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Entre los candidatos presidenciales Republicanos, poner a Ben a caer de un burro se ha convertido en el pasatiempo favorito

Apalear a Ben

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WASHINGTON -- Hablo de Ben Bernanke, gobernador de la Reserva Federal. Primero, el Gobernador de Texas Rick Perry dijo que sería "casi traición" que Bernanke suscribiera la denominada Flexibilización Cuantitativa 3 (QE3). A continuación el antiguo presidente de la Cámara Newt Gingrich, en el debate Republicano del miércoles, decía que él despediría a Bernanke, llamándole "el gobernador más peligroso y más obsesionado con el poder" de la historia de la Reserva. Esta retórica es lo siguiente a exagerada. Sus distorsiones resultan tan grotescas y sus valoraciones tan pobres que deberían suponer la descalificación para ocupar la Casa Blanca.

Todos los presidentes desean generar confianza económica. De hecho, mejorar la confianza es crucial para impulsar la mediocre recuperación actual. La forma más fácil de destruir la confianza es que Casa Blanca y Reserva se enzarcen en una riña pública. Por ley, la Reserva es "independiente". El gobernador de la Reserva, por ejemplo, no es miembro del gabinete del presidente. El motivo es aislar a la Reserva de las presiones políticas cortoplacistas. Permitir que la Reserva adopte medidas que, inicialmente impopulares quizá, se consideran imprescindibles para la salud y la estabilidad de la economía a largo plazo.

"Independencia", por supuesto, es una fórmula contextual. La Reserva rinde cuentas en última instancia al Congreso, y los funcionarios de la Reserva -- encabezados por el gobernador -- con frecuencia prestan testimonio ante el Congreso, cuyos legisladores no se cortan a la hora de dar sus opiniones. Cada administración también intenta influenciar a la Reserva y traslada sus opiniones mediante sesiones regulares de funcionarios de alto y medio nivel. Pero un enfrentamiento público es lo último que provoca un presidente, porque ello agitaría sin duda los mercados financieros y asustaría a inversores y líderes empresariales.

Los candidatos presidenciales afrontan incentivos distintos. Casi todo hijo de vecino está descontento con la situación de la economía, y es conveniente disponer de un chivo expiatorio que no va a responder -- porque la Reserva permanece al margen de las luchas políticas. Bernanke es idóneo, sobre todo a causa de su identificación con el rescate muy impopular de las entidades bancarias de Wall Street y las instituciones financieras de finales de 2008 y principios de 2009.

Pero la elección es particularmente torpe. Más que nadie, Bernanke contuvo la crisis haciendo que la Reserva prestara a corto plazo a los mercados acorralados. Si la Reserva no hubiera intervenido, lo más probable es que la horrorosa tasa de paro actual del 9,1% fuera mucho más elevada.

Piense que la forma más evidente de convertir a Bernanke en una diana política es inventar los datos. Para captar por completo esto, vale la pena citar en su totalidad la salida de tono de Gingrich. En el debate, el periodista de la NBC Brian Williams destacaba que el mandato de Bernanke como gobernador finaliza en 2014 y preguntaba a Gingrich si le volvería a nombrar.

Gingrich: yo le despediría mañana.
Williams: ¿Por qué?
Gingrich: Me parece que ha sido el gobernador más inflacionista, peligroso y obsesionado con el poder de la Reserva en la historia de la Reserva. Me parece que habría que abrir auditoría a la Reserva. Me parece que la cantidad de dinero que viene circulando en secreto, sin ninguna responsabilidad, ninguna transparencia, ninguna comunicación, es absolutamente antitética de una sociedad libre. Y me parece que sus políticas han agravado la depresión, prolongado los problemas, elevado el precio de los combustibles y han sido un desastre.

