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"Volvemos a estar en la zona de peligro", afirma un destacado economista del Fondo Monetario Internacional

¿Repetimos los errores de los años 30?

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WASHINGTON -- . Aunque exageradamente modesta, la afirmación plasma la paradoja fundamental del encuentro anual del FMI y el Banco Mundial este año. Todo el mundo está alarmado ante el vertiginoso deterioro del panorama económico, pero no hay ninguna orientación clara -- ni consenso en torno a lo que hay que hacer ni, aun cuando hay un acuerdo rudimentario, convicción alguna de que alguna política funcional vaya a permitir la intervención. Existe un peligroso vacío de ideas y de fortaleza.

En realidad, lo que hay que hacer no es esotérico. Europa es ya el foco principal del siniestro de la inquietud mundial. La mayor parte de sus economías de referencia están fuertemente endeudadas. La economía se ha desacelerado hasta ser un gateo; la previsión más reciente del FMI (optimista quizá) sitúa el crecimiento del próximo ejercicio en torno al 1 por ciento. Las entidades bancarias están amenazadas por su exposición a la deuda soberana cada vez más devaluada. Lo que se avecina es un círculo vicioso: el crecimiento más lento dificulta recortar el déficit público; esto hace que los inversores saquen a la venta títulos de deuda pública europea a mansalva; los tipos suben, las entidades bancarias se debilitan y la situación económica empeora.

Una forma factible de romper este ciclo consiste en instituir una instancia global nueva de préstamo que adquiera la deuda europea y, al hacerlo, prolongue el plazo de vencimiento y cobre un interés modesto (que no induzca al pánico financiero). Esto brindaría a Europea tiempo para realizar cambios paulatinos -- reducir la deuda pública, subir los impuestos -- imprescindibles para cuadrar los presupuestos.

Llámelo "rescate", "salvamento" o "refinanciación". Con independencia del nombre, no es probable que funcione sin China. Ella tiene el capital para convertirse, en la práctica, en el principal banquero de Europa. Sus reservas de divisa exterior alcanzar en total los 3,2 billones de dólares y crecen a un ritmo de cientos de miles de millones de dólares al año. Pero Estados Unidos y Europa no quieren convocar a China, y los chinos no parecen querer ser convocados. El resultado: parálisis.

Es fácil entender la razón. Estadounidenses y europeos no quieren ceder poder a China, cuyos objetivos suscitan la desconfianza. China podría aspirar a un nuevo orden mundial que obedezca a los intereses de China, al tiempo que descarrila el sistema en vigor de "comercio libre basado en reglamentos", escribe en su obra "Eclipse" el economista Arvind Subramanian. La implicación de China provocaría probablemente un gran revuelo en Estados Unidos y en Europa, con repercusiones impredecibles. De igual forma, China desprecia aparentemente las opciones que tendría. ¿Qué grado de severidad revestiría el préstamo? ¿Cómo se afrontarían las pérdidas?

La parálisis política se encuentra con la deriva económica. Flirteamos con una recesión global renovada, empujada por los desplomes de Europa y Estados Unidos. Con 44 millones de parados ya en las economías avanzadas, las implicaciones sociales y políticas son horrorosas. Peor aún, una nueva recesión podría desembocar en un período de descenso de la actividad económica más acusado y más prolongado.

La alternativa es que Europa se las arregle. Aunque viable, la suerte parece cada vez más en contra. La premisa de los europeos de que saben gestionar sus problemas de deuda hiede a utopía.

Hay demasiada deuda. Durante la primavera de 2010, los tipos de interés exigidos por los mercados indicaron que sólo alrededor del cinco por ciento de la deuda de la eurozona se consideraba de alto riesgo, afirma el FMI. Eso suponía Grecia solamente. Hacia finales del verano de 2011, la horquilla considerada de riesgo era del 46 por ciento, y abarcaba a Irlanda, Portugal, España, Italia y Bélgica. Si los mercados suman a Francia a este grupo -- una posibilidad real -- la horquilla de deuda amenazada salta al 66 por ciento.

