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"Al Qaeda es al terror lo que la mafia al crimen organizado, pero su objetivo no es ganar dinero"

La guerra contra el terror es una guerra de ideas

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La guerra contra el terror en América se inició cuando los héroes del vuelo 93 de United cargaron contra los secuestradores sobre Shanksville, Pensilvania, abortando el que habría sido el cuarto atentado del 11 de Septiembre por parte de al-Qaeda.

Durante la década que comenzó aquella horrorosa jornada, el objetivo de desmantelar y aplastar a la red del terror islamista se viene siguiendo con notable versatilidad: Estados Unidos ha librado este conflicto con armamento militar, diplomático y económico; se ha apoyado en agresivas operaciones de espionaje y sensibles intervenciones de contrainsurgencia; ha reformado por completo la seguridad aérea y modificado el código civil. Hay yihadistas que han perdido la vida a causa de vehículos teledirigidos Predator en el extranjero, los hay detenidos en calidad de combatientes enemigos en Guantánamo, y los hay detectados en operaciones encubiertas dentro del país.

Pero aun así podría resultar que a largo plazo, el más significativo de estos conflictos fue la guerra de ideas que acompañó al 11 de Septiembre.




Portada de The New York Times del 11S.


Casi desde el primer momento, el Presidente George W. Bush reconoció que Estados Unidos tomaba parte en un enfrentamiento ideológico. Durante la Guerra Fría dos décadas antes, Ronald Reagan había afirmado que la promoción de la democracia debía ser la principal prioridad de la política exterior norteamericana. Al impulsar los ideales de libertad y dignidad humanas, dijo Reagan a los Comunes en 1982, América y sus aliados iban a minar la posición de la Unión Soviética y con el tiempo relegarían al totalitarismo Comunista al "vertedero de la historia". De forma muy parecida, consideraba Bush, al islam radical se le podría debilitar mostrando la fortaleza moral de la democracia y la igualdad liberales.

En cuestión de sólo nueve días tras el 11 de Septiembre, dirigiéndose a una sesión conjunta de las cámaras del Congreso, Bush empezó a trazar las líneas maestras de la estrategia ideológica para derrotar a la amenaza yihadista.

"Al Qaeda es al terror lo que la mafia al crimen organizado, pero su objetivo no es ganar dinero", decía Bush. "Su objetivo es remodelar el mundo -- e imponer sus creencias radicales a todo el mundo en todas partes". El terrorismo no estaba provocado por la religión del islam sino por el fanatismo político de los islamistas. "Ellos son los herederos de todas las ideologías criminales del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para satisfacer sus visiones radicales -- abandonando cualquier valor menos la voluntad de mandar -- siguen el camino del fascismo y el Nazismo y el totalitarismo".

La guerra contra el terror, pronosticó Bush con precisión, iba a ser una larga lucha que se libraría en múltiples frentes. Pero en última instancia la única forma de impedir que al-Qaeda y sus aliados impusieran una "era de terror" era que América sostuviera una "era de libertad, aquí y en todo el mundo". Mientras que Bush entendió al revés muchas cosas tras el 11 de Septiembre, esta perspicacia ideológica -- que el origen del terrorismo islamista era la ausencia de libertades en Oriente Próximo -- fue uno de los grandes aciertos que tuvo.

Hubo muchos que no acertaron. Muchas voces insistían en que el terrorismo se alimentaba de la pobreza o de la ausencia de educación. Otros analistas se apresuraban a explicar el 11 de Septiembre como el fruto de "la arrogancia estadounidense" o como la reacción al conflicto palestino israelí. En realidad, como demostraba el economista de Princeton Alan Krueger en la obra de 2007 ¿Qué es lo que hace a un terrorista?, los mejores indicadores del terrorismo son "la censura de las libertades civiles y los derechos políticos, incluyendo la censura de la libertad de prensa, de la libertad de asamblea y de los derechos democráticos".

La campaña de Bush para democratizar Oriente Próximo -- lo que más tarde se conocería como "la agenda de la libertad" -- se originó de la convicción de que la forma de desmantelar el odio yihadista era drenar los pantanos en los que prospera: las dictaduras y las teocracias del Oriente Próximo musulmán. "Los terroristas prosperan gracias al apoyo de los tiranos y el resentimiento de los oprimidos", dijo en 2003. "Cuando los tiranos caen, y el resentimiento da paso a la esperanza, los hombres y mujeres de toda cultura rechazan las ideologías del terror y se dedican a la búsqueda de la paz".

El mundo árabe es más inestable de lo que ha sido durante generaciones, sacudiendo a los regímenes de Túnez a Siria las exigencias de mayor libertad y reformas democráticas.

Los "realistas" de la política exterior argumentaron durante décadas que la estabilidad del mundo árabe era más importante que su libertad, y que por eso era mejor tolerar a los regímenes opresores que arriesgarse al levantamiento que provocaría el cambio democrático. Esa fue la hoja de ruta que condujo al 11 de Septiembre.

Hoy, 10 años después del 11 de Septiembre, la región es más inestable de lo que ha sido en generaciones. El dictador de Irak está muerto, el de Libia anda desaparecido y las exigencias de libertades y reformas democráticas han agitado los cimientos de regímenes que van de Túnez a Siria pasando por Irán. ¿Pero quién no prefiere la agitación y la emoción violenta actuales antes que la estabilidad ilusoria de 2001?

No, el terror islamista no ha sido erradicado. La democracia liberal musulmana dista mucho de ser una realidad. Pero hemos participado en la lucha de ideas. Y a medida que combatimos no sólo a los terroristas sino las envenenadas ideas que les motivan, vamos ganando poco a poco la guerra que comenzó el 11 de Septiembre.

