Durante nuestros veranos en el campo segoviano recuerdo a mi madre coger la vespa e irse al pueblo más cercano y escuchar el resultado de la corrida para contarnos si su hermano pequeño había logrado cortar una oreja, un rabo o tan solo había saludado desde el tercio. Incertidumbre, nerviosismo, felicidad, tragedia, todo se nos daba a cuentagotas tras una larga espera.
Así comenzó mi afición hace ahora casi treinta años, viendo a mi madre motorizada haciendo de reportera familiar. Ella muy pronto y de repente sin despedirse dejó la transmisión, se la llevó el maldito cáncer. Quince años después de aquella madrugada en silencio, cogí su relevo. Primero en la feria de Cáceres cuando quería ser veterinario por culpa de Rodríguez de la Fuente, luego en mi tierra natal, Sevilla cuando pensé que tras terminar felizmente los estudios de periodismo podría hacer carrera y medirme con los mas grandes. Recuerdo a Matías Prats como me recordaba aquello de: “Tú ni caso a lo que te digan, como si no te oyera nadie, sé tu mismo que algo de gracia despiertas”.
Llevo casi catorce años pegado a un micrófono desde una plaza, un callejón o simplemente a la vera de un Río Grande que me acoge cada viernes por la tarde para contarles lo que sucedió, sucede y sucederá en el toreo. Este próximo año cumplo una década al frente del programa taurino Los Toros en la Onda ce Onda Cero Radio y siento el mismo cosquilleo en cada programa al romper plaza: “Recuerden si hay toros están en la Onda”. La radio me ha permitido ver una corrida que no alcancé a leer en ELCOSSIO, aquella que no se puede escribir y a duras penas expresar por nadie. Muerte y suerte, vida y milagro, resurrección gloriosa sin trampa ni cartón.
Aquí nadie actúa ni siquiera el locutor pues sabe lo que esta en juego, por eso investigo el punto débil del protagonista, no por descubrir la debilidad del invitado sino la fuente de fortaleza donde tanta pasión descansa. Pasión sobre pasión cordial pleonasmo diría Gerardo Diego, el poeta de los toros. Sevilla me lo ha dado todo y cada tarde aprendo a soñar escuchando a los maestros y a los artistas enamorados del toreo.
Dos nominaciones consecutivas al Premio Nacional de Radio por la Academia Española resultan milagrosas para un programa local tan modesto y de corto alcance, eso sí he contado con el privilegio de numerosos amigos que dejaron sus vidas por un instante para hablar y escuchar de toros y de toreros. Compañeros del alma, a los que compartimos estudio, a los que nos dedicamos a lo mismo desde otros campos y plazas bajo la sombra alargada de nuestros queridos oyentes, a vosotros sí, a todos vosotros, os debo donde estoy y lo que soy, va por ustedes muchas gracias.