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El juez Ruz ha tenido el gran mérito de saber enmendar la plana a su antecesor, el egocéntrico, espabilado, sectario y autócrata juez Garzón

Algo huele a podrido en Dinamarca

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En el drama shakespeariano Hamlet, Marcelo, el fiel guardián del palacio, insistía ante su señor y Horacio, en que Dinamarca estaba podrida, porque ya intuía que las cosas no iban bien, no sólo en su país, sino en el propio palacio que el estaba obligado a custodiar. Pues, señores, esta misma sensación que sentía el bueno de Marcelo la sentimos los españoles ante la metamorfosis que ha sufrido nuestra nación desde que los socialistas asumieron el poder en aquel aciago marzo del año 2004, después de que el “oportuno” 11M les pusiera en bandeja la derrota de su endémico adversario, el Partido Popular.

El que el pobre Montesquieu, aquel a quien enterró, prematuramente, el señor Alfonso Guerra durante el periodo del gobierno del señor Felipe González; haya caído en el más profundo de los olvidos, rematado otra vez por nuestros actuales gobernantes; no hay nadie que lo niegue y, en consecuencia, ya nos hemos ido acostumbrando a que, los tradicionales tres poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, hayan dejado de actuar independientemente el uno del otro, para convertirse en un extraño monstruo de tres cabezas, como aquellos flamígeros dragones de la imaginación de nuestros ancestros, cada una de las cuales tenía su propia independencia pero las tres dependían en todo del cuerpo al que estaban unidas. Para decirlo en román paladino: aquí no hay quien mueva un dedo sin que pase por el rasero de la censura del poder.

El juez Ruz ha tenido el gran mérito de saber enmendar la plana a su antecesor, el egocéntrico, espabilado, sectario y autócrata juez Garzón, aquel que se inventó un nuevo sistema judicial, en el que las pruebas podían ser manipuladas, ocultadas y puenteadas si, para lo que él consideraba conveniente a sus intereses, podían constituir un molesto estorbo. Así y todo, el juez Ruz acometió la tarea ingente de reconstruir el caso, el del “Chivatazo”, conocido como caso Faisán; hasta elaborar un brillante trabajo que dejaba en evidencia la participación de determinados policías en el famoso chivatazo a los etarras que debían ser detenidos, mediante una redada policial al famoso bar Faisán, para pillarlos “in fraganti”. Pero el voluntarioso juez no sabía con quien se medía, ¡nada menos que con el omnipresente, el omnipotente y marrullero Alfredo Pérez Rubalcaba!, a la sazón ministro de Interior y factotum, en la sombra, de todas las maldades perpetradas por el infumable Ejecutivo del señor Rodríguez Zapatero.

¡Con la Iglesia hemos topado Sancho! Todos los mecanismos del Estado, no, por supuesto, del Estado de Derecho (que, en España, está ilocalizable en paradero desconocido); se pusieron en marcha, empezando por la fiscalía, un cuerpo incondicional a las ordenes del PSOE, que se ha convertido de representante de la acusación del Estado, en defensor a ultranza de las tesis socialistas, que consisten en exonerar a los miembros del partido y simpatizantes y darles caña, sin ningún miramiento, a los de la oposición del PP. Con tales recursos y gozando del apoyo incondicional del señor Camacho que, por la cuenta que le trae, desea darle, cuanto antes, carpetazo al molesto y enojoso tema del famoso chivatazo (en el que pudiera estar involucrado); la presión que se ha debido de ejercer sobre los mojigatos miembros de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, debe haber hecho saltar los fusibles de sus señorías. Se trataba de contentar al juez Bermúdez, que se sacó de la manga una insólita convocatoria del pleno de la sala, para escatimarles a los jueces a los que correspondía el caso el resolver sobre la apelación presentada. Se han querido asegurar de que no saliera una sentencia que acabara con los sueños del señor Rubalcaba a ocupar el sillón de la Moncloa.