¿Por dónde empezar? Desde que Bernanke se convirtió en el gobernador de la Reserva en el año 2006, las subidas anuales de los precios al consumo han alcanzado de media el 2,2%. Con Arthur Burns de 1970 a 1977 la media fue del 6,5%; la media de Paul Volcker 1979-87 fue del 5,3%, y la media de Alan Greenspan 1987-2006 fue del 3%. (Claro, la cifra de Volcker está viciada a causa de los altos tipos de interés heredados durante sus primeros años).

Con Bernanke, la Reserva es más abierta que nunca. Sus principales decisiones políticas se anuncian públicamente; cada tres semanas se difunden minutos de sus sesiones de planificación; el gobernador celebra una rueda de prensa regular trimestral; la página web está repleta de detalles relativos al préstamo de la Reserva. ¿Hambriento de poder? En realidad Bernanke está considerado alguien más discreto en el seno del Comité Federal de Mercado Abierto que Burns, Volcker o Greenspan.

No hay pruebas de que las políticas de Bernanke hayan "agravado la depresión". Todo lo contrario (ver arriba). Durante la crisis, la Reserva sí dio a conocer el volumen de sus préstamos pero clasificó los nombres de los receptores concretos por miedo a agravar el pánico financiero. Gran parte de esta información se está dando ahora conocer bajo presión legislativa y jurídica. En resumen, la sentencia de Gingrich es casi íntegramente una invención.

Nadie es infalible. Desde el episodio de pánico, las políticas de Bernanke -- en esencia tipos del 0% de interés a corto plazo y compras masivas de títulos para inyectar liquidez a la economía -- han decepcionado a la hora de estimular la recuperación. Estas políticas, incluyendo la posibilidad de la inflación imprevista, son una fuente legítima de debate y de diferencias. Podrían ser juzgadas un fracaso con el tiempo. Pero no está claro que otra persona lo hubiera sabido hacer mejor. La conclusión básica podría ser que las competencias económicas de la Reserva son limitadas.

Cualquiera que sea el fallo de la historia, la crítica virulenta vertida contra Ben es política en estado puro. Es un golpe bajo que dice más de los atacantes que del agredido.

Apalear a Ben

Entre los candidatos presidenciales Republicanos, poner a Ben a caer de un burro se ha convertido en el pasatiempo favorito
Robert J. Samuelson
lunes, 12 de septiembre de 2011, 06:27 h (CET)
WASHINGTON -- Hablo de Ben Bernanke, gobernador de la Reserva Federal. Primero, el Gobernador de Texas Rick Perry dijo que sería "casi traición" que Bernanke suscribiera la denominada Flexibilización Cuantitativa 3 (QE3). A continuación el antiguo presidente de la Cámara Newt Gingrich, en el debate Republicano del miércoles, decía que él despediría a Bernanke, llamándole "el gobernador más peligroso y más obsesionado con el poder" de la historia de la Reserva. Esta retórica es lo siguiente a exagerada. Sus distorsiones resultan tan grotescas y sus valoraciones tan pobres que deberían suponer la descalificación para ocupar la Casa Blanca.

Todos los presidentes desean generar confianza económica. De hecho, mejorar la confianza es crucial para impulsar la mediocre recuperación actual. La forma más fácil de destruir la confianza es que Casa Blanca y Reserva se enzarcen en una riña pública. Por ley, la Reserva es "independiente". El gobernador de la Reserva, por ejemplo, no es miembro del gabinete del presidente. El motivo es aislar a la Reserva de las presiones políticas cortoplacistas. Permitir que la Reserva adopte medidas que, inicialmente impopulares quizá, se consideran imprescindibles para la salud y la estabilidad de la economía a largo plazo.

"Independencia", por supuesto, es una fórmula contextual. La Reserva rinde cuentas en última instancia al Congreso, y los funcionarios de la Reserva -- encabezados por el gobernador -- con frecuencia prestan testimonio ante el Congreso, cuyos legisladores no se cortan a la hora de dar sus opiniones. Cada administración también intenta influenciar a la Reserva y traslada sus opiniones mediante sesiones regulares de funcionarios de alto y medio nivel. Pero un enfrentamiento público es lo último que provoca un presidente, porque ello agitaría sin duda los mercados financieros y asustaría a inversores y líderes empresariales.

Los candidatos presidenciales afrontan incentivos distintos. Casi todo hijo de vecino está descontento con la situación de la economía, y es conveniente disponer de un chivo expiatorio que no va a responder -- porque la Reserva permanece al margen de las luchas políticas. Bernanke es idóneo, sobre todo a causa de su identificación con el rescate muy impopular de las entidades bancarias de Wall Street y las instituciones financieras de finales de 2008 y principios de 2009.

Pero la elección es particularmente torpe. Más que nadie, Bernanke contuvo la crisis haciendo que la Reserva prestara a corto plazo a los mercados acorralados. Si la Reserva no hubiera intervenido, lo más probable es que la horrorosa tasa de paro actual del 9,1% fuera mucho más elevada.

Piense que la forma más evidente de convertir a Bernanke en una diana política es inventar los datos. Para captar por completo esto, vale la pena citar en su totalidad la salida de tono de Gingrich. En el debate, el periodista de la NBC Brian Williams destacaba que el mandato de Bernanke como gobernador finaliza en 2014 y preguntaba a Gingrich si le volvería a nombrar.

Gingrich: yo le despediría mañana.
Williams: ¿Por qué?
Gingrich: Me parece que ha sido el gobernador más inflacionista, peligroso y obsesionado con el poder de la Reserva en la historia de la Reserva. Me parece que habría que abrir auditoría a la Reserva. Me parece que la cantidad de dinero que viene circulando en secreto, sin ninguna responsabilidad, ninguna transparencia, ninguna comunicación, es absolutamente antitética de una sociedad libre. Y me parece que sus políticas han agravado la depresión, prolongado los problemas, elevado el precio de los combustibles y han sido un desastre.

¿Por dónde empezar? Desde que Bernanke se convirtió en el gobernador de la Reserva en el año 2006, las subidas anuales de los precios al consumo han alcanzado de media el 2,2%. Con Arthur Burns de 1970 a 1977 la media fue del 6,5%; la media de Paul Volcker 1979-87 fue del 5,3%, y la media de Alan Greenspan 1987-2006 fue del 3%. (Claro, la cifra de Volcker está viciada a causa de los altos tipos de interés heredados durante sus primeros años).

Con Bernanke, la Reserva es más abierta que nunca. Sus principales decisiones políticas se anuncian públicamente; cada tres semanas se difunden minutos de sus sesiones de planificación; el gobernador celebra una rueda de prensa regular trimestral; la página web está repleta de detalles relativos al préstamo de la Reserva. ¿Hambriento de poder? En realidad Bernanke está considerado alguien más discreto en el seno del Comité Federal de Mercado Abierto que Burns, Volcker o Greenspan.

No hay pruebas de que las políticas de Bernanke hayan "agravado la depresión". Todo lo contrario (ver arriba). Durante la crisis, la Reserva sí dio a conocer el volumen de sus préstamos pero clasificó los nombres de los receptores concretos por miedo a agravar el pánico financiero. Gran parte de esta información se está dando ahora conocer bajo presión legislativa y jurídica. En resumen, la sentencia de Gingrich es casi íntegramente una invención.

Nadie es infalible. Desde el episodio de pánico, las políticas de Bernanke -- en esencia tipos del 0% de interés a corto plazo y compras masivas de títulos para inyectar liquidez a la economía -- han decepcionado a la hora de estimular la recuperación. Estas políticas, incluyendo la posibilidad de la inflación imprevista, son una fuente legítima de debate y de diferencias. Podrían ser juzgadas un fracaso con el tiempo. Pero no está claro que otra persona lo hubiera sabido hacer mejor. La conclusión básica podría ser que las competencias económicas de la Reserva son limitadas.

Cualquiera que sea el fallo de la historia, la crítica virulenta vertida contra Ben es política en estado puro. Es un golpe bajo que dice más de los atacantes que del agredido.

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