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Gema Gil un ejemplo de lo que se esconce detrás del disfraz de los “salvadores de la patria”

Los caraduras de Podemos predican lo que no creen

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Si, señores, si alguno de ustedes había llegado a pensar que el comportamiento del señor Echenique, al mantener a un empleado suyo sin estar dado de alta en la Seguridad social, se trataba de un caso aislado, ya puede empezar a rectificar porque, aún sin haber tenido responsabilidad alguna de gobierno, sin haberse beneficiado, como el señor Monedero, de cobrar unas compensaciones económicas por unos trabajos, para la Universidad, que no había realizado o sin tener el marchamo de pertenecer a la élite universitaria que forma parte del Partido Podemos, nutrida de la savia de la Universidad Complutense, gran educadora de comunistas y fabricante de universitarios revolucionarios, como se viene demostrando por medio de las actuaciones de sus dirigentes, tales como el señor Pablo Iglesias, tanto dentro como fuera del Parlamento de la nación. Una de las últimas revelaciones, dentro del partido de los comunistas bolivarianos, ha sido la aparición en la arena política de una mujer, Gema Gil, que últimamente aparece junto a Pablo Iglesias en las fotografías y que ha sabido encontrar su modus vivendi fuera de la empresa en la que trabaja, la Coca Cola, gracias a mostrarse como una sindicalista empedernida y aprovechada y a demostrar que no le duele, a pesar de su condición de proletaria confesada, percibir una buena recompensa por exhibir su cuerpo, medio desnudo, en la portada de la revista Interviú. Esta nueva figura femenina surgió del congreso de Podemos Vistalegre II, el de la aplastante derrota del despeñado Iñigo Errejón y, es muy posible que sigamos oyendo hablar de ella, tanto por su físico, tan generosamente expuesto a la vista de los ciudadanos, como por sus dotes revolucionarias, anarquistas, activistas y anticapitalistas, ampliamente expuestas en sus declaraciones, en las que se califica, a sí misma, de “espartana” orgullosa de “haber creado ejemplo en una clase trabajadora dormida”.

Ya sabemos que hay pocas personas que no tengan su talón de Aquiles, aunque algunas tengan la habilidad de saber cómo disimularlo. En el caso de esta ambiciosa sindicalista, sin embargo, no parece que sea difícil sacarle los colores y dejar en evidencia la poca solidez de este ejemplo que se atribuye para con la clase trabajadora “dormida”. En primer lugar, no parece que haya sido necesario que ella apareciera como una más de los miles de sindicalistas que no dan palo al agua y que siguen cobrando de sus empresas, para que la clase trabajadora “despertara”, como se viene demostrando con la serie de conflictos laborales que cada día tienen lugar en toda España. Otra cosa es que esta persona, evidentemente ansiosa de destacar y de subir peldaños en la escala de mando de Podemos, intente saltarse el escalafón para, sea como sea, mostrándose como una Agustina de Aragón luchando contra los poderes fácticos y alcanzar uno de los puestos, a los que aspira cualquiera que se dedique a la política, fueren de derecha o de izquierdas, que en esto de buscar cómo asegurarse la pitanza no hay diferencias entre los políticos de ambos bandos.

Sé que, escribiendo sobre esta señora, una más dentro de los sindicalistas de la Coca Cola, seguramente estoy contribuyendo, modestamente, a fomentar la popularidad de esta persona; no obstante, estimo pertinente habar de ella para denunciar este vicio tan corriente entre los trabajadores españoles de buscar cualquier oportunidad para olvidarse de la tarea que tienen encomendada en el lugar donde trabajan, para ganarse el sueldo sin aparecer por el tajo y entrar, a través de su pertenencia a uno de los sindicatos españoles, a formar parte de esta legión de desocupados, trapicheros, manipuladores y creadores de conflictos que, por miles, muy a pesar suyo, los empresarios se ven obligados a soportar por obligación legal aunque, en realidad, no queda claro cuál es el verdadero servicio que prestan a los trabajadores, a los que dicen representar y cuál es la preparación que reciben para que su criterio sea lo suficientemente sensato, razonable, constructivo, equilibrado y de sentido común, capaz de superar los fanatismos de la lucha de clases para adquirir la sensatez que, hoy en día, predomina en sindicatos como los alemanes, holandeses o del resto de países nórdicos donde las empresas, que seguramente contribuyen más que otras a las mejoras sociales, saben perfectamente que ello va acompañado de una mayor eficiencia, productividad y responsabilidad en el trabajo de sus empleados.

