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Toleramos con poca maña, los quebrantos que nos presentan amañados...y de qué manera

Quebrantos desmañados

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Como caballeros andantes de estilo quijotesco, nos las dan desde cualquier esquina y en las modalidades más penosas. Es de actualidad la SOSPECHA paradójica centrada en las buenas noticias; no parecen una breva apropiada en los ambientes que hemos generado. Las comunicaciones intrascendentes o las referidas a los malos trances, son acogidas con una naturalidad expresiva de malos augurios, porque refleja un acostumbramiento nefasto, La convivencia está atravesada por excesivos funcionamientos descontrolados; sobre todo, por el descuido con que atendemos a las repercusiones de unos actos determinados afectando al resto de sujetos y al resto del mundo; adobado por un gozo desaprensivo y libertario de oscuros fundamentos.

La desconfianza implantó con fuerza sus tentáculos, llega a ser la base establecida de antemano para los intercambios sociales. Sólo lo demostrado adquiere presencia real; en apariencia claro, porque quién será el demostrador que lo demuestre. Carecemos de la respuesta contundente. Hemos colocado en el pedestal la figura del ESCÉPTICO, debido a que tampoco fiamos de las pruebas aportadas. ¿Por quién? Ni hablar de las grandes cuestiones misteriosas; quedan relegadas. Reniegan así mismo de las razones, aun de las mejor presentadas, rumían las falsedades subyacentes, aunque no pasen de simples suposiciones; para culminar en una mera pose, cuando creen en algo, pero simulando lo contrario, en un timo completo.

Rozando las ideas anteriores, más allá de la desconfianza y las dudas de los escépticos, detectamos aquellas posturas basadas en la comprobación directa, negadoras por principio de cuanto no expliquen sus pruebas. Es el POSITIVISMO a ultranza. De los pocos casos con imposibilidad biológica para reconocer las realidades foráneas, los agnósicos. De los abundantes agnósticos, que por reflexión propia niegan las realidades inexplicadas. Destaca el carácter reduccionista de estos planteamientos, porque esa mentalidad reduce todo a la experimentación; han establecido una frontera imaginaria, pasada la cual no entran en consideraciones. La simple negación no elimina las presencias misteriosas.

La mencionada reducción de miras disminuye el nivel de las aspiraciones. Eliminados de una tacada los grandes enigmas, surge el sentimiento de liberación con respecto a los condicionantes inesquivables (Vida, origen, final, etc.). Viene a ser aquel impulso EMANCIPADOR del ya antiguo concepto del superhombre. Creyendo estar por encima de los misterios, continuamos estando por debajo y sin levantarnos en vuelos gratificantes. Sin duda, porque la razón ha sido muy vilipendiada. Usándola sólo para ciertos intereses, sectarismos que están a la vista de todos. Dándole un rango que no le corresponde, por sus limitaciones evidentes. Usada fraudulentamente.

Es una experiencia desalentadora, de una emancipación que ya no engaña a nadie, aunque su puesta en práctica es habitual. En la observación de las áreas sociales que nos afectan, cobra prestancia una contradicción lamentable; el conocimiento aumenta a un ritmo acelerado, pese a lo cual, la falsía de ciertos emancipadores sigue tolerándose. Funcionamos con una INDOLENCIA grave que oscila entre la estupidez y la maldad, para regodeo de quienes lideran los proyectos con poca nobleza y recogen los frutos perseguidos. Ante la emancipación problemática, las modalidades esclavizantes son polifacéticas; en un desequilibrio floreciente, pese a la acumulación de sufrimientos y saberes.

Precisamente, la falta de argumentos convincentes es uno de los factores de la ostentación; para el encubrimiento de esa debilidad argumental y para completar la mascarada de cara al resto de la sociedad. El ALARDE se convierte en un componente primordial de su parafernalia, intensifica sus manifestaciones en relación inversa a las cualidades atesoradas por los protagonistas. Son muy gráficos los ejemplos. En las movidas políticas (Soberanismo catalán, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez), en los negocios (Mario Conde, Bankia, Urdangarín), en la vecindad política-religión (Rato, Bono), en los asesinatos familiares. Impresiona la posible prevención de tanto desmán, si hubiéramos atendido antes a los alardes.

Dado el carácter general de las carencias, la perfección aún es un logro anhelado, pero lejano; sorprende la intolerancia con la presencia y los defectos ajenos. Quizá se trate de un nuevo alarde para encubrir las debilidades propias. Por esto o por otras razones, el ENSAÑAMIENTO recrudece las malas artes en las relaciones, comienzan con la acritud juguetona, con la irritación progresiva y acaba con la saña implantada en el tono general; hasta hacen pensar en la falsedad de las actitudes corteses, impensadas fuera de la hipocresía. La despersonalización burocrática, el desdén por las identidades personales y sus cualidades, la acentuada desconexión social a pesar de las numerosas redes, potencian la desconsideración ilimitada.

