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“El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos.” Benjamin Disraeli

Las goteras en el PP exigen una seria reflexión

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Cuando un padre, esta persona que parece que en Andalucía, en la actualidad, se le ha bautizado como “guardador” en determinados documentos públicos, –en un alarde de lo que son capaces de imaginar estos progresistas ineptos, que pretenden gobernar nuestro país desde las más obsoletas y desprestigiadas ideas de lo que debiera ser una sociedad moderna, adelantada y capaz de mantener a la nación en la senda del progreso y el bienestar que, por supuesto, no es siguiendo sus disparatadas teorías política y económicas, como se puede conseguir alcanzarla –, da un consejo a su hijo, por muy desagradable incómodo, molesto o desacertado que pudiera resultarle, es obvio que siempre se hace con la sana intención de que le sirva para orientación, reflexión y estímulo, es decir, para su bien, aunque, en realidad, el consejo pudiera ser desacertado o equivocado. En mi caso, como simple ciudadano de a pie, votante endémico del partido de Fraga y disgustado por el rumbo que, desde hace un tiempo, los actuales dirigentes están imprimiendo a esta formación de derechas, aunque algunos se empeñan en calificarla de centro-derecha; me siento en el puesto de un padre que lo único que desea es que su hijo, en este caso su partido, al que ha venido apoyando contra viento y marea, acierte en sus decisiones y sea capaz de triunfar en sus objetivos.

Y si me he perdido en tan largo preámbulo es, simplemente, por dejar claro que las críticas que puedan salir en este comentario, respecto al actual PP, no proceden de alguien que esté empeñado en desacreditarlo o hundirlo, sino, más bien, de quien está preocupado por lo que está viendo y desearía que, muchas de las cosas que le están sucediendo, de un tiempo a esta parte, dejaran de constituir terreno abonado para que sus adversarios políticos tuvieran la posibilidad de cebarse sobre él. Dicho lo dicho, es evidente que las cosas no pueden irle yendo peor a don Mariano Rajoy y a su equipo de gobierno, cuando no pasa semana que no salga algún caso de corrupción que le afecte, alguna noticia desalentadora respecto a sus enfrentamientos parlamentarios o, lo que todavía es peor, los tribunales, en este caso el TC, pongan en evidencia a alguno de sus ministros, como ha sido la bofetada que ha recibido el ministro Montoro cuando se ha tenido que tragar que, su ley de amnistía fiscal, ha sido declarada inconstitucional, después de que el ministro hubiera presumido de su legalidad.

Uno se pregunta ¿hasta qué punto un líder de una formación política, por preparado que se considere, por honrado que sea, por lo mucho que haya conseguido en el aspecto económico o por muy inteligente que sea, puede seguir manteniendo el estandarte, ante una serie de circunstancias desfavorables que parece que no van a tener fin y frente a una pérdida de votos que, en goteo constante, está experimentando su partido, intentando permanecer impasible, ignorando las críticas de sus opositores, seguir amarrándose con fuerza a su sillón y dejar que su partido se vaya degradando, simplemente por el prurito de no querer dar su brazo a torcer aunque, con ello, pueda llegar a producir que, en España, se llegara a producir un vuelco electoral que permitiera que, los socialistas, aliados con los comunistas, tuvieran la ocasión de gobernar esta nación; algo que, para cualquier persona que siga la política sería, sin duda, la mayor desgracia que le pudiera suceder a nuestra cuitada nación.

La incuria en la que se ha instalado este gobierno del PP, ha dado lugar a que el partido del señor Rivera, Ciudadanos, de salir apaleado de las anteriores elecciones, haya conseguido aumentar su número de votantes con la particularidad de que, la mayoría de ellos, ya no proceden de los socialistas como ocurrió en otras ocasiones, sino que se nutren de personas desengañadas por la corrupción del PP, que buscan amparo en otro partido, aunque no sea de derechas, que les infunda más confianza por la honradez de sus dirigentes y la esperanza de que no van a caer en abismo de la corrupción. En realidad, lo que se está sucediendo, ante el asombro de cientos de miles de los seguidores del PP, es que aquella seguridad que nos infundía la dirección del partido, aquella certeza de que pisaba firme en cada una de sus apuestas y determinaciones, aquella unidad en el mantenimiento de los principios y valores fundamentales del partido y aquella solvencia y seguridad que emanaban cada uno de sus directivos, se ha esfumado.