No contentos con esta cacicada, los 14 jueces, sin entrar en el fondo de la cuestión o sea, sin determinar si la calificación de colaboración con banda armada era correcta o no; se han limitado a tirar pelotas fuera y han usado una de estas soluciones salomónicas que sirven para dejar al descubierto hasta que punto, en España, ha llegado la politización y el miedo al poder dentro de la judicatura española. Veamos si nos entendemos: dentro de este grupo de jueces los ha habido que, anteriormente, se han pronunciado, claramente, respecto a que, para que haya colaboración con banda armada no es necesario la coincidencia ideológica con aquellos a los que se favorece, ya que pueden existir otros intereses, como el económico, o el miedo a desobedecer órdenes procedentes de un superior, que pudiera poner en peligro la carrera de quien se negara a ello. Lo más fácil, ya que de lo que se trataba era dejar despejado el camino del señor Rubalcaba durante el periodo preelectoral; era salirse por la tangente y, esto han hecho.

Un auto (que no resolución) devolviendo al juez Ruz el expediente, para que lo inicie de nuevo, volviendo las cosas (res sic estántibus) al principio de la instrucción, con la pueril excusa de que no ven suficientes indicios (80 folios de instrucción meticulosa) suficientemente sólidos para inculpar a los imputados, porque ya no son procesados como consecuencia de la decisión del Pleno. Una manera de no comprometerse ni los de tendencia socialista ni los conservadores, que han sido capaces de burlar el “marrón” con la simple trampa de ponerse de acuerdo para no pillarse las manos. Tutti contenti, los jueces que se han conformado con decir que, sí ven indicio de una delito (¿Cuál? No se sabe) pero que, a su juicio, no son suficientes para imputar a los policías procesados. Una curiosidad ¿qué se ha hecho de aquella parte de una cinta grabada de la conversación de un policía con uno de los etarras? Se guardaba en las dependencias policiales y después resulto que había sido alterada. ¿Qué diligencias fueron llevadas a cabo para detectar la causa de esta grave anomalía?, o ¿qué mano negra fue la que alteró el contenido de la cinta? En realidad, les ha resultado fácil descalificar a un juez, como el juez Ruz, que siempre se ha caracterizado por su impecable instrucción de los sumarios y cargarle a él la culpa, cuando a quien debieran haber empapelado, si es que buscaban culpables, fue al famoso Garzón, que dejó dormir, en el cajón de los expedientes olvidados, todo el material que delataba una de las tramas mas odiosas de la democracia.

Ahora, ya no hay tiempo material para que el juez Ruz reinicie las pesquisas, consiga las pruebas, que siempre serán insuficientes para los jueces que le han devuelto el sumario, para volver a montar la acusación contra los policías empapelados y remitir, de nuevo, todo el expediente a la AN para que lo asignen a la sala penal correspondiente. El señor Rubalcaba ya puede respirar tranquilo, puede continuar induciendo a los catalanes a que sigan con su veto al castellano e incumplan las resoluciones de los tribunales; ya puede hacerles guiños a los comunistas disfrazados de inocentes estudiantes del 15M y puede despreocuparse, como tiene por costumbre, de seguir las reglas democráticas en la presentación de su programa económico, social y financiero para la próxima legislatura que él, en su evidente desconocimiento de dichas materias, lo limita a lo que sería el programa de Robin Hood si se hubiera presentado, como candidato a primer ministro de Inglaterra, consistente en: robar a los ricos para dárselo a los pobres ¡Qué bonito, que angelical! Sólo que, en los días en los que vivimos, las simplezas, los recursos demagógicos y la técnica de explotar lo de que los ricos crueles y los indefensos desvalidos, ya se ha convertido en el recurso manido de los que no tienen otras argumentaciones de más fuste y credibilidad. O esto es, señores, lo que yo opino al respecto.

Algo huele a podrido en Dinamarca

El juez Ruz ha tenido el gran mérito de saber enmendar la plana a su antecesor, el egocéntrico, espabilado, sectario y autócrata juez Garzón
Miguel Massanet
sábado, 24 de septiembre de 2011, 07:53 h (CET)
En el drama shakespeariano Hamlet, Marcelo, el fiel guardián del palacio, insistía ante su señor y Horacio, en que Dinamarca estaba podrida, porque ya intuía que las cosas no iban bien, no sólo en su país, sino en el propio palacio que el estaba obligado a custodiar. Pues, señores, esta misma sensación que sentía el bueno de Marcelo la sentimos los españoles ante la metamorfosis que ha sufrido nuestra nación desde que los socialistas asumieron el poder en aquel aciago marzo del año 2004, después de que el “oportuno” 11M les pusiera en bandeja la derrota de su endémico adversario, el Partido Popular.

El que el pobre Montesquieu, aquel a quien enterró, prematuramente, el señor Alfonso Guerra durante el periodo del gobierno del señor Felipe González; haya caído en el más profundo de los olvidos, rematado otra vez por nuestros actuales gobernantes; no hay nadie que lo niegue y, en consecuencia, ya nos hemos ido acostumbrando a que, los tradicionales tres poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, hayan dejado de actuar independientemente el uno del otro, para convertirse en un extraño monstruo de tres cabezas, como aquellos flamígeros dragones de la imaginación de nuestros ancestros, cada una de las cuales tenía su propia independencia pero las tres dependían en todo del cuerpo al que estaban unidas. Para decirlo en román paladino: aquí no hay quien mueva un dedo sin que pase por el rasero de la censura del poder.

El juez Ruz ha tenido el gran mérito de saber enmendar la plana a su antecesor, el egocéntrico, espabilado, sectario y autócrata juez Garzón, aquel que se inventó un nuevo sistema judicial, en el que las pruebas podían ser manipuladas, ocultadas y puenteadas si, para lo que él consideraba conveniente a sus intereses, podían constituir un molesto estorbo. Así y todo, el juez Ruz acometió la tarea ingente de reconstruir el caso, el del “Chivatazo”, conocido como caso Faisán; hasta elaborar un brillante trabajo que dejaba en evidencia la participación de determinados policías en el famoso chivatazo a los etarras que debían ser detenidos, mediante una redada policial al famoso bar Faisán, para pillarlos “in fraganti”. Pero el voluntarioso juez no sabía con quien se medía, ¡nada menos que con el omnipresente, el omnipotente y marrullero Alfredo Pérez Rubalcaba!, a la sazón ministro de Interior y factotum, en la sombra, de todas las maldades perpetradas por el infumable Ejecutivo del señor Rodríguez Zapatero.

¡Con la Iglesia hemos topado Sancho! Todos los mecanismos del Estado, no, por supuesto, del Estado de Derecho (que, en España, está ilocalizable en paradero desconocido); se pusieron en marcha, empezando por la fiscalía, un cuerpo incondicional a las ordenes del PSOE, que se ha convertido de representante de la acusación del Estado, en defensor a ultranza de las tesis socialistas, que consisten en exonerar a los miembros del partido y simpatizantes y darles caña, sin ningún miramiento, a los de la oposición del PP. Con tales recursos y gozando del apoyo incondicional del señor Camacho que, por la cuenta que le trae, desea darle, cuanto antes, carpetazo al molesto y enojoso tema del famoso chivatazo (en el que pudiera estar involucrado); la presión que se ha debido de ejercer sobre los mojigatos miembros de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, debe haber hecho saltar los fusibles de sus señorías. Se trataba de contentar al juez Bermúdez, que se sacó de la manga una insólita convocatoria del pleno de la sala, para escatimarles a los jueces a los que correspondía el caso el resolver sobre la apelación presentada. Se han querido asegurar de que no saliera una sentencia que acabara con los sueños del señor Rubalcaba a ocupar el sillón de la Moncloa.