El victimismo no nos consuela ni resuelve las penosas realidades; me queda la duda de si en Cataluña piensan así. Un buen sistema para la detección de los quebrantos y su alcance, exige sinceridad investigadora; ante las opciones cotidianas, qué papel juegan las presiones externas o las decisiones motivadas por los impulsos personales. Ese suele ser un BALANCE crucial, aunque suele quedar silenciado en más ocasiones de las debidas, contribuyendo a la confusión general, por comodidad o por quién sabe qué intereses, El sistema funcionante en la socidad es muy sibilino, seduce a los compradores, votantes, comitivas acompañantes, sin aparentes agobios, pero con evidentes “beneficiados”, que empujan desde la sombra soleada.

Supongo que estamos curados del espanto derivado de las sorpresas, los eventos inverosímiles se suceden con rapidez, a veces sin aprecibirnos de ello. Los alardes van hermanados con los desplantes, lo que facilita otro quebranto en el seno de los comportamientos democráticos, el desvencijado EMBUDO de los alardeantes transformistas, porque se pasaron a los desplantes. Abundan las convenciones mitineras, uno de sus lugares preferidos. Quienes acaban de proclamarse quijotescamente adalides democráticos, al perder una votación ya no se sienten representados por ese conjunto. Es ese concepto necio de la concentración de las esencias en un sujeto, de por sí intolerante; esperpéntico desliz en acción.

De qué nos sirven los gestos, los dichos o el pensamiento, si no atinamos con las mínimas conexiones eficaces de cara a una vida en común menos degradada. La DISGREGACIÓN de las mentalidades conduce a las discordancias, sin atisbo de arreglos oportunos, supone un verdadero desfalco de las posibilidades humanas. La reconversión exigiría el reconocimiento de los nexos existentes, pero son menospreciados. No obstante, falta maña para llevarla a efecto.

No es menor el desarreglo ocasionado por la pertinaz indolencia a la hora de atender a los principios elementales para la orientación de las grandes gestiones, con la consiguiente repercusión sobre las pequeñas particularidades. Los quebrantos continuarán con sus manifestaciones polivalentes, vista la actitud frente a sus directrices, de poca tensión correctora. Es la puesta en acción de un CONFORMISMO ESTÚPIDO.

Quebrantos desmañados

Toleramos con poca maña, los quebrantos que nos presentan amañados...y de qué manera
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 2 de junio de 2017, 08:33 h (CET)
Como caballeros andantes de estilo quijotesco, nos las dan desde cualquier esquina y en las modalidades más penosas. Es de actualidad la SOSPECHA paradójica centrada en las buenas noticias; no parecen una breva apropiada en los ambientes que hemos generado. Las comunicaciones intrascendentes o las referidas a los malos trances, son acogidas con una naturalidad expresiva de malos augurios, porque refleja un acostumbramiento nefasto, La convivencia está atravesada por excesivos funcionamientos descontrolados; sobre todo, por el descuido con que atendemos a las repercusiones de unos actos determinados afectando al resto de sujetos y al resto del mundo; adobado por un gozo desaprensivo y libertario de oscuros fundamentos.

La desconfianza implantó con fuerza sus tentáculos, llega a ser la base establecida de antemano para los intercambios sociales. Sólo lo demostrado adquiere presencia real; en apariencia claro, porque quién será el demostrador que lo demuestre. Carecemos de la respuesta contundente. Hemos colocado en el pedestal la figura del ESCÉPTICO, debido a que tampoco fiamos de las pruebas aportadas. ¿Por quién? Ni hablar de las grandes cuestiones misteriosas; quedan relegadas. Reniegan así mismo de las razones, aun de las mejor presentadas, rumían las falsedades subyacentes, aunque no pasen de simples suposiciones; para culminar en una mera pose, cuando creen en algo, pero simulando lo contrario, en un timo completo.

Rozando las ideas anteriores, más allá de la desconfianza y las dudas de los escépticos, detectamos aquellas posturas basadas en la comprobación directa, negadoras por principio de cuanto no expliquen sus pruebas. Es el POSITIVISMO a ultranza. De los pocos casos con imposibilidad biológica para reconocer las realidades foráneas, los agnósicos. De los abundantes agnósticos, que por reflexión propia niegan las realidades inexplicadas. Destaca el carácter reduccionista de estos planteamientos, porque esa mentalidad reduce todo a la experimentación; han establecido una frontera imaginaria, pasada la cual no entran en consideraciones. La simple negación no elimina las presencias misteriosas.

