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De nosotros depende, faros iluminadores o abismos descontrolados

Faros virtuales

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La FANTASÍA es real, con su presencia en las áreas de la mente, pendiente de sus aplicaciones pertinentes o plegada a su fugacidad sin relieve. Representa una apertura magnífica hacia horizontes insospechados; es imprescindible para evitar el estancamiento existencial. Su potencialidad es inmensa, configura una activa capacidad humana polivalente. Neutra como concepto, si bien en la práctica está sometida a las inclinaciones propias de los individuos, buenas, malas, inclasificables o intrascendentes.

La tecnología cibernética abruma con sus múltiples actividades en el alambre, ese filo situado entre lo palpable en sentido físico, material; y lo inasible, transitando por esa nube plagada de conexiones. Sus magnitudes crecieron desaforadamente en poco tiempo, desplazando el núcleo central de las manifestaciones hacia espacios indeterminados; de los cuales permanecemos distanicados, a la vez que conectados. En ese escenario VIRTUAL, las presencias físicas perdieron su lugar preeminente, apenas reducidas a un eco lejano casi imperceptible; aunque, también las ausencias, permanecen minusvaloradas, incluso despreciadas en ese mundillo, desdeñadas abusivamente.

Constituyen dos factores, a cual de ellos más preocupante, conducentes a la despersonalización en las relaciones humanas. Puestas así las cosas, la distribución de los actuantes y de las actuaciones, por separado; el ORÁCULO emite sin reposo por las ondas, propalando consignas de rasgos totalitarios, por lo inaccesibles para quienes pretendan la simple participación en la discusión de sus términos. Con muy poco esfuerzo comprobamos los numerosos indicios delatores de las andanzas impertinentes. Las mencionadas estructuras funcionales están arraigadas en múltiples directrices y gestiones que esconden su verdadero talante. Los faros virtuales originan muchos destellos, pero controlados por apoderados usufructuarios.

Debido a las propias características del fenómeno, los aportes de datos son continuados, abarcan cualquier faceta de las actividades. En realidad son múltiples faros indicadores, su mismo número los transforma en impulsores de la CONFUSIÓN, por la imposibilidad de abarcarlos todos a un tiempo. La variedad genera claroscuros, tormentas y marejadas. ¿A qué faro de orientación nos acogemos? Nunca ha sido solventada esta incógnita, fue nuestro sino y en la actualidad amplía sus efectos a través de las redes. Más que enemigos situados en varios frentes, nos conviene modificar la perspectiva para otear el panorama de las nuevas posibilidades expuestas a la consideración general, aunque con dificultades obvias.

Quizá sólo se trate de una ráfaga ilustrativa que pone de relieve las diferentes capacidades humanas, la intuición, la razón, la pluralidad de mentalidades intervinientes, espaldas curtidas por mil vicisitudes, la sensibilidad o la frialdad, la desidia. Estas y otras expresiones de las actividades cotidianas, siguen presentes en la nueva extensión cibernética, son propiedades intrínsecas de las personas. Sin embargo, asistimos a una rotunda AMPLIACIÓN de sus alcances, de sus conexiones y efectos; para las mejoras sustanciales o para resultados indeseables, según el desarrollo de sus vibraciones. Los protagonistas afrontan los cambios con notables incertidumbres, por los métodos nvedosos y la velocidad de su implantación.

En el curso de esas amplificaciones destacan ciertos focos en los que se pone de manifiesto la actualidad de los procesos virtuales. Uno de los más expresivos asienta sobre la creación de ENTIDADES. Constituirán corporaciones funcionales circulantes por las redes, con una gran parte de su meollo alejado de la presencia física entre el público. Han incrementado sus posibilidades, que vuelan veloces por la nube; pero al tiempo, escapan de los puntos accesibles al ciudadano. Las empresas, el Estado, las aprovechan bien. No hará falta insistir en las artimañas de los truhanes. Pudieron ser convergentes con los intereses de las personas, pero quedaron muy abiertas a las tentaciones divergentes.

Este alejamiento progresivo nos sitúa frente al antiguo concepto de las SOCIEDADES SECRETAS, porque la misma transparencia vertiginosa, entre tanto movimiento, no da ningún respiro. Junto al acúmulo inmisericorde de notificaciones se nos evaporan los secretos que considerábamos a punto de ser conocidos. ¿Quién maneja los hilos fundamentales de la convivencia? ¿El gestor cercano, conocido por casi todos los interesados? Es evidente que notamos la influencia de los contubernios lejanos e inconfesados. Precios de alimentos y medicamentos, trasiego de armas, despliegues informativos falseados y ocultamientos, muchos ocultamientos, transitan por unos montajes enrevesados, que apenas intuimos desde sus repercusiones.

En cuanto a la responsabilidad de un sujeto concreto, nos vemos sometidos a las enormes exigencias del momento, con abrumadoras presentaciones novedosas. Dejemos aparte las renuncias participativas, aunque sólo sea por su escasa presencia de una dignidad venida a menos. La avalancha de influencias desconocidas tiene muchas ramificaciones, la distorsión es constante y los mpuntos de apoyo desaparecen disueltos en las diferentes movidas. No obnstante, las actuaciones personales tienen su trascendencia indiscutible. Por tal motivo, el requerimiento personal enciende el foco IDENTITARIO nuclear, uno ha de escarbar en sus fondos íntimos para ponerse en marcha entre la marabunta de relaciones inestables.

En alguna de sus ráfagas, si no en todas, la luz del faro realza otro de los focos primordiales del recorrido por estos ámbitos virtuales que nos incumben. Me refiero a la situación y el trato observado con respecto a las demás personas, los otros, el PRÓJIMO. El de fuera, el extranjero, el diferente, ese que no soy yo. El distanciamiento asoma desde cualquier esquina; es una paradoja, dadas las enormes posibilidades tecnológicas disponibles. Será por comodidad, simple desidia o por dispersión mental, quizá por otras desviaciones peores; aunque las explicaciones no convenzan y los resultaods progresen hacia una degradación de las relaciones, en los espacios remotos y en las distancias cortas.

Volvemos a la caverna de Platón, tratamos con sombras e ilusiones, la persuasión y la retórica, pero entreveo una mala aplicación de las bondades virtuