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Obama destina 447.000 millones para empleo

Elementos de la creación de empleo

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WASHINGTON -- Nos hace falta un curso de refresco en Elementos de la Creación de Empleo para valorar en qué medida, de haber alguna, el programa propuesto de 447.000 millones de dólares en subidas del gasto público y bajadas tributarias del Presidente Obama reactivará el calado motor de América.

Recuerde que el sector privado es el principal motor del empleo. Las empresas crean empleo cuando se satisfacen dos condiciones. En primer lugar, cuando la demanda añadida de sus productos justifica la ampliación de la plantilla. En segundo, cuando la demanda añadida se puede satisfacer rentablemente. Hay matices a estas generalizaciones (las tecnológicas de innovación, por ejemplo), pero estos son los fundamentos.

En cuanto a la administración pública, no es tanto creadora de empleo como rotadora de empleo. Financia los puestos de trabajo (los soldados, los docentes, los científicos) a base de gravar, endeudarse y regular. Si el estado grava, se endeuda o regula menos, ese dinero permanecerá en los hogares y las empresas, que lo destinarán a algo distinto, y de esa forma, crean más empleo. La legislación decide el importe de la renta bruta que destinamos a los servicios públicos.

A esta observación existe una notable excepción. En medio de un bache, el estado puede crear empleo endeudándose cuando el sector privado no está gastando. Pero el efecto es temporal y no automático.

El polémico programa "de estímulo" de 825.000 millones de Obama en 2009 refrendó esta lógica. Él dijo que iba a crear o salvar puestos de trabajo. Me parece que tiene razón. En aquel momento, consumidores y empresas -- aterrorizados por la crisis económica -- habían quedado aislados. El nuevo gasto público y los incentivos fiscales indujeron a realizar gastos que de otra forma no se habrían desembolsado. El número de empleos salvados o creados es más difícil de decir. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula un máximo total en alguna parte entre 1,4 y 3,6 millones.

En virtud de una lógica parecida, la nueva batería de medidas podría elevar el empleo. Macroeconomic Advisers, una reconocida empresa de pronósticos financieros, calcula que el programa podría sumar 1,3 millones de nóminas para finales de 2012. No obstante, también destaca que el efecto será temporal a menos que el Congreso renueve el programa.

Desafortunadamente, la crónica del estímulo original es más complicada. Fue solamente un éxito parcial, porque fracasó en su principal objetivo: inducir a una recuperación económica contundente y sostenida. Por lo general, esto sucede cuando la demanda añadida de vehículos, electrodomésticos y vivienda dispara el consumo y la contratación, cosas que financian más gastos y más contratos. Este proceso viene siendo débil. Hasta con el estímulo, destruimos 8,75 millones de nóminas durante el bache; hasta la fecha sólo hemos recuperado 1,9 millones.

Esta debilidad tiene muchas explicaciones posibles. Una es la gravedad del colapso inmobiliario. El comprador potencial aguarda a que los precios toquen fondo. Otra explicación es la castigada posición económica de los estadounidenses. Desde 2007, las familias han perdido 7 billones en patrimonio, fruto sobre todo de los precios de la vivienda más bajos y de la depreciación de las inversiones. Para recuperar esa riqueza, muchos estadounidenses ahorran más, gastan menos y extinguen deuda.

Justo, dicen los defensores de que haya más estímulos. La Condición Uno de la creación de empleo en el sector privado no se satisface: la demanda es insuficiente. Las desaceleraciones de Estados Unidos y Europa confirman esto. Los estados tienen que "endeudarse y gastar" para empujar la demanda, escribe Martin Wolf, corresponsal económico del Financial Times. La reducción del déficit debería de ser un objetivo a largo plazo.

Es un argumento convincente -- pero en absoluto irrecusable. Fundamentalmente, no dice el motivo de que los masivos estímulos constantes del año pasado (déficits presupuestarios enormes, bajos tipos de interés) no hicieran más por el crecimiento económico. La respuesta, me parece, es la psicología. Los pequeños cambios en el comportamiento cauto del inquieto consumidor y las empresas contrarrestan el estímulo. Suponga, por ejemplo, que el consumidor eleva su ritmo de ahorro tres enteros porcentuales; eso neutraliza tres cuartos del programa de Obama.