No contentos con esta cacicada, los 14 jueces, sin entrar en el fondo de la cuestión o sea, sin determinar si la calificación de colaboración con banda armada era correcta o no; se han limitado a tirar pelotas fuera y han usado una de estas soluciones salomónicas que sirven para dejar al descubierto hasta que punto, en España, ha llegado la politización y el miedo al poder dentro de la judicatura española. Veamos si nos entendemos: dentro de este grupo de jueces los ha habido que, anteriormente, se han pronunciado, claramente, respecto a que, para que haya colaboración con banda armada no es necesario la coincidencia ideológica con aquellos a los que se favorece, ya que pueden existir otros intereses, como el económico, o el miedo a desobedecer órdenes procedentes de un superior, que pudiera poner en peligro la carrera de quien se negara a ello. Lo más fácil, ya que de lo que se trataba era dejar despejado el camino del señor Rubalcaba durante el periodo preelectoral; era salirse por la tangente y, esto han hecho.

Un auto (que no resolución) devolviendo al juez Ruz el expediente, para que lo inicie de nuevo, volviendo las cosas (res sic estántibus) al principio de la instrucción, con la pueril excusa de que no ven suficientes indicios (80 folios de instrucción meticulosa) suficientemente sólidos para inculpar a los imputados, porque ya no son procesados como consecuencia de la decisión del Pleno. Una manera de no comprometerse ni los de tendencia socialista ni los conservadores, que han sido capaces de burlar el “marrón” con la simple trampa de ponerse de acuerdo para no pillarse las manos. Tutti contenti, los jueces que se han conformado con decir que, sí ven indicio de una delito (¿Cuál? No se sabe) pero que, a su juicio, no son suficientes para imputar a los policías procesados. Una curiosidad ¿qué se ha hecho de aquella parte de una cinta grabada de la conversación de un policía con uno de los etarras? Se guardaba en las dependencias policiales y después resulto que había sido alterada. ¿Qué diligencias fueron llevadas a cabo para detectar la causa de esta grave anomalía?, o ¿qué mano negra fue la que alteró el contenido de la cinta? En realidad, les ha resultado fácil descalificar a un juez, como el juez Ruz, que siempre se ha caracterizado por su impecable instrucción de los sumarios y cargarle a él la culpa, cuando a quien debieran haber empapelado, si es que buscaban culpables, fue al famoso Garzón, que dejó dormir, en el cajón de los expedientes olvidados, todo el material que delataba una de las tramas mas odiosas de la democracia.

Ahora, ya no hay tiempo material para que el juez Ruz reinicie las pesquisas, consiga las pruebas, que siempre serán insuficientes para los jueces que le han devuelto el sumario, para volver a montar la acusación contra los policías empapelados y remitir, de nuevo, todo el expediente a la AN para que lo asignen a la sala penal correspondiente. El señor Rubalcaba ya puede respirar tranquilo, puede continuar induciendo a los catalanes a que sigan con su veto al castellano e incumplan las resoluciones de los tribunales; ya puede hacerles guiños a los comunistas disfrazados de inocentes estudiantes del 15M y puede despreocuparse, como tiene por costumbre, de seguir las reglas democráticas en la presentación de su programa económico, social y financiero para la próxima legislatura que él, en su evidente desconocimiento de dichas materias, lo limita a lo que sería el programa de Robin Hood si se hubiera presentado, como candidato a primer ministro de Inglaterra, consistente en: robar a los ricos para dárselo a los pobres ¡Qué bonito, que angelical! Sólo que, en los días en los que vivimos, las simplezas, los recursos demagógicos y la técnica de explotar lo de que los ricos crueles y los indefensos desvalidos, ya se ha convertido en el recurso manido de los que no tienen otras argumentaciones de más fuste y credibilidad. O esto es, señores, lo que yo opino al respecto.

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