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De cómo la realidad cambia, sin darnos cuenta. De algunos otros periodos de cambio en la historia, y de cómo prepararnos para el futuro

Reconocer el presente, conocer el pasado, encarar el futuro

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Si hay algo que me gusta mucho de la situación actual, en el mundo y en España, es la extraordinaria oportunidad que estamos teniendo para despertar de esa hipnótica ensoñación que nos ha tenido atrapados tantos años. Ya no somos ricos. Ni pudientes, ni clase media-alta, ni vivimos en un mundo estupendo, ni todos vamos a conducir un BMW y vivir en un chalet en las afueras.

Casi de repente, o más bien de golpe, nos hemos dado de bruces contra aspectos de la realidad ante los que hemos estado apartando tozudamente la mirada, y que se han vuelto tan insistentemente presentes como para ocupar todo nuestro campo de visión, a saber:

- Estamos atrapados por nuestras deudas, ya sea la del piso, la del coche o la de la tele. Ahora ya no solo vivimos para el banco, sino que cada vez más a menudo el banco nos está matando: no hay trabajo, oportunidades, ingresos; no pagamos nuestras deudas, lo que llamábamos ‘nuestra vida’ desaparece.

- Los servicios públicos y los gratuitos antes nos parecían vulgares y contratamos en muchos casos servicios privados para sustituirlos: Sanidad privada, escuela privada, televisión de pago. Ahora esos gastos son inabordables, y vemos que los públicos y gratuitos de los que habíamos huido son mucho peores que antes. Y parece que van a ir a peor, puesto que la tendencia de recortes de gasto público augura que, al menos parte de esos servicios, no es que vayan a ser malos, sino que desaparecerán.

- Hemos dicho que eramos apolíticos, que no nos interesaba quien mandaba porque todos eran iguales; que nos parecía que el que estaba lo hacía muy bien, porque la ciudad/el pueblo estaba muchísimo mejor que antes. Ahora descubrimos que han estado arruinando la administración todos esto años, y que han mentido, han hecho quebrar miles de empresas, y no solo no van a mejorar nuestra vida, sino que la empeorarán mucho, sin remedio.

- Hemos dejado de estudiar, porque estudiar es de inútiles, el que vale trabaja (o crea su empresa). O bien hemos estudiado una barbaridad, carreras y másteres, para destacar por encima de otros. Ahora descubrimos que no hay empleo, o hemos tenido que cerrar la empresa. Y que estamos superpreparados, pero el sistema de ascenso no es por méritos o formación, sino por amiguismo, por enchufe y/o permitiendo que abusen de uno.

- Y también nos hemos dado cuenta de que el gobierno, todos los gobiernos, desde el del Estado hasta el del Ayuntamiento, trabaja para las grandes empresas, para los bancos y para los que están en política. Por tanto nuestras necesidades en materia de servicios públicos (sanidad, educación, protección, o de justicia, por ejemplo) no van a ser atendidas. Y que ya no solo no somos los aquellos ciudadanos para los cuales el Estado hacía su labor, sino que somos los que con nuestros impuestos pagamos los desmanes de otros. Nos sentimos indefensos e impotentes, muy cabreados ante estas situaciones..

Puede que esté llegando ese tiempo de cambio que recuerda a otros que ya ha ocurrido en momentos anteriores de la historia. Puede que las condiciones de vida se estén deteriorando ya tanto que de forma masiva nos sintamos impulsados a buscar la construcción de una alternativa que nos de otra vez oxígeno para respirar, con la ilusión de trabajar en que el futuro sea mejor que el presente. En todos esos momentos anteriores de la historia fue una gran crisis cargada de penuria la que hizo que el común se activara, se uniera entre si y preparara alternativas de vida que se les negaba desde el poder.

Si es así, mientras ese tiempo viene llegando, podemos repasar cómo fueron aquellos procesos. Podemos ver cómo surgieron, cómo se desarrollaron, y cuales fueron sus éxitos y sus fallos. Dicen que el pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla. En esta cultura occidental de la que somos pueblo, hay episodios de cambio y de alternativas sobre los que leer, para inspirarse en sus éxitos y evitar sus errores.