La sorpresa y la brutalidad de la crisis económica dejan una poderosa herencia de alergia al riesgo. Las empresas -- como los consumidores -- han ocupado posiciones defensivas. Hacen acopio de liquidez frente a amenazas desconocidas. Nuestros líderes políticos también han agravado la cautela y el miedo; en la práctica, las legislaciones públicas provocan en ocasiones comportamientos imprevistos.

Empecemos por Obama. Ha encabezado dos administraciones paralelas, simulando poder seguir programas sociales y creadores de empleo independientes como si las dos cosas no estuvieran relacionadas entre sí. Su "reforma" sanitaria encarece la contratación, al imponer por ley la protección sanitaria de la empresa. ¿En serio creía que esto no iba a afectar a la rentabilidad de los contratos? (Ver Condición Dos arriba). Muchas políticas de Obama frustran la creación de empleo.

Pasemos al Capitolio. Es más de lo mismo. Republicanos y Demócratas se deleitan lanzándose virulentos ataques entre sí. Su placer de la difamación ajena viene a expensas de la menor confianza pública. Contribuyendo a esto, las discrepancias en torno a los déficits a largo plazo también minan el empleo.

Nuestro debate del empleo debería de reconocer estas realidades. Ninguna legislación va a tener éxito a menos que redunde en la contratación sostenida por parte de la empresa privada. Esto significa dar preferencia a la creación de empleo sobre los demás objetivos. Significa tener el debate para que los ánimos del país -- y por tanto, el consumo privado -- no se depriman más fruto del despecho partidista. Sugiere aceptar propuestas de las dos formaciones, porque ninguna de las dos puede estar segura de que su enfoque surta efecto.

Tendría que tratarse de fomentar la confianza, no de marcar tantos políticos. Es un objetivo muy necesario difícil de cumplir. Al aproximarse las elecciones de 2012, podría serlo demasiado.

Elementos de la creación de empleo

Obama destina 447.000 millones para empleo
Robert J. Samuelson
martes, 13 de septiembre de 2011, 06:27 h (CET)
WASHINGTON -- Nos hace falta un curso de refresco en Elementos de la Creación de Empleo para valorar en qué medida, de haber alguna, el programa propuesto de 447.000 millones de dólares en subidas del gasto público y bajadas tributarias del Presidente Obama reactivará el calado motor de América.

Recuerde que el sector privado es el principal motor del empleo. Las empresas crean empleo cuando se satisfacen dos condiciones. En primer lugar, cuando la demanda añadida de sus productos justifica la ampliación de la plantilla. En segundo, cuando la demanda añadida se puede satisfacer rentablemente. Hay matices a estas generalizaciones (las tecnológicas de innovación, por ejemplo), pero estos son los fundamentos.

En cuanto a la administración pública, no es tanto creadora de empleo como rotadora de empleo. Financia los puestos de trabajo (los soldados, los docentes, los científicos) a base de gravar, endeudarse y regular. Si el estado grava, se endeuda o regula menos, ese dinero permanecerá en los hogares y las empresas, que lo destinarán a algo distinto, y de esa forma, crean más empleo. La legislación decide el importe de la renta bruta que destinamos a los servicios públicos.

A esta observación existe una notable excepción. En medio de un bache, el estado puede crear empleo endeudándose cuando el sector privado no está gastando. Pero el efecto es temporal y no automático.

El polémico programa "de estímulo" de 825.000 millones de Obama en 2009 refrendó esta lógica. Él dijo que iba a crear o salvar puestos de trabajo. Me parece que tiene razón. En aquel momento, consumidores y empresas -- aterrorizados por la crisis económica -- habían quedado aislados. El nuevo gasto público y los incentivos fiscales indujeron a realizar gastos que de otra forma no se habrían desembolsado. El número de empleos salvados o creados es más difícil de decir. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula un máximo total en alguna parte entre 1,4 y 3,6 millones.

