WASHINGTON -- ."MOLESTO", reza el nubarrón que representa la valoración que hace del Presidente Obama el votante indeciso. Y luego, amenazadoramente: "progresista" e "ineficaz".
"TERCOS", reza el nubarrón que representa la opinión que tienen estos votantes de los congresistas Republicanos. Acompañada de "conservadores", "egoístas", avaros", y -- la fórmula decididamente positiva que encabeza el ranking, "molestos".
Las imágenes están sacadas de un fascinante sondeo nuevo realizado por el colectivo centrista de tintes Demócratas Third Way. Los nubarrones representan la opinión de lo que el sondeo llama "votantes indecisos persuadibles" -- electores residentes en una docena de estados en el aire que en 2008 respaldaron a Obama, en 2010 a los Republicanos, y que en 2012 se declaran sin una opinión formada.
El sondeo de Third Way, dirigido por Stefan Hankin, de la empresa Lincoln Park Strategies, examinó dos grupos: los "tránsfugas" y los "descolgados", los que en 2008 votaron a Obama y en 2010 no votaron. Los "descolgados", al parecer, no son problema del presidente. Casi las tres cuartas partes dice que probable o decididamente va a votar a favor de reelegir a Obama.
Los tránsfugas representan un quebradero de cabeza mayor. Menos de un tercio afirma que probable o decididamente votará al presidente. Un cuarto entero dicen estar irremediablemente decididos a no votar.
Eso deja a seis de cada 10 tránsfugas persuadibles, y el interrogante adjunto: ¿Qué hace falta para obrar el milagro?
No será fácil. En la medida de la palabra nubarrón, a estos votantes todavía les sigue cayendo bien Obama. Les parece despierto y sincero. Le reconocen el mérito de molestarse. Pero las dos palabras siguientes plasman sus dudas relacionadas: que es demasiado de izquierdas para su gusto, y que no es lo bastante eficaz para las necesidades del país.
La primera palabra puede ser más fácil de refutar que la segunda. Estos votantes tránsfugas persuadibles dicen ser significativamente más conservadores que Obama y que su formación. Curiosamente, perciben a Obama ligeramente más de izquierdas que sus homólogos legislativos. Aún más curioso, teniendo en cuenta que votaron a Obama, se consideran más próximos al extremo del espectro ideológico de los Republicanos del Congreso que al presidente.
La clave para que Obama pueda convencer a estos votantes es ser serio en la reducción del déficit. A ellos les importa el tema -- más, entienden, que al presidente o los Republicanos del Congreso. Pero aun así su gusto encaja con el de Obama. Más de los dos tercios estaría dispuesto a aceptar subidas tributarias dentro de un plan de reducción del déficit.
La tarea más ardua para Obama será disipar el aura de ineficacia. Esto plantea un desafío doble: en primer lugar, demostrar que sabe hacer algo frente a una Cámara bajo control Republicana que no es proclive a regalarle una victoria así. En segundo, demostrar su eficacia en el tiempo relativamente corto que le queda. Si la prueba definitiva es la economía -- y más de la mitad de los votantes tránsfugas persuadibles la sitúan a la cabeza de su lista de prioridades -- esto va a ser extraordinariamente difícil. Incluso si el Congreso llegara a tramitar mágicamente el plan de Obama sin escollos ni enmiendas, los resultados en el empleo van a ser lentos y distarán de estar garantizados.
Por supuesto, los Republicanos no van a ser tan obedientes, pero sus nubarrones ayudan a explicar el nuevo tono de conciliación aparente del Partido Republicano. Cuando el votante indeciso que te dio su apoyo en 2010 se presenta con términos como "egoísta" o "avaro" o "irresponsable" menos de dos años más tarde, es que tienes graves problemas de imagen.
El truco político de los Republicanos consiste en inflar la imagen de "izquierdista ineficaz" de Obama mientras desinflan la suya de formación intransigente. Su maniobra más inteligente sería ganar el apoyo de esta minoría rápidamente con una parte del plan de empleo de Obama -- ¿quién se va a comer estas bajadas tributarias con un trozo de acuerdos de libre comercio? Esta gimnasia disiparía el aire de terquedad sin dejar que el presidente pueda decir que los Republicanos accedieron a su exigencia de "tramitar este anteproyecto". Se deja a Obama quedando como el intransigente.
Pero tanto como lo pueda preferir, Obama no va a competir contra congresistas Republicanos. Es la razón de que el enfoque del candidato Mitt Romney contra Obama -- el tipo amable al que le falta un hervor -- podría ser muy potente. Donde el Gobernador de Texas Rick Perry echa pestes de Obama, Romney adopta más la postura del "pobre lelo". Él no dice a los votantes indecisos que se equivocan si dan una oportunidad a Obama -- sólo dice que el presidente ya lo ha intentado y fracasó.
"Si usted piensa que el país necesita un cambio radical, eso es a lo que me dedico yo", decía Romney durante el debate del movimiento de protesta fiscal.
Romney todavía tiene que dar algunas explicaciones del motivo de que su experiencia en el sector privado haya implicado con tanta frecuencia expedientes de regulación de empleo, no creación de puestos nuevos. Pero está emergiendo como un candidato formidable frente a un titular para el que molestarse, por mucho que lo intente, podría no bastar.