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Tener experiencia, malo; no tener, bueno

Esos políticos sin oficio conocido

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WASHINGTON -- La maravillosa paradoja de la política reside en que es el único terreno en el que la total falta de experiencia se considera requisito laboral. O, a la inversa, en el que la amplia experiencia es citada como algo negativo.

Piense en la alocución más reciente del candidato presidencial conservador Mitt Romney, una puñalada nada sutil al Gobernador de Texas Rick Perry: "¡Los políticos profesionales nos metieron en este caos y los políticos profesionales no nos saben sacar de él!" Sarah Palin soltó un mamporro parecido en la dirección de Perry al arremeter contra "la clase política permanente".

Se podría señalar que las críticas que vierte Romney suenan un tanto extrañas viniendo de alguien que ha pasado casi dos décadas enteras formando parte de la administración o postulándose a un cargo público. Se podría destacar que Palin, exceptuando su temprano y breve paso como locutora deportiva y actriz más tarde en un reality televisivo, ha trabajado casi exclusivamente en la administración, desde el Pleno Municipal de Wasilla a la gobernación de Alaska.

Mi idea es distinta: que el ataque a los "políticos profesionales" es tan equivocado como familiar. Lo que usted llama político sin oficio conocido es mi funcionario público abnegado.

Imagínese que esta línea argumental se aplicara a otro empleo. "A diferencia de mi competencia, yo no me he pasado la vida en la industria petrolera", anuncia un aspirante al cargo de consejero delegado de la petrolera Exxon Mobil. "No soy ningún comercial", se jacta un aspirante a directivo de los grandes almacenes Wal-Mart.

En realidad, la ex consejera delegada de Hewlett-Packard Carly Fiorina expuso esta idea durante la campaña presidencial de 2008. "Bien, a mí no me parece que John McCain sepa dirigir una multinacional", decía Fiorina, asesora de McCain por entonces. "No me parece que Barack Obama sepa dirigir una multinacional... Es un invento insinuar que el país es igual que una empresa. De forma que, por supuesto, para dirigir una empresa hay que tener una vida de experiencia en empresariales, pero eso no es lo que hacen Sarah Palin, John McCain, Joe Biden ni Barack Obama".

Fiorina se equivoca de forma patente, a propósito, en el imperativo categórico de la experiencia empresarial: vea, por ejemplo, el paso de Dick Cheney por la Halliburton o el de Donald Rumsfeld por G.D. Searle o General Instrument.

Y, por supuesto, su fe en lo imprescindible de la experiencia en el mundo de los negocios no se tradujo en una fe en el imprescindible equivalente de la experiencia política. Postulándose al Senado por California dos años más tarde, Fiorina ponía a caer de un burro a la titular Demócrata del escaño Bárbara Boxer a cuenta de "sus 25 años de político profesional en Washington, D.C." Fíjese que no llegó a senadora por Florida.

Mi idea no es que la experiencia política previa sea imprescindible para la administración, ni siquiera para ocupar altos cargos. No lo es. En la práctica, es saludable disponer de un surtido de experiencias y orígenes -- un Congreso que incluya a antiguos galenos y ejecutivos del sector privado junto a antiguos legisladores y ex gobernadores estatales. La política no es tan difícil de entender; no exige tener una licenciatura ni una diplomatura.

Pero la experiencia política tampoco es irrelevante -- ni todo lo negativa que dan a entender Romney, Palin y compañía. La imagen romántica del legislador campechano, el legendario héroe romano Cincinato llamado al servicio público que después vuelve a su arado, es una temática constante de la vida política norteamericana.

Pero aun así la administración compuesta enteramente de Cincinatos sería peligrosamente ineficaz. Como escribió James Madison en el Manual Federalista 62: "Una buena administración pública implica dos cosas: en primer lugar, fidelidad al objeto de legislación, que es la felicidad del pueblo; en segundo lugar, conocimiento de los medios en virtud de los cuales se puede alcanzar ese objeto mejor".

En otras palabras: querer hacer lo correcto no tiene ninguna importancia si se desconoce cómo lograrlo. La política cortoplacista no tiene ningún interés en establecer relaciones ni en construir las coaliciones imprescindibles para el compromiso productivo. Los denostados "políticos profesionales" podrían llevar el tiempo suficiente para haber visto esto antes. Cuanto más complicada es la cuestión, de la salud pública al gasto en defensa, más valor adquiere el conocimiento institucional.

Yo razonaría, por ejemplo, que las actuales dificultades del Presidente Obama no se desprenden tanto de ser un "político profesional" como del hecho que su profesión política sea tan breve antes de llegar a la Casa Blanca. La experiencia cuenta, hasta en política. Es el motivo de que el Vicepresidente Biden, con amistades asentadas en el Congreso, aporte valor a la Casa Blanca Obama. Es la razón de que las gobernaciones vengan demostrando ser una preparación tan eficaz para la presidencia.

Ningún "político profesional" -- ninguno que haya salido reelegido, quiero decir -- va a ser tan idiota como para contratar un anuncio de campaña que le anuncie como tal. Claro, Romney no será el último candidato que despliegue el calificativo de político profesional contra un rival amenazante.

Pero cada vez que se utiliza esta fórmula, hay que preguntarse el motivo de que el atacante manifieste tanto desprecio hacia la misma vocación a la que con tanto apetito aspira.

