"Nos quieren hacer responsables de sus desmanes, trasladarnos sus culpas y arruinarnos. ¡Y además nos quieren quitar la alegría!". Me lo dice mi amiga Amelia todos los días. Es la verdad. Los mercados especuladores quieren desanimarnos, acrecentar el pánico para hacernos vulnerables y que estemos dispuestos a hacer concesiones. Quieren desplomarnos para enriquecerse ellos. Da igual que millones de personas no tengan trabajo, que los pensionistas no puedan vivir y que las personas sean deshauciadas de sus casas. La avaricia es su inquietud, su ansia.
Los tiburones actúan atendiendo a lo que pueden sacar de inmediato. La crisis es un gran negocio para unos pocos que no tienen en cuenta las consecuencias de sus acciones sobre los sistemas económicos mundiales. Así están dispuestas las reglas en los mercados, y facilitan la especulación.
En algo le voy a dar la razón a Merkel: "Los gobiernos deben recuperar su supremacía. Es una lucha entre los gobiernos y los mercados". ¿Vamos a dejar que ganen la pelea los abusos especuladores?. ¿Vamos a dejar que se enriquezcan a costa de nuestro bienestar y nuestra felicidad?. Sólo tres agencias emiten opiniones que afectan a la política económica de Estados soberanos. Esas mismas que en plena crisis otorgaban la máxima calificación a entidades e instituciones que no la debían tener.
Se ha visto que la crisis y las situaciones de vulnerabilidad dan lugar a operaciones especulativas. El descontrol de los últimos meses reclama establecer unas reglas del juego, que sean limpias y claras para no poner en peligro el correcto funcionamiento del libre mercado. Se requiere de medidas globales y firmes que sitúen a cada uno donde le corresponde. Para ganar esta batalla, la unidad y una política activa de las instituciones financieras y monetarias transnacionales es tan importante como llevar a cabo políticas económicas y reformas estructurales acertadas por los gobiernos de los países soberanos, algo en lo que España, entre otros, ha errado hasta ahora. Lo contrario sólo empeora la situación, nos debilita y enriquece a quienes más daño nos hacen.