La mencionada reducción de miras disminuye el nivel de las aspiraciones. Eliminados de una tacada los grandes enigmas, surge el sentimiento de liberación con respecto a los condicionantes inesquivables (Vida, origen, final, etc.). Viene a ser aquel impulso EMANCIPADOR del ya antiguo concepto del superhombre. Creyendo estar por encima de los misterios, continuamos estando por debajo y sin levantarnos en vuelos gratificantes. Sin duda, porque la razón ha sido muy vilipendiada. Usándola sólo para ciertos intereses, sectarismos que están a la vista de todos. Dándole un rango que no le corresponde, por sus limitaciones evidentes. Usada fraudulentamente.

Es una experiencia desalentadora, de una emancipación que ya no engaña a nadie, aunque su puesta en práctica es habitual. En la observación de las áreas sociales que nos afectan, cobra prestancia una contradicción lamentable; el conocimiento aumenta a un ritmo acelerado, pese a lo cual, la falsía de ciertos emancipadores sigue tolerándose. Funcionamos con una INDOLENCIA grave que oscila entre la estupidez y la maldad, para regodeo de quienes lideran los proyectos con poca nobleza y recogen los frutos perseguidos. Ante la emancipación problemática, las modalidades esclavizantes son polifacéticas; en un desequilibrio floreciente, pese a la acumulación de sufrimientos y saberes.

Precisamente, la falta de argumentos convincentes es uno de los factores de la ostentación; para el encubrimiento de esa debilidad argumental y para completar la mascarada de cara al resto de la sociedad. El ALARDE se convierte en un componente primordial de su parafernalia, intensifica sus manifestaciones en relación inversa a las cualidades atesoradas por los protagonistas. Son muy gráficos los ejemplos. En las movidas políticas (Soberanismo catalán, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez), en los negocios (Mario Conde, Bankia, Urdangarín), en la vecindad política-religión (Rato, Bono), en los asesinatos familiares. Impresiona la posible prevención de tanto desmán, si hubiéramos atendido antes a los alardes.

Dado el carácter general de las carencias, la perfección aún es un logro anhelado, pero lejano; sorprende la intolerancia con la presencia y los defectos ajenos. Quizá se trate de un nuevo alarde para encubrir las debilidades propias. Por esto o por otras razones, el ENSAÑAMIENTO recrudece las malas artes en las relaciones, comienzan con la acritud juguetona, con la irritación progresiva y acaba con la saña implantada en el tono general; hasta hacen pensar en la falsedad de las actitudes corteses, impensadas fuera de la hipocresía. La despersonalización burocrática, el desdén por las identidades personales y sus cualidades, la acentuada desconexión social a pesar de las numerosas redes, potencian la desconsideración ilimitada.

El victimismo no nos consuela ni resuelve las penosas realidades; me queda la duda de si en Cataluña piensan así. Un buen sistema para la detección de los quebrantos y su alcance, exige sinceridad investigadora; ante las opciones cotidianas, qué papel juegan las presiones externas o las decisiones motivadas por los impulsos personales. Ese suele ser un BALANCE crucial, aunque suele quedar silenciado en más ocasiones de las debidas, contribuyendo a la confusión general, por comodidad o por quién sabe qué intereses, El sistema funcionante en la socidad es muy sibilino, seduce a los compradores, votantes, comitivas acompañantes, sin aparentes agobios, pero con evidentes “beneficiados”, que empujan desde la sombra soleada.

Supongo que estamos curados del espanto derivado de las sorpresas, los eventos inverosímiles se suceden con rapidez, a veces sin aprecibirnos de ello. Los alardes van hermanados con los desplantes, lo que facilita otro quebranto en el seno de los comportamientos democráticos, el desvencijado EMBUDO de los alardeantes transformistas, porque se pasaron a los desplantes. Abundan las convenciones mitineras, uno de sus lugares preferidos. Quienes acaban de proclamarse quijotescamente adalides democráticos, al perder una votación ya no se sienten representados por ese conjunto. Es ese concepto necio de la concentración de las esencias en un sujeto, de por sí intolerante; esperpéntico desliz en acción.

De qué nos sirven los gestos, los dichos o el pensamiento, si no atinamos con las mínimas conexiones eficaces de cara a una vida en común menos degradada. La DISGREGACIÓN de las mentalidades conduce a las discordancias, sin atisbo de arreglos oportunos, supone un verdadero desfalco de las posibilidades humanas. La reconversión exigiría el reconocimiento de los nexos existentes, pero son menospreciados. No obstante, falta maña para llevarla a efecto.

No es menor el desarreglo ocasionado por la pertinaz indolencia a la hora de atender a los principios elementales para la orientación de las grandes gestiones, con la consiguiente repercusión sobre las pequeñas particularidades. Los quebrantos continuarán con sus manifestaciones polivalentes, vista la actitud frente a sus directrices, de poca tensión correctora. Es la puesta en acción de un CONFORMISMO ESTÚPIDO.

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