida nunca, sobre todo si sobrevives y puedes volver para contarlo.

Cuando los divisionarios regresaron a España, se dieron cuenta de los consideraban más como un estorbo que como a héroes.

Sí, así fue. Y eso es la historia de todas las guerras. Siempre se emprenden con gran entusiasmo y el momento de la partida de las tropas es como un desahogo del ego nacional. Cuando vuelven, si lo hacen victoriosos el entusiasmo se prorroga un poco más; pero si regresan derrotados entonces se convierten en una presencia incómoda y molesta. En el momento de la partida de la División Azul, 1941, España era germanófila, mientras que a su regreso, con Alemania derrotada, era aliadófila. El propio régimen mandó callar a los que seguían siendo germanófilos aunque regresaran condecorados con las cruces de hierro. España trató muy mal a los divisionarios, ni siquiera les pagó los cuidados médicos que precisaban.

¿En la División Azul hubo de todo o los que marcharon eran fascistas convencidos?


Lorenzo Silva con su libro

Hubo personas que marcharon en la División Azul por la fuerza y que luego hayan sido consideradas como nazis es injusto, es algo tan despiadado que roza la infamia. Los que partieron voluntariamente lo hicieron empujados por un arrebato ideológico. Cada uno ha de ser leído y entendido en un contexto distinto.

De aquel periodo nos llegan apellidos que luego coparon páginas importantes de nuestra historia.

Efectivamente, entre otros Aramburu Topete, García Berlanga, Mercedes Milá, Fernando Castiella, Alfonso Armada y uno que por aquí conocéis muy bien: Milans del Bosch, vuestro capitán general de victorioso recuerdo.

¿Es cierto que hubo una unidad de la SS formada por españoles?

Sí que la hubo. Se trataba de una unidad pequeña y, a pesar de que algunos historiadores lo niegan, hay evidencia documental. Lo que ocurre es que este asunto había que mantenerlo tapado porque España ya era neutral entonces y Alemania necesitaba materiales estratégicos que compraba en nuestro país. Todo eso sucedió al final de la guerra, cuando los archivos alemanes eran ya muy precarios, pero hay un par de libros escritos por españoles que formaron parte de dicha unidad.

Entre tanta guerra, muerte y horror, ¿quedaba tiempo para el humor?

Sí y en ‘Niños feroces’ aparecen un par de chistes, extraídos del libro ‘Mortalmente divertido’, escrito por Rudolf Hertzog, un recopilatorio de los chistes que se contaban en aquella época contra Hitler. No hay que olvidar que quienes contaban estos chistes se jugaban la vida.

Acabamos con una cuestión que también aparece en la novela: ¿los ejércitos se crearon para realizar acciones humanitarias o para luchar y matar?

Los ejércitos están hechos para canalizar el uso extremo de la violencia por parte del estado. El estado utiliza la violencia en su beneficio. En grado mínimo es la multa; en grado medio es la policía dando palos en una manifestación; y en grado extremo es el ejército, que está para eso. Cuando se envían tropas a algún lugar, se hace para emplear la violencia o para amenazar de su uso como recurso. Y eso de humanitarismo no tiene mucho. A veces siento una especie de estupor si creemos que un señor de Afganistán o de Iraq, al ver a un vehículo blindado nuestro pasar por sus calles, lo va a aceptar como algo normal y se va a quedar tan tranquilo, especialmente si se escapa un tiro y le destroza la casa. Es lógico que esa gente no entienda que nosotros vayamos a su país armados hasta los dientes y lo que no comprendo es que a nosotros nos extrañe su postura.

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