Esta señora, sigue anclada, desgraciadamente, en la mentalidad sindical de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, en la que los trabajadores se enfrentaban a cara de perro con unos empresarios también anclados en viejas ideas caciquiles. Esta época debiera de entenderse que ya es mera historia y que, en la actualidad, el pretender convertir las relaciones de los trabajadores con sus empresarios y utilizar las medidas de fuerza como arma para conseguir nuevas representaciones sin que, en las negociaciones entre sindicatos y patronal, exista la suficiente responsabilidad para que, al fin y al cabo, se consigan acuerdos que no signifiquen un problema para la actividad empresarial y su lucha con la competencia. De este modo, lo que puedan conseguir los trabajadores queda compensado, gracias a una actitud colaboradora, participativa y de mayor empeño en el trabajo, de forma que ambas partes salgan ganadoras en el acuerdo que se firme.

Definirse como una “espartana”, no significa que tenga atributos distintos a los de cualquier otra mujer española, porque los que se ganaron el apelativo que los honra fueron los guerreros griegos de Esparta que, en sus guerras con los atenienses de Ática, se enfrentaron en numerosas batallas, entre ellas la llamada del Peloponeso. Casualmente, para ilustración de esta señora, los atenienses representaban a la democracia de la que se pueden considerar padres, mientras que los espartanos representaban una oligarquía. “La guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcó el dramático final del dorado siglo V a. C. de Grecia.”. Seguramente, la esposa de un empleado de la Coca Cola que se siente tan bien en Podemos, sin saberlo ni intuirlo, lo que realmente está defendiendo es un afán de destrucción de todo lo conseguido a través de siglos de esfuerzo de la humanidad, utilizando para ello el método simple de abjurar de la civilización para proponer partir de 0, volviendo a la época de las tribus, de la vida en plena naturaleza y de una perspectiva de vida que no sobrepasaba los 40 años. Lo que ocurre es que, esta dinámica trabajadora, está de baja en su empresa “por depresión” desde diciembre del 2015, lo que no le ha impedido a asistir a mitin tras mitin y a manifestación tras manifestación, sin que parezca que la supuesta “depresión” que no la permite trabajar, afecte para nada al desempeño de esta múltiple actividad política.

Cuesta creer que estos señores de Podemos sean poseedores de títulos universitarios, hayan conseguido ser profesores y se les suponga una cultura que no está al nivel de todos los españoles. Cuando uno escucha alguna de las frases del señor Pablo Iglesias o de alguno de sus colaboradores más íntimos o contempla las actuaciones que señoras, como Rita Maestre, que es capaz de faltar al respeto a todos los católicos desnudándose dentro de una capilla, cabe preguntarse: ¿En realidad estos señores entendieron el espíritu universitario?, ¿se percataron de que, gracias al esfuerzo de generaciones de personas, ellos, probablemente hijos de familias humildes, pudieron estudiar y sacar una carrera? Si uno ve la forma zafia de comportarse en el Congreso de diputados; su absoluta falta de criterio en temas en los que debieran ser duchos; su falta de respeto hacia los diputados de otros grupos; la banalidad con la que alguna de sus figuras se comporta y la absoluta hipocresía con la que se manifiestan cuando, una y otra vez, tienen la cara dura de negar sus lazos con el dictador venezolano, el señor Maduro, cuando es evidente que han recibido financiación de él y, su presencia en la política española, forma parte del amplio plan del neocomunismo suramericano para establecer una cabeza de puente en España, como primera fase del proyecto, irrealizable pero tenazmente defendido, de penetrar subrepticiamente en el resto de la UE.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos cómo se pone de manifiesto la tolerancia, la dejación de derechos, la vergüenza de que los tribunales laborales siempre se hayan inclinado descaradamente hacia los trabajadores, aunque, en muchos casos, la evidencia de la culpabilidad de quienes fueron sancionados o apartados de su puesto de trabajo, no parezca que haya hecho mella en magistrados que, seguramente, han pensado que las leyes deben aplicarse según su criterio particular. A eso, a veces, se le puede llamar prevaricar, aunque no parezca que el CGPJ sienta la menor preocupación al respeto. Vivir para ver.

