Yo nunca he estado en Athens (Georgia). Conozco muy poco de Estados Unidos y nada los estados sureños. Aún así desde hace 20 años aproximadamente esta ciudad universitaria me era familiar. Sus tierras húmedas y pantanosas, sus mansiones, sus inmensas arboledas, su carácter hospitalario. Lo que allí sucedía no me era extraño gracias a cuatro músicos; Michael Stipe, Peter Buck, Mike Mills y Bill Berry, cuya banda R.E.M. es co-responsable de la banda sonora de mi adolescencia.
Ellos acostumbrados a que discos como Murmur (1983), Reckoning (1984) o la obra maestra Document (1987), sonaran en las radios universitarias, iban a convertirse en un referente mundial a principios de los noventa, cuando apuntalaron una identidad cimentada una década antes, a base de originales planteamientos líricos de un cancionero que bebe directamente de las fuentes literarias, filosóficas y religiosas. Crearon cultura que consumían las masas colapsando las listas de ventas y los bailes en las discotecas de una época en la que el grunge era la tendencia.
Nunca se sintieron incómodos con los quiebros de la industria. De hecho eran uno de los pilares sobre los que ésta se sustentaba. La cuidada estética de cada promoción videomusical, las giras bajo el halo del hombre-espectáculo-Stipe, el diseño de sus portadas, la imagen pulcra de cada miembro, si exceptuamos algún desvarío de Peter Buck, les otorgaban un crédito infinito reservado sólo para los más grandes. Pero es que además hacían buenas canciones, había contenido detrás de todo lo que una discográfica grande, la Warner en su caso, podía esperar y controlar. Estos chicos de Athens podían con todo, excepto con la enfermedad. Su batería Bill Berry decidió dejar la banda tras un aneurisma y aunque R.E.M. se recompuso, algo de la unidad se había desintegrado. Durante los 15 años siguientes, siguieron grabando LP´s, incluso lanzaron esta misma primavera Collapse into Now. Algunos tardan mucho tiempo en asumir lo inaceptable aunque sea real.
La elegancia del rock alternativo se ha retirado. Yo no sé cuánto tardaré en asumirlo. De momento voy a refugiarme en su discografía ochentera porque parte de la verdad reside ahí, en ese lugar intangible donde la música se ubica, entre el alma y el corazón.