- La revolución francesa
- la comuna de parís
- la revolución rusa
- la revolución Majnovista
- la Dictadura de primo de Rivera y el paso a la II República Española
- la revolución social Española de 1936
- mayo de 1968
- la transición Española
- Marinaleda

Más allá del agradable e indispensable repaso a esos procesos de cambio, está todo el trasfondo con el que siempre abordamos un periodo turbulento, debatiéndonos entre el miedo a perder lo que tenemos y el miedo a ser demasiado avanzados en el intento de cambio. Entre la esperanza de conseguir mejorar nuestra situación o el fatalismo de temer que hagamos lo que hagamos empeorará nuestra vida. Entre el grito de angustia ante la insoportable presión de nuestra prisión y el vértigo que da intentar ser plenamente libres.

Revolución o reforma, alternativa real o maquillaje a lo actual. En realidad, al leer y repensar la historia, nos damos cuenta de que no hay mucha elección. Ya sean reformas ya sean revoluciones, han sido los tiempos en los que se dieron cada una las que determinaron sus características. Muy pocos en cada tiempo pudieron elegir, pues la inmensa mayoría solo pudo apoyar aquello que ya estaba sucediendo.

Así pues debemos poner nuestro esfuerzo en prepararnos para cualquiera que sea la naturaleza de nuestro futuro inmediato, dejando de lado el debate sobre la intensidad de los cambios. Vamos a tener que actuar, puesto que la pasividad ya no es posible. Elijamos que podemos aportar, como actuaremos, por que lo haremos. Lo que vaya a ser al final de todo este periodo en el que entramos, ya lo leerán los que vendrán detrás.

ADDENDUM
El shock entre la realidad y lo que creimos que era, no es solo en España. En Toronto 600 asistentes han firmado una declaración a favor de los servicios públicos.

Reconocer el presente, conocer el pasado, encarar el futuro

De cómo la realidad cambia, sin darnos cuenta. De algunos otros periodos de cambio en la historia, y de cómo prepararnos para el futuro
Luis W. Sevilla
martes, 13 de septiembre de 2011, 06:42 h (CET)
Si hay algo que me gusta mucho de la situación actual, en el mundo y en España, es la extraordinaria oportunidad que estamos teniendo para despertar de esa hipnótica ensoñación que nos ha tenido atrapados tantos años. Ya no somos ricos. Ni pudientes, ni clase media-alta, ni vivimos en un mundo estupendo, ni todos vamos a conducir un BMW y vivir en un chalet en las afueras.

Casi de repente, o más bien de golpe, nos hemos dado de bruces contra aspectos de la realidad ante los que hemos estado apartando tozudamente la mirada, y que se han vuelto tan insistentemente presentes como para ocupar todo nuestro campo de visión, a saber:

- Estamos atrapados por nuestras deudas, ya sea la del piso, la del coche o la de la tele. Ahora ya no solo vivimos para el banco, sino que cada vez más a menudo el banco nos está matando: no hay trabajo, oportunidades, ingresos; no pagamos nuestras deudas, lo que llamábamos ‘nuestra vida’ desaparece.

- Los servicios públicos y los gratuitos antes nos parecían vulgares y contratamos en muchos casos servicios privados para sustituirlos: Sanidad privada, escuela privada, televisión de pago. Ahora esos gastos son inabordables, y vemos que los públicos y gratuitos de los que habíamos huido son mucho peores que antes. Y parece que van a ir a peor, puesto que la tendencia de recortes de gasto público augura que, al menos parte de esos servicios, no es que vayan a ser malos, sino que desaparecerán.

- Hemos dicho que eramos apolíticos, que no nos interesaba quien mandaba porque todos eran iguales; que nos parecía que el que estaba lo hacía muy bien, porque la ciudad/el pueblo estaba muchísimo mejor que antes. Ahora descubrimos que han estado arruinando la administración todos esto años, y que han mentido, han hecho quebrar miles de empresas, y no solo no van a mejorar nuestra vida, sino que la empeorarán mucho, sin remedio.

