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El carácter incondicionado del imperativo o mandato elimina cualquier elemento empírico y toda contingencia

Imperativos morales en Kant

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Para Kant los imperativos morales poseen necesidad apodíctica frente a los imperativos hipotéticos o instrumentales que tienen un carácter contingente.

Desde el planteamiento del gran filósofo alemán el imperativo categórico no proviene de la experiencia. No se origina empíricamente. Ya que no es un simple consejo práctico.

Ninguna norma concreta puede llegar a entenderse como un imperativo absoluto desde la perspectiva ética. Y la ética kantiana es deontológica. El deber por el deber es lo que debe imperar por encima de las inclinaciones y los sentimientos.

Como también dice Sevilla Segura: «Por usar un ejemplo de Kant, jamás podemos estar seguros de que la máxima, en principio categórica: “no debes prometer falsamente”, no sea una mera ocultación de un imperativo instrumental cuya fórmula completa sería: no debes prometer falsamente, no vayas a perder tu crédito al ser descubierto».

En realidad, la forma judicativa o el tipo de juicio es lo fundamental en la estructuración del imperativo categórico kantiano. El formalismo ético que afirma el sabio prusiano se concreta en la formulación categórica del mandato o imperativo que dice así: “obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.

El modo absoluto e incondicionado es la expresión verdadera de la rigurosa ética formal de Immanuel Kant. Lo específicamente ético queda indicado de modo muy claro e inequívoco. El deber es una necesidad incondicionada para todos los seres racionales.

No se pueden admitir excusas para no cumplir los deberes, ya que se caería en las redes del consecuencialismo y de las éticas heterónomas y hedonistas. El significado prescriptivo u obligatorio de un juicio moral está profundamente unido a su origen racional.

Para Kant el grado máximo de moralidad se logra con el cumplimiento del deber a pesar de las inclinaciones y los sentimientos. Y la buena voluntad es esencial, porque es lo que impulsa a realizar la acción.

Los actos humanos se juzgan en función de la bondad de la capacidad volitiva ejercida en los comportamientos o conductas. Los imperativos hipotéticos son medio para un fin. En cambio, los categóricos conforman una acción necesaria por sí misma, sin pensar en ningún fin, ya que la misma es objetivamente la que debe ser.

Por tanto, se puede estar de acuerdo con Kant en que el principio de la moralidad está en el imperativo categórico. Aunque también es cierto que ha sido criticado el excesivo rigorismo del formalismo ético kantiano. Ya que puede llevar problemas éticos en algunos casos. Si bien, de forma general, puede ser aplicable, a mi juicio, en la vida cotidiana.

Puesto que la buena intención es la clave o el punto de apoyo del edificio de la razón práctica o moral.Se comprende que escriba Kant que: «Voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa. Si, pues, se supone libertad de la voluntad, síguese la moralidad, con su principio, por mero análisis de su concepto».

Todo esto no significa que Kant despreciase la buena vida y la felicidad, todo lo contrario. Pero, es cierto que la racionalidad en la conducta, es algo muy necesario, ya que somos seres pensantes y gregarios o sociales, como ya decía Aristóteles. Se pueden cumplir los deberes y obligaciones y, al mismo tiempo, exigir los derechos y vivir felizmente.

Si no se respetan las normas éticas la convivencia se convierte en un caos absoluto. Incluso, si se cumplen de modo general, existen problemas sociales. El gran pensador alemán estaba en contra del relativismo moral y del escepticismo desde una perspectiva ética.

Imperativos morales en Kant

El carácter incondicionado del imperativo o mandato elimina cualquier elemento empírico y toda contingencia
José Manuel López García
martes, 6 de junio de 2017, 09:14 h (CET)
Para Kant los imperativos morales poseen necesidad apodíctica frente a los imperativos hipotéticos o instrumentales que tienen un carácter contingente.

Desde el planteamiento del gran filósofo alemán el imperativo categórico no proviene de la experiencia. No se origina empíricamente. Ya que no es un simple consejo práctico.

Ninguna norma concreta puede llegar a entenderse como un imperativo absoluto desde la perspectiva ética. Y la ética kantiana es deontológica. El deber por el deber es lo que debe imperar por encima de las inclinaciones y los sentimientos.

Como también dice Sevilla Segura: «Por usar un ejemplo de Kant, jamás podemos estar seguros de que la máxima, en principio categórica: “no debes prometer falsamente”, no sea una mera ocultación de un imperativo instrumental cuya fórmula completa sería: no debes prometer falsamente, no vayas a perder tu crédito al ser descubierto».

En realidad, la forma judicativa o el tipo de juicio es lo fundamental en la estructuración del imperativo categórico kantiano. El formalismo ético que afirma el sabio prusiano se concreta en la formulación categórica del mandato o imperativo que dice así: “obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.

El modo absoluto e incondicionado es la expresión verdadera de la rigurosa ética formal de Immanuel Kant. Lo específicamente ético queda indicado de modo muy claro e inequívoco. El deber es una necesidad incondicionada para todos los seres racionales.

No se pueden admitir excusas para no cumplir los deberes, ya que se caería en las redes del consecuencialismo y de las éticas heterónomas y hedonistas. El significado prescriptivo u obligatorio de un juicio moral está profundamente unido a su origen racional.

Para Kant el grado máximo de moralidad se logra con el cumplimiento del deber a pesar de las inclinaciones y los sentimientos. Y la buena voluntad es esencial, porque es lo que impulsa a realizar la acción.

Los actos humanos se juzgan en función de la bondad de la capacidad volitiva ejercida en los comportamientos o conductas. Los imperativos hipotéticos son medio para un fin. En cambio, los categóricos conforman una acción necesaria por sí misma, sin pensar en ningún fin, ya que la misma es objetivamente la que debe ser.

Por tanto, se puede estar de acuerdo con Kant en que el principio de la moralidad está en el imperativo categórico. Aunque también es cierto que ha sido criticado el excesivo rigorismo del formalismo ético kantiano. Ya que puede llevar problemas éticos en algunos casos. Si bien, de forma general, puede ser aplicable, a mi juicio, en la vida cotidiana.

Puesto que la buena intención es la clave o el punto de apoyo del edificio de la razón práctica o moral.Se comprende que escriba Kant que: «Voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa. Si, pues, se supone libertad de la voluntad, síguese la moralidad, con su principio, por mero análisis de su concepto».

Todo esto no significa que Kant despreciase la buena vida y la felicidad, todo lo contrario. Pero, es cierto que la racionalidad en la conducta, es algo muy necesario, ya que somos seres pensantes y gregarios o sociales, como ya decía Aristóteles. Se pueden cumplir los deberes y obligaciones y, al mismo tiempo, exigir los derechos y vivir felizmente.

Si no se respetan las normas éticas la convivencia se convierte en un caos absoluto. Incluso, si se cumplen de modo general, existen problemas sociales. El gran pensador alemán estaba en contra del relativismo moral y del escepticismo desde una perspectiva ética.

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