Los caraduras de Podemos predican lo que no creen

Gema Gil un ejemplo de lo que se esconce detrás del disfraz de los “salvadores de la patria”
Miguel Massanet
martes, 6 de junio de 2017, 00:01 h (CET)
Si, señores, si alguno de ustedes había llegado a pensar que el comportamiento del señor Echenique, al mantener a un empleado suyo sin estar dado de alta en la Seguridad social, se trataba de un caso aislado, ya puede empezar a rectificar porque, aún sin haber tenido responsabilidad alguna de gobierno, sin haberse beneficiado, como el señor Monedero, de cobrar unas compensaciones económicas por unos trabajos, para la Universidad, que no había realizado o sin tener el marchamo de pertenecer a la élite universitaria que forma parte del Partido Podemos, nutrida de la savia de la Universidad Complutense, gran educadora de comunistas y fabricante de universitarios revolucionarios, como se viene demostrando por medio de las actuaciones de sus dirigentes, tales como el señor Pablo Iglesias, tanto dentro como fuera del Parlamento de la nación. Una de las últimas revelaciones, dentro del partido de los comunistas bolivarianos, ha sido la aparición en la arena política de una mujer, Gema Gil, que últimamente aparece junto a Pablo Iglesias en las fotografías y que ha sabido encontrar su modus vivendi fuera de la empresa en la que trabaja, la Coca Cola, gracias a mostrarse como una sindicalista empedernida y aprovechada y a demostrar que no le duele, a pesar de su condición de proletaria confesada, percibir una buena recompensa por exhibir su cuerpo, medio desnudo, en la portada de la revista Interviú. Esta nueva figura femenina surgió del congreso de Podemos Vistalegre II, el de la aplastante derrota del despeñado Iñigo Errejón y, es muy posible que sigamos oyendo hablar de ella, tanto por su físico, tan generosamente expuesto a la vista de los ciudadanos, como por sus dotes revolucionarias, anarquistas, activistas y anticapitalistas, ampliamente expuestas en sus declaraciones, en las que se califica, a sí misma, de “espartana” orgullosa de “haber creado ejemplo en una clase trabajadora dormida”.

Ya sabemos que hay pocas personas que no tengan su talón de Aquiles, aunque algunas tengan la habilidad de saber cómo disimularlo. En el caso de esta ambiciosa sindicalista, sin embargo, no parece que sea difícil sacarle los colores y dejar en evidencia la poca solidez de este ejemplo que se atribuye para con la clase trabajadora “dormida”. En primer lugar, no parece que haya sido necesario que ella apareciera como una más de los miles de sindicalistas que no dan palo al agua y que siguen cobrando de sus empresas, para que la clase trabajadora “despertara”, como se viene demostrando con la serie de conflictos laborales que cada día tienen lugar en toda España. Otra cosa es que esta persona, evidentemente ansiosa de destacar y de subir peldaños en la escala de mando de Podemos, intente saltarse el escalafón para, sea como sea, mostrándose como una Agustina de Aragón luchando contra los poderes fácticos y alcanzar uno de los puestos, a los que aspira cualquiera que se dedique a la política, fueren de derecha o de izquierdas, que en esto de buscar cómo asegurarse la pitanza no hay diferencias entre los políticos de ambos bandos.

Sé que, escribiendo sobre esta señora, una más dentro de los sindicalistas de la Coca Cola, seguramente estoy contribuyendo, modestamente, a fomentar la popularidad de esta persona; no obstante, estimo pertinente habar de ella para denunciar este vicio tan corriente entre los trabajadores españoles de buscar cualquier oportunidad para olvidarse de la tarea que tienen encomendada en el lugar donde trabajan, para ganarse el sueldo sin aparecer por el tajo y entrar, a través de su pertenencia a uno de los sindicatos españoles, a formar parte de esta legión de desocupados, trapicheros, manipuladores y creadores de conflictos que, por miles, muy a pesar suyo, los empresarios se ven obligados a soportar por obligación legal aunque, en realidad, no queda claro cuál es el verdadero servicio que prestan a los trabajadores, a los que dicen representar y cuál es la preparación que reciben para que su criterio sea lo suficientemente sensato, razonable, constructivo, equilibrado y de sentido común, capaz de superar los fanatismos de la lucha de clases para adquirir la sensatez que, hoy en día, predomina en sindicatos como los alemanes, holandeses o del resto de países nórdicos donde las empresas, que seguramente contribuyen más que otras a las mejoras sociales, saben perfectamente que ello va acompañado de una mayor eficiencia, productividad y responsabilidad en el trabajo de sus empleados.

Esta señora, sigue anclada, desgraciadamente, en la mentalidad sindical de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, en la que los trabajadores se enfrentaban a cara de perro con unos empresarios también anclados en viejas ideas caciquiles. Esta época debiera de entenderse que ya es mera historia y que, en la actualidad, el pretender convertir las relaciones de los trabajadores con sus empresarios y utilizar las medidas de fuerza como arma para conseguir nuevas representaciones sin que, en las negociaciones entre sindicatos y patronal, exista la suficiente responsabilidad para que, al fin y al cabo, se consigan acuerdos que no signifiquen un problema para la actividad empresarial y su lucha con la competencia. De este modo, lo que puedan conseguir los trabajadores queda compensado, gracias a una actitud colaboradora, participativa y de mayor empeño en el trabajo, de forma que ambas partes salgan ganadoras en el acuerdo que se firme.

Definirse como una “espartana”, no significa que tenga atributos distintos a los de cualquier otra mujer española, porque los que se ganaron el apelativo que los honra fueron los guerreros griegos de Esparta que, en sus guerras con los atenienses de Ática, se enfrentaron en numerosas batallas, entre ellas la llamada del Peloponeso. Casualmente, para ilustración de esta señora, los atenienses representaban a la democracia de la que se pueden considerar padres, mientras que los espartanos representaban una oligarquía. “La guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcó el dramático final del dorado siglo V a. C. de Grecia.”. Seguramente, la esposa de un empleado de la Coca Cola que se siente tan bien en Podemos, sin saberlo ni intuirlo, lo que realmente está defendiendo es un afán de destrucción de todo lo conseguido a través de siglos de esfuerzo de la humanidad, utilizando para ello el método simple de abjurar de la civilización para proponer partir de 0, volviendo a la época de las tribus, de la vida en plena naturaleza y de una perspectiva de vida que no sobrepasaba los 40 años. Lo que ocurre es que, esta dinámica trabajadora, está de baja en su empresa “por depresión” desde diciembre del 2015, lo que no le ha impedido a asistir a mitin tras mitin y a manifestación tras manifestación, sin que parezca que la supuesta “depresión” que no la permite trabajar, afecte para nada al desempeño de esta múltiple actividad política.

Cuesta creer que estos señores de Podemos sean poseedores de títulos universitarios, hayan conseguido ser profesores y se les suponga una cultura que no está al nivel de todos los españoles. Cuando uno escucha alguna de las frases del señor Pablo Iglesias o de alguno de sus colaboradores más íntimos o contempla las actuaciones que señoras, como Rita Maestre, que es capaz de faltar al respeto a todos los católicos desnudándose dentro de una capilla, cabe preguntarse: ¿En realidad estos señores entendieron el espíritu universitario?, ¿se percataron de que, gracias al esfuerzo de generaciones de personas, ellos, probablemente hijos de familias humildes, pudieron estudiar y sacar una carrera? Si uno ve la forma zafia de comportarse en el Congreso de diputados; su absoluta falta de criterio en temas en los que debieran ser duchos; su falta de respeto hacia los diputados de otros grupos; la banalidad con la que alguna de sus figuras se comporta y la absoluta hipocresía con la que se manifiestan cuando, una y otra vez, tienen la cara dura de negar sus lazos con el dictador venezolano, el señor Maduro, cuando es evidente que han recibido financiación de él y, su presencia en la política española, forma parte del amplio plan del neocomunismo suramericano para establecer una cabeza de puente en España, como primera fase del proyecto, irrealizable pero tenazmente defendido, de penetrar subrepticiamente en el resto de la UE.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos cómo se pone de manifiesto la tolerancia, la dejación de derechos, la vergüenza de que los tribunales laborales siempre se hayan inclinado descaradamente hacia los trabajadores, aunque, en muchos casos, la evidencia de la culpabilidad de quienes fueron sancionados o apartados de su puesto de trabajo, no parezca que haya hecho mella en magistrados que, seguramente, han pensado que las leyes deben aplicarse según su criterio particular. A eso, a veces, se le puede llamar prevaricar, aunque no parezca que el CGPJ sienta la menor preocupación al respeto. Vivir para ver.

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