Es plausible que la mitad o el tercio fuerte de la eurozona (las 17 economías que utilizan el euro) puedan rescatar a todos los socios más débiles, en parte porque los países "fuertes" también tienen endeudamientos elevados. Todo el mundo conoce las deudas de Grecia, Italia e Irlanda, que son respectivamente del 166 por ciento, de 121 por ciento y del 109 por ciento de su economía anual (producto interior bruto). Menos conocido es que la deuda de Alemania es del 83 por ciento del PIB y la de Francia del 87 por ciento. (Los estadounidenses no deberían de sonreír. El endeudamiento estadounidense -- valiéndose de parámetros similares -- es del 100 por ciento del PIB).

Europa es rehén de los mercados económicos porque los actuales déficits y los préstamos a punto de vencer se traducen en que muchos países tienen que endeudarse fuertemente de forma regular. Grecia, Irlanda y Portugal ya han sido excluidos del mercado privado; los compradores de la deuda exigían tipos de interés imposibles de asumir. Esa suerte puede aguardar a otros. Algunos países se enfrentan a escalofriantes necesidades de financiación en el ejercicio 2012. El FMI calcula que Italia va a necesitar préstamos nuevos por valor en torno a la cuarta parte de su PIB; en los casos de España y Francia, los importes rondan la quinta parte del PIB.

Europa está atrapada en una tenaza económica: el lento crecimiento castiga desde un frente; los volubles mercados castigan desde el otro. Una forma evidente de salir del paso -- la opción de China -- parece prohibida por consideraciones geopolíticas. Hay precedentes. Los historiadores achacan la gravedad de la Gran Depresión en parte a la mala cooperación internacional. El economista Charles Kindleberger encontraba un vacío de poder: Gran Bretaña, el viejo referente económico, ya no podía liderar en solitario; y Estados Unidos -- el relevo -- no estaba preparado para ayudar. ¿Hay un paralelismo entre Estados Unidos y China hoy? ¿Estamos replicando los errores de la década de los años 30? Interrogantes perturbadores sin respuesta.

¿Repetimos los errores de los años 30?

"Volvemos a estar en la zona de peligro", afirma un destacado economista del Fondo Monetario Internacional
Robert J. Samuelson
lunes, 26 de septiembre de 2011, 06:48 h (CET)
WASHINGTON -- . Aunque exageradamente modesta, la afirmación plasma la paradoja fundamental del encuentro anual del FMI y el Banco Mundial este año. Todo el mundo está alarmado ante el vertiginoso deterioro del panorama económico, pero no hay ninguna orientación clara -- ni consenso en torno a lo que hay que hacer ni, aun cuando hay un acuerdo rudimentario, convicción alguna de que alguna política funcional vaya a permitir la intervención. Existe un peligroso vacío de ideas y de fortaleza.

En realidad, lo que hay que hacer no es esotérico. Europa es ya el foco principal del siniestro de la inquietud mundial. La mayor parte de sus economías de referencia están fuertemente endeudadas. La economía se ha desacelerado hasta ser un gateo; la previsión más reciente del FMI (optimista quizá) sitúa el crecimiento del próximo ejercicio en torno al 1 por ciento. Las entidades bancarias están amenazadas por su exposición a la deuda soberana cada vez más devaluada. Lo que se avecina es un círculo vicioso: el crecimiento más lento dificulta recortar el déficit público; esto hace que los inversores saquen a la venta títulos de deuda pública europea a mansalva; los tipos suben, las entidades bancarias se debilitan y la situación económica empeora.

Una forma factible de romper este ciclo consiste en instituir una instancia global nueva de préstamo que adquiera la deuda europea y, al hacerlo, prolongue el plazo de vencimiento y cobre un interés modesto (que no induzca al pánico financiero). Esto brindaría a Europea tiempo para realizar cambios paulatinos -- reducir la deuda pública, subir los impuestos -- imprescindibles para cuadrar los presupuestos.