La guerra contra el terror es una guerra de ideas

"Al Qaeda es al terror lo que la mafia al crimen organizado, pero su objetivo no es ganar dinero"
Jeff Jacoby
martes, 13 de septiembre de 2011, 07:58 h (CET)
La guerra contra el terror en América se inició cuando los héroes del vuelo 93 de United cargaron contra los secuestradores sobre Shanksville, Pensilvania, abortando el que habría sido el cuarto atentado del 11 de Septiembre por parte de al-Qaeda.

Durante la década que comenzó aquella horrorosa jornada, el objetivo de desmantelar y aplastar a la red del terror islamista se viene siguiendo con notable versatilidad: Estados Unidos ha librado este conflicto con armamento militar, diplomático y económico; se ha apoyado en agresivas operaciones de espionaje y sensibles intervenciones de contrainsurgencia; ha reformado por completo la seguridad aérea y modificado el código civil. Hay yihadistas que han perdido la vida a causa de vehículos teledirigidos Predator en el extranjero, los hay detenidos en calidad de combatientes enemigos en Guantánamo, y los hay detectados en operaciones encubiertas dentro del país.

Pero aun así podría resultar que a largo plazo, el más significativo de estos conflictos fue la guerra de ideas que acompañó al 11 de Septiembre.




Portada de The New York Times del 11S.


Casi desde el primer momento, el Presidente George W. Bush reconoció que Estados Unidos tomaba parte en un enfrentamiento ideológico. Durante la Guerra Fría dos décadas antes, Ronald Reagan había afirmado que la promoción de la democracia debía ser la principal prioridad de la política exterior norteamericana. Al impulsar los ideales de libertad y dignidad humanas, dijo Reagan a los Comunes en 1982, América y sus aliados iban a minar la posición de la Unión Soviética y con el tiempo relegarían al totalitarismo Comunista al "vertedero de la historia". De forma muy parecida, consideraba Bush, al islam radical se le podría debilitar mostrando la fortaleza moral de la democracia y la igualdad liberales.

En cuestión de sólo nueve días tras el 11 de Septiembre, dirigiéndose a una sesión conjunta de las cámaras del Congreso, Bush empezó a trazar las líneas maestras de la estrategia ideológica para derrotar a la amenaza yihadista.

"Al Qaeda es al terror lo que la mafia al crimen organizado, pero su objetivo no es ganar dinero", decía Bush. "Su objetivo es remodelar el mundo -- e imponer sus creencias radicales a todo el mundo en todas partes". El terrorismo no estaba provocado por la religión del islam sino por el fanatismo político de los islamistas. "Ellos son los herederos de todas las ideologías criminales del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para satisfacer sus visiones radicales -- abandonando cualquier valor menos la voluntad de mandar -- siguen el camino del fascismo y el Nazismo y el totalitarismo".

La guerra contra el terror, pronosticó Bush con precisión, iba a ser una larga lucha que se libraría en múltiples frentes. Pero en última instancia la única forma de impedir que al-Qaeda y sus aliados impusieran una "era de terror" era que América sostuviera una "era de libertad, aquí y en todo el mundo". Mientras que Bush entendió al revés muchas cosas tras el 11 de Septiembre, esta perspicacia ideológica -- que el origen del terrorismo islamista era la ausencia de libertades en Oriente Próximo -- fue uno de los grandes aciertos que tuvo.

Hubo muchos que no acertaron. Muchas voces insistían en que el terrorismo se alimentaba de la pobreza o de la ausencia de educación. Otros analistas se apresuraban a explicar el 11 de Septiembre como el fruto de "la arrogancia estadounidense" o como la reacción al conflicto palestino israelí. En realidad, como demostraba el economista de Princeton Alan Krueger en la obra de 2007 ¿Qué es lo que hace a un terrorista?, los mejores indicadores del terrorismo son "la censura de las libertades civiles y los derechos políticos, incluyendo la censura de la libertad de prensa, de la libertad de asamblea y de los derechos democráticos".

La campaña de Bush para democratizar Oriente Próximo -- lo que más tarde se conocería como "la agenda de la libertad" -- se originó de la convicción de que la forma de desmantelar el odio yihadista era drenar los pantanos en los que prospera: las dictaduras y las teocracias del Oriente Próximo musulmán. "Los terroristas prosperan gracias al apoyo de los tiranos y el resentimiento de los oprimidos", dijo en 2003. "Cuando los tiranos caen, y el resentimiento da paso a la esperanza, los hombres y mujeres de toda cultura rechazan las ideologías del terror y se dedican a la búsqueda de la paz".

El mundo árabe es más inestable de lo que ha sido durante generaciones, sacudiendo a los regímenes de Túnez a Siria las exigencias de mayor libertad y reformas democráticas.

Los "realistas" de la política exterior argumentaron durante décadas que la estabilidad del mundo árabe era más importante que su libertad, y que por eso era mejor tolerar a los regímenes opresores que arriesgarse al levantamiento que provocaría el cambio democrático. Esa fue la hoja de ruta que condujo al 11 de Septiembre.

Hoy, 10 años después del 11 de Septiembre, la región es más inestable de lo que ha sido en generaciones. El dictador de Irak está muerto, el de Libia anda desaparecido y las exigencias de libertades y reformas democráticas han agitado los cimientos de regímenes que van de Túnez a Siria pasando por Irán. ¿Pero quién no prefiere la agitación y la emoción violenta actuales antes que la estabilidad ilusoria de 2001?

No, el terror islamista no ha sido erradicado. La democracia liberal musulmana dista mucho de ser una realidad. Pero hemos participado en la lucha de ideas. Y a medida que combatimos no sólo a los terroristas sino las envenenadas ideas que les motivan, vamos ganando poco a poco la guerra que comenzó el 11 de Septiembre.

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