Creemos que ha llegado el momento en el que el PP debe pensar seriamente en algo que ya debió de haber hecho en el pasado congreso y que, lamentablemente, se obvió en aras de seguir manteniendo el statu quo contra viento y marea; salvando, una vez más, la figura del señor Mariano Rajoy cuando, en realidad lo que hacía falta es preparar su relevo, buscar a un sucesor apto, experimentado, capacitado y libre de cualquier sospecha que pudiera empañar su hoja de servicios, para irlo preparando con tiempo, e ir introduciéndolo en el espacio político para irse fajando en el puesto, de modo que, para las próximas elecciones pudiera tomar el mando del partido y enfrentarse, libre de sospechas de corrupción o de haberla consentido, recuperando la confianza de los miles de votantes que, durante esto años pasados, han ido abandonando el partido, disgustados por las nuevas fórmulas implantadas por una serie de nuevos ministros, en muchos aspectos alejados de las verdaderas directrices de los populares, que son los que han conducido al partido a la peligrosa y difícil situación en la que, actualmente, se encuentra.

El señor Rajoy ha cumplido con su etapa de sacar al país de la deficiente situación económica y social en que lo dejó el señor Rodríguez Zapatero, algo que parecen haber olvidados los dirigentes socialistas que lo han sucedido cuando, temerariamente, se ofrecen a tomar, de nuevo, la dirección de la nación; sin tomar en cuenta que su desastrosa gestión, durante el periodo de Zapatero, estuvo a punto de llevar a la nación española a la quiebra soberana. En la actualidad, es evidente que don Mariano está dando bandazos, acosado por todos los lados, incapaz de contrarrestar los ataques que, con rara persistencia y colaboración de toda la oposición, incluido Ciudadanos, está recibiendo; cuando se puede decir que, cada semana, aparece un nuevo motivo de preocupación gracias al encono de los jueces, la perseverancia de sus enemigos políticos y la evidencia de que, dentro del partido, se han estado aprovechando y enriqueciendo, a costa de la cosa pública, una serie de sinvergüenzas que han agotado la paciencia de cualquier simpatizante del PP.

Urge la refundación, a fondo, del PP. No valen más excusas, retrasos, consideraciones electorales o la sempiterna excusa de que no hay quien sea capaz de sustituir al actual factótum del partido. Si se espera más, si se retarda introducir, sin miedo, el bisturí cauterizador de la extirpación del cáncer de la corrupción o se pospone la creación de un nuevo ejecutivo capaz de tomar las riendas, dejar atrás todo el emponzoñamiento que ha desacreditado al PP durante los últimos años y sea capaz de iniciar una nueva etapa en la que se retorne a la verdadera razón de ser de la formación de Fraga, prescindiendo de veleidades seudo socialistas, reafirmando los valores cristianos de sus orígenes y regresando a los postulados de la antigua Alianza Popular en cuanto a temas tan escabrosos como es el del aborto, de las bodas gay, de la unidad de la nación y de la firmeza en contra de cualquier asomo de irregularidades administrativas, enriquecimiento ilegal, prevaricaciones, malversación de bienes o cualquiera de los delitos relacionados con el mal uso del puesto político que se ocupe o la aplicación irregular de los fondos públicos, de modo que no haya tolerancia alguna con quienes cometieran tales abusos, siendo inmediatamente neutralizados y privados de permanecer, ni un minuto más, en los cargos que tuvieran.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda otro remedio que insistir, una vez más, en que el PP necesita un baldeado general con el que se eliminen, de una vez por todas, estas formas espurias de beneficiarse de los cargos que algunos delincuentes ostentan, para que, en adelante, con nuevos gestores, con ideas nuevas y recuperando virtudes de las que hicieron gala los fundadores del partido, podamos ir restableciendo, con esfuerzo y tenacidad, todos aquellos objetivos que por mojigatería, ambición de poder, consideraciones electorales o lucimiento propio, se han dejado arrebatar por sus adversarios políticos; algo que, en ningún caso se debiera de haber consentido. No sabemos si ya será tarde para intentar esta necesaria regeneración del PP, pero lo que sí sabemos es que, si no se inicia cuanto antes, es muy posible que ya no se llegue a tiempo para salvarlo de su propia decadencia.