Llámelo "rescate", "salvamento" o "refinanciación". Con independencia del nombre, no es probable que funcione sin China. Ella tiene el capital para convertirse, en la práctica, en el principal banquero de Europa. Sus reservas de divisa exterior alcanzar en total los 3,2 billones de dólares y crecen a un ritmo de cientos de miles de millones de dólares al año. Pero Estados Unidos y Europa no quieren convocar a China, y los chinos no parecen querer ser convocados. El resultado: parálisis.

Es fácil entender la razón. Estadounidenses y europeos no quieren ceder poder a China, cuyos objetivos suscitan la desconfianza. China podría aspirar a un nuevo orden mundial que obedezca a los intereses de China, al tiempo que descarrila el sistema en vigor de "comercio libre basado en reglamentos", escribe en su obra "Eclipse" el economista Arvind Subramanian. La implicación de China provocaría probablemente un gran revuelo en Estados Unidos y en Europa, con repercusiones impredecibles. De igual forma, China desprecia aparentemente las opciones que tendría. ¿Qué grado de severidad revestiría el préstamo? ¿Cómo se afrontarían las pérdidas?

La parálisis política se encuentra con la deriva económica. Flirteamos con una recesión global renovada, empujada por los desplomes de Europa y Estados Unidos. Con 44 millones de parados ya en las economías avanzadas, las implicaciones sociales y políticas son horrorosas. Peor aún, una nueva recesión podría desembocar en un período de descenso de la actividad económica más acusado y más prolongado.

La alternativa es que Europa se las arregle. Aunque viable, la suerte parece cada vez más en contra. La premisa de los europeos de que saben gestionar sus problemas de deuda hiede a utopía.

Hay demasiada deuda. Durante la primavera de 2010, los tipos de interés exigidos por los mercados indicaron que sólo alrededor del cinco por ciento de la deuda de la eurozona se consideraba de alto riesgo, afirma el FMI. Eso suponía Grecia solamente. Hacia finales del verano de 2011, la horquilla considerada de riesgo era del 46 por ciento, y abarcaba a Irlanda, Portugal, España, Italia y Bélgica. Si los mercados suman a Francia a este grupo -- una posibilidad real -- la horquilla de deuda amenazada salta al 66 por ciento.

Es plausible que la mitad o el tercio fuerte de la eurozona (las 17 economías que utilizan el euro) puedan rescatar a todos los socios más débiles, en parte porque los países "fuertes" también tienen endeudamientos elevados. Todo el mundo conoce las deudas de Grecia, Italia e Irlanda, que son respectivamente del 166 por ciento, de 121 por ciento y del 109 por ciento de su economía anual (producto interior bruto). Menos conocido es que la deuda de Alemania es del 83 por ciento del PIB y la de Francia del 87 por ciento. (Los estadounidenses no deberían de sonreír. El endeudamiento estadounidense -- valiéndose de parámetros similares -- es del 100 por ciento del PIB).

Europa es rehén de los mercados económicos porque los actuales déficits y los préstamos a punto de vencer se traducen en que muchos países tienen que endeudarse fuertemente de forma regular. Grecia, Irlanda y Portugal ya han sido excluidos del mercado privado; los compradores de la deuda exigían tipos de interés imposibles de asumir. Esa suerte puede aguardar a otros. Algunos países se enfrentan a escalofriantes necesidades de financiación en el ejercicio 2012. El FMI calcula que Italia va a necesitar préstamos nuevos por valor en torno a la cuarta parte de su PIB; en los casos de España y Francia, los importes rondan la quinta parte del PIB.

Europa está atrapada en una tenaza económica: el lento crecimiento castiga desde un frente; los volubles mercados castigan desde el otro. Una forma evidente de salir del paso -- la opción de China -- parece prohibida por consideraciones geopolíticas. Hay precedentes. Los historiadores achacan la gravedad de la Gran Depresión en parte a la mala cooperación internacional. El economista Charles Kindleberger encontraba un vacío de poder: Gran Bretaña, el viejo referente económico, ya no podía liderar en solitario; y Estados Unidos -- el relevo -- no estaba preparado para ayudar. ¿Hay un paralelismo entre Estados Unidos y China hoy? ¿Estamos replicando los errores de la década de los años 30? Interrogantes perturbadores sin respuesta.

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