En virtud de una lógica parecida, la nueva batería de medidas podría elevar el empleo. Macroeconomic Advisers, una reconocida empresa de pronósticos financieros, calcula que el programa podría sumar 1,3 millones de nóminas para finales de 2012. No obstante, también destaca que el efecto será temporal a menos que el Congreso renueve el programa.

Desafortunadamente, la crónica del estímulo original es más complicada. Fue solamente un éxito parcial, porque fracasó en su principal objetivo: inducir a una recuperación económica contundente y sostenida. Por lo general, esto sucede cuando la demanda añadida de vehículos, electrodomésticos y vivienda dispara el consumo y la contratación, cosas que financian más gastos y más contratos. Este proceso viene siendo débil. Hasta con el estímulo, destruimos 8,75 millones de nóminas durante el bache; hasta la fecha sólo hemos recuperado 1,9 millones.

Esta debilidad tiene muchas explicaciones posibles. Una es la gravedad del colapso inmobiliario. El comprador potencial aguarda a que los precios toquen fondo. Otra explicación es la castigada posición económica de los estadounidenses. Desde 2007, las familias han perdido 7 billones en patrimonio, fruto sobre todo de los precios de la vivienda más bajos y de la depreciación de las inversiones. Para recuperar esa riqueza, muchos estadounidenses ahorran más, gastan menos y extinguen deuda.

Justo, dicen los defensores de que haya más estímulos. La Condición Uno de la creación de empleo en el sector privado no se satisface: la demanda es insuficiente. Las desaceleraciones de Estados Unidos y Europa confirman esto. Los estados tienen que "endeudarse y gastar" para empujar la demanda, escribe Martin Wolf, corresponsal económico del Financial Times. La reducción del déficit debería de ser un objetivo a largo plazo.

Es un argumento convincente -- pero en absoluto irrecusable. Fundamentalmente, no dice el motivo de que los masivos estímulos constantes del año pasado (déficits presupuestarios enormes, bajos tipos de interés) no hicieran más por el crecimiento económico. La respuesta, me parece, es la psicología. Los pequeños cambios en el comportamiento cauto del inquieto consumidor y las empresas contrarrestan el estímulo. Suponga, por ejemplo, que el consumidor eleva su ritmo de ahorro tres enteros porcentuales; eso neutraliza tres cuartos del programa de Obama.

La sorpresa y la brutalidad de la crisis económica dejan una poderosa herencia de alergia al riesgo. Las empresas -- como los consumidores -- han ocupado posiciones defensivas. Hacen acopio de liquidez frente a amenazas desconocidas. Nuestros líderes políticos también han agravado la cautela y el miedo; en la práctica, las legislaciones públicas provocan en ocasiones comportamientos imprevistos.

Empecemos por Obama. Ha encabezado dos administraciones paralelas, simulando poder seguir programas sociales y creadores de empleo independientes como si las dos cosas no estuvieran relacionadas entre sí. Su "reforma" sanitaria encarece la contratación, al imponer por ley la protección sanitaria de la empresa. ¿En serio creía que esto no iba a afectar a la rentabilidad de los contratos? (Ver Condición Dos arriba). Muchas políticas de Obama frustran la creación de empleo.

Pasemos al Capitolio. Es más de lo mismo. Republicanos y Demócratas se deleitan lanzándose virulentos ataques entre sí. Su placer de la difamación ajena viene a expensas de la menor confianza pública. Contribuyendo a esto, las discrepancias en torno a los déficits a largo plazo también minan el empleo.

Nuestro debate del empleo debería de reconocer estas realidades. Ninguna legislación va a tener éxito a menos que redunde en la contratación sostenida por parte de la empresa privada. Esto significa dar preferencia a la creación de empleo sobre los demás objetivos. Significa tener el debate para que los ánimos del país -- y por tanto, el consumo privado -- no se depriman más fruto del despecho partidista. Sugiere aceptar propuestas de las dos formaciones, porque ninguna de las dos puede estar segura de que su enfoque surta efecto.

Tendría que tratarse de fomentar la confianza, no de marcar tantos políticos. Es un objetivo muy necesario difícil de cumplir. Al aproximarse las elecciones de 2012, podría serlo demasiado.

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