Las goteras en el PP exigen una seria reflexión

“El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos.” Benjamin Disraeli
Miguel Massanet
sábado, 10 de junio de 2017, 11:40 h (CET)
Cuando un padre, esta persona que parece que en Andalucía, en la actualidad, se le ha bautizado como “guardador” en determinados documentos públicos, –en un alarde de lo que son capaces de imaginar estos progresistas ineptos, que pretenden gobernar nuestro país desde las más obsoletas y desprestigiadas ideas de lo que debiera ser una sociedad moderna, adelantada y capaz de mantener a la nación en la senda del progreso y el bienestar que, por supuesto, no es siguiendo sus disparatadas teorías política y económicas, como se puede conseguir alcanzarla –, da un consejo a su hijo, por muy desagradable incómodo, molesto o desacertado que pudiera resultarle, es obvio que siempre se hace con la sana intención de que le sirva para orientación, reflexión y estímulo, es decir, para su bien, aunque, en realidad, el consejo pudiera ser desacertado o equivocado. En mi caso, como simple ciudadano de a pie, votante endémico del partido de Fraga y disgustado por el rumbo que, desde hace un tiempo, los actuales dirigentes están imprimiendo a esta formación de derechas, aunque algunos se empeñan en calificarla de centro-derecha; me siento en el puesto de un padre que lo único que desea es que su hijo, en este caso su partido, al que ha venido apoyando contra viento y marea, acierte en sus decisiones y sea capaz de triunfar en sus objetivos.

Y si me he perdido en tan largo preámbulo es, simplemente, por dejar claro que las críticas que puedan salir en este comentario, respecto al actual PP, no proceden de alguien que esté empeñado en desacreditarlo o hundirlo, sino, más bien, de quien está preocupado por lo que está viendo y desearía que, muchas de las cosas que le están sucediendo, de un tiempo a esta parte, dejaran de constituir terreno abonado para que sus adversarios políticos tuvieran la posibilidad de cebarse sobre él. Dicho lo dicho, es evidente que las cosas no pueden irle yendo peor a don Mariano Rajoy y a su equipo de gobierno, cuando no pasa semana que no salga algún caso de corrupción que le afecte, alguna noticia desalentadora respecto a sus enfrentamientos parlamentarios o, lo que todavía es peor, los tribunales, en este caso el TC, pongan en evidencia a alguno de sus ministros, como ha sido la bofetada que ha recibido el ministro Montoro cuando se ha tenido que tragar que, su ley de amnistía fiscal, ha sido declarada inconstitucional, después de que el ministro hubiera presumido de su legalidad.

Uno se pregunta ¿hasta qué punto un líder de una formación política, por preparado que se considere, por honrado que sea, por lo mucho que haya conseguido en el aspecto económico o por muy inteligente que sea, puede seguir manteniendo el estandarte, ante una serie de circunstancias desfavorables que parece que no van a tener fin y frente a una pérdida de votos que, en goteo constante, está experimentando su partido, intentando permanecer impasible, ignorando las críticas de sus opositores, seguir amarrándose con fuerza a su sillón y dejar que su partido se vaya degradando, simplemente por el prurito de no querer dar su brazo a torcer aunque, con ello, pueda llegar a producir que, en España, se llegara a producir un vuelco electoral que permitiera que, los socialistas, aliados con los comunistas, tuvieran la ocasión de gobernar esta nación; algo que, para cualquier persona que siga la política sería, sin duda, la mayor desgracia que le pudiera suceder a nuestra cuitada nación.

La incuria en la que se ha instalado este gobierno del PP, ha dado lugar a que el partido del señor Rivera, Ciudadanos, de salir apaleado de las anteriores elecciones, haya conseguido aumentar su número de votantes con la particularidad de que, la mayoría de ellos, ya no proceden de los socialistas como ocurrió en otras ocasiones, sino que se nutren de personas desengañadas por la corrupción del PP, que buscan amparo en otro partido, aunque no sea de derechas, que les infunda más confianza por la honradez de sus dirigentes y la esperanza de que no van a caer en abismo de la corrupción. En realidad, lo que se está sucediendo, ante el asombro de cientos de miles de los seguidores del PP, es que aquella seguridad que nos infundía la dirección del partido, aquella certeza de que pisaba firme en cada una de sus apuestas y determinaciones, aquella unidad en el mantenimiento de los principios y valores fundamentales del partido y aquella solvencia y seguridad que emanaban cada uno de sus directivos, se ha esfumado.