- Hemos dejado de estudiar, porque estudiar es de inútiles, el que vale trabaja (o crea su empresa). O bien hemos estudiado una barbaridad, carreras y másteres, para destacar por encima de otros. Ahora descubrimos que no hay empleo, o hemos tenido que cerrar la empresa. Y que estamos superpreparados, pero el sistema de ascenso no es por méritos o formación, sino por amiguismo, por enchufe y/o permitiendo que abusen de uno.

- Y también nos hemos dado cuenta de que el gobierno, todos los gobiernos, desde el del Estado hasta el del Ayuntamiento, trabaja para las grandes empresas, para los bancos y para los que están en política. Por tanto nuestras necesidades en materia de servicios públicos (sanidad, educación, protección, o de justicia, por ejemplo) no van a ser atendidas. Y que ya no solo no somos los aquellos ciudadanos para los cuales el Estado hacía su labor, sino que somos los que con nuestros impuestos pagamos los desmanes de otros. Nos sentimos indefensos e impotentes, muy cabreados ante estas situaciones..

Puede que esté llegando ese tiempo de cambio que recuerda a otros que ya ha ocurrido en momentos anteriores de la historia. Puede que las condiciones de vida se estén deteriorando ya tanto que de forma masiva nos sintamos impulsados a buscar la construcción de una alternativa que nos de otra vez oxígeno para respirar, con la ilusión de trabajar en que el futuro sea mejor que el presente. En todos esos momentos anteriores de la historia fue una gran crisis cargada de penuria la que hizo que el común se activara, se uniera entre si y preparara alternativas de vida que se les negaba desde el poder.

Si es así, mientras ese tiempo viene llegando, podemos repasar cómo fueron aquellos procesos. Podemos ver cómo surgieron, cómo se desarrollaron, y cuales fueron sus éxitos y sus fallos. Dicen que el pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla. En esta cultura occidental de la que somos pueblo, hay episodios de cambio y de alternativas sobre los que leer, para inspirarse en sus éxitos y evitar sus errores.

- La revolución francesa
- la comuna de parís
- la revolución rusa
- la revolución Majnovista
- la Dictadura de primo de Rivera y el paso a la II República Española
- la revolución social Española de 1936
- mayo de 1968
- la transición Española
- Marinaleda

Más allá del agradable e indispensable repaso a esos procesos de cambio, está todo el trasfondo con el que siempre abordamos un periodo turbulento, debatiéndonos entre el miedo a perder lo que tenemos y el miedo a ser demasiado avanzados en el intento de cambio. Entre la esperanza de conseguir mejorar nuestra situación o el fatalismo de temer que hagamos lo que hagamos empeorará nuestra vida. Entre el grito de angustia ante la insoportable presión de nuestra prisión y el vértigo que da intentar ser plenamente libres.

Revolución o reforma, alternativa real o maquillaje a lo actual. En realidad, al leer y repensar la historia, nos damos cuenta de que no hay mucha elección. Ya sean reformas ya sean revoluciones, han sido los tiempos en los que se dieron cada una las que determinaron sus características. Muy pocos en cada tiempo pudieron elegir, pues la inmensa mayoría solo pudo apoyar aquello que ya estaba sucediendo.

Así pues debemos poner nuestro esfuerzo en prepararnos para cualquiera que sea la naturaleza de nuestro futuro inmediato, dejando de lado el debate sobre la intensidad de los cambios. Vamos a tener que actuar, puesto que la pasividad ya no es posible. Elijamos que podemos aportar, como actuaremos, por que lo haremos. Lo que vaya a ser al final de todo este periodo en el que entramos, ya lo leerán los que vendrán detrás.

ADDENDUM
El shock entre la realidad y lo que creimos que era, no es solo en España. En Toronto 600 asistentes han firmado una declaración a favor de los servicios públicos.

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