Esos políticos sin oficio conocido

Tener experiencia, malo; no tener, bueno
Ruth Marcus
viernes, 9 de septiembre de 2011, 06:25 h (CET)
WASHINGTON -- La maravillosa paradoja de la política reside en que es el único terreno en el que la total falta de experiencia se considera requisito laboral. O, a la inversa, en el que la amplia experiencia es citada como algo negativo.

Piense en la alocución más reciente del candidato presidencial conservador Mitt Romney, una puñalada nada sutil al Gobernador de Texas Rick Perry: "¡Los políticos profesionales nos metieron en este caos y los políticos profesionales no nos saben sacar de él!" Sarah Palin soltó un mamporro parecido en la dirección de Perry al arremeter contra "la clase política permanente".

Se podría señalar que las críticas que vierte Romney suenan un tanto extrañas viniendo de alguien que ha pasado casi dos décadas enteras formando parte de la administración o postulándose a un cargo público. Se podría destacar que Palin, exceptuando su temprano y breve paso como locutora deportiva y actriz más tarde en un reality televisivo, ha trabajado casi exclusivamente en la administración, desde el Pleno Municipal de Wasilla a la gobernación de Alaska.

Mi idea es distinta: que el ataque a los "políticos profesionales" es tan equivocado como familiar. Lo que usted llama político sin oficio conocido es mi funcionario público abnegado.

Imagínese que esta línea argumental se aplicara a otro empleo. "A diferencia de mi competencia, yo no me he pasado la vida en la industria petrolera", anuncia un aspirante al cargo de consejero delegado de la petrolera Exxon Mobil. "No soy ningún comercial", se jacta un aspirante a directivo de los grandes almacenes Wal-Mart.

En realidad, la ex consejera delegada de Hewlett-Packard Carly Fiorina expuso esta idea durante la campaña presidencial de 2008. "Bien, a mí no me parece que John McCain sepa dirigir una multinacional", decía Fiorina, asesora de McCain por entonces. "No me parece que Barack Obama sepa dirigir una multinacional... Es un invento insinuar que el país es igual que una empresa. De forma que, por supuesto, para dirigir una empresa hay que tener una vida de experiencia en empresariales, pero eso no es lo que hacen Sarah Palin, John McCain, Joe Biden ni Barack Obama".

Fiorina se equivoca de forma patente, a propósito, en el imperativo categórico de la experiencia empresarial: vea, por ejemplo, el paso de Dick Cheney por la Halliburton o el de Donald Rumsfeld por G.D. Searle o General Instrument.

Y, por supuesto, su fe en lo imprescindible de la experiencia en el mundo de los negocios no se tradujo en una fe en el imprescindible equivalente de la experiencia política. Postulándose al Senado por California dos años más tarde, Fiorina ponía a caer de un burro a la titular Demócrata del escaño Bárbara Boxer a cuenta de "sus 25 años de político profesional en Washington, D.C." Fíjese que no llegó a senadora por Florida.

Mi idea no es que la experiencia política previa sea imprescindible para la administración, ni siquiera para ocupar altos cargos. No lo es. En la práctica, es saludable disponer de un surtido de experiencias y orígenes -- un Congreso que incluya a antiguos galenos y ejecutivos del sector privado junto a antiguos legisladores y ex gobernadores estatales. La política no es tan difícil de entender; no exige tener una licenciatura ni una diplomatura.

Pero la experiencia política tampoco es irrelevante -- ni todo lo negativa que dan a entender Romney, Palin y compañía. La imagen romántica del legislador campechano, el legendario héroe romano Cincinato llamado al servicio público que después vuelve a su arado, es una temática constante de la vida política norteamericana.

Pero aun así la administración compuesta enteramente de Cincinatos sería peligrosamente ineficaz. Como escribió James Madison en el Manual Federalista 62: "Una buena administración pública implica dos cosas: en primer lugar, fidelidad al objeto de legislación, que es la felicidad del pueblo; en segundo lugar, conocimiento de los medios en virtud de los cuales se puede alcanzar ese objeto mejor".

En otras palabras: querer hacer lo correcto no tiene ninguna importancia si se desconoce cómo lograrlo. La política cortoplacista no tiene ningún interés en establecer relaciones ni en construir las coaliciones imprescindibles para el compromiso productivo. Los denostados "políticos profesionales" podrían llevar el tiempo suficiente para haber visto esto antes. Cuanto más complicada es la cuestión, de la salud pública al gasto en defensa, más valor adquiere el conocimiento institucional.

Yo razonaría, por ejemplo, que las actuales dificultades del Presidente Obama no se desprenden tanto de ser un "político profesional" como del hecho que su profesión política sea tan breve antes de llegar a la Casa Blanca. La experiencia cuenta, hasta en política. Es el motivo de que el Vicepresidente Biden, con amistades asentadas en el Congreso, aporte valor a la Casa Blanca Obama. Es la razón de que las gobernaciones vengan demostrando ser una preparación tan eficaz para la presidencia.

Ningún "político profesional" -- ninguno que haya salido reelegido, quiero decir -- va a ser tan idiota como para contratar un anuncio de campaña que le anuncie como tal. Claro, Romney no será el último candidato que despliegue el calificativo de político profesional contra un rival amenazante.

Pero cada vez que se utiliza esta fórmula, hay que preguntarse el motivo de que el atacante manifieste tanto desprecio hacia la misma vocación a la que con tanto apetito aspira.

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No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.

En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.

Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".

 
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