Creemos que ha llegado el momento en el que el PP debe pensar seriamente en algo que ya debió de haber hecho en el pasado congreso y que, lamentablemente, se obvió en aras de seguir manteniendo el statu quo contra viento y marea; salvando, una vez más, la figura del señor Mariano Rajoy cuando, en realidad lo que hacía falta es preparar su relevo, buscar a un sucesor apto, experimentado, capacitado y libre de cualquier sospecha que pudiera empañar su hoja de servicios, para irlo preparando con tiempo, e ir introduciéndolo en el espacio político para irse fajando en el puesto, de modo que, para las próximas elecciones pudiera tomar el mando del partido y enfrentarse, libre de sospechas de corrupción o de haberla consentido, recuperando la confianza de los miles de votantes que, durante esto años pasados, han ido abandonando el partido, disgustados por las nuevas fórmulas implantadas por una serie de nuevos ministros, en muchos aspectos alejados de las verdaderas directrices de los populares, que son los que han conducido al partido a la peligrosa y difícil situación en la que, actualmente, se encuentra.

El señor Rajoy ha cumplido con su etapa de sacar al país de la deficiente situación económica y social en que lo dejó el señor Rodríguez Zapatero, algo que parecen haber olvidados los dirigentes socialistas que lo han sucedido cuando, temerariamente, se ofrecen a tomar, de nuevo, la dirección de la nación; sin tomar en cuenta que su desastrosa gestión, durante el periodo de Zapatero, estuvo a punto de llevar a la nación española a la quiebra soberana. En la actualidad, es evidente que don Mariano está dando bandazos, acosado por todos los lados, incapaz de contrarrestar los ataques que, con rara persistencia y colaboración de toda la oposición, incluido Ciudadanos, está recibiendo; cuando se puede decir que, cada semana, aparece un nuevo motivo de preocupación gracias al encono de los jueces, la perseverancia de sus enemigos políticos y la evidencia de que, dentro del partido, se han estado aprovechando y enriqueciendo, a costa de la cosa pública, una serie de sinvergüenzas que han agotado la paciencia de cualquier simpatizante del PP.

Urge la refundación, a fondo, del PP. No valen más excusas, retrasos, consideraciones electorales o la sempiterna excusa de que no hay quien sea capaz de sustituir al actual factótum del partido. Si se espera más, si se retarda introducir, sin miedo, el bisturí cauterizador de la extirpación del cáncer de la corrupción o se pospone la creación de un nuevo ejecutivo capaz de tomar las riendas, dejar atrás todo el emponzoñamiento que ha desacreditado al PP durante los últimos años y sea capaz de iniciar una nueva etapa en la que se retorne a la verdadera razón de ser de la formación de Fraga, prescindiendo de veleidades seudo socialistas, reafirmando los valores cristianos de sus orígenes y regresando a los postulados de la antigua Alianza Popular en cuanto a temas tan escabrosos como es el del aborto, de las bodas gay, de la unidad de la nación y de la firmeza en contra de cualquier asomo de irregularidades administrativas, enriquecimiento ilegal, prevaricaciones, malversación de bienes o cualquiera de los delitos relacionados con el mal uso del puesto político que se ocupe o la aplicación irregular de los fondos públicos, de modo que no haya tolerancia alguna con quienes cometieran tales abusos, siendo inmediatamente neutralizados y privados de permanecer, ni un minuto más, en los cargos que tuvieran.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda otro remedio que insistir, una vez más, en que el PP necesita un baldeado general con el que se eliminen, de una vez por todas, estas formas espurias de beneficiarse de los cargos que algunos delincuentes ostentan, para que, en adelante, con nuevos gestores, con ideas nuevas y recuperando virtudes de las que hicieron gala los fundadores del partido, podamos ir restableciendo, con esfuerzo y tenacidad, todos aquellos objetivos que por mojigatería, ambición de poder, consideraciones electorales o lucimiento propio, se han dejado arrebatar por sus adversarios políticos; algo que, en ningún caso se debiera de haber consentido. No sabemos si ya será tarde para intentar esta necesaria regeneración del PP, pero lo que sí sabemos es que, si no se inicia cuanto antes, es muy posible que ya no se llegue a tiempo para salvarlo de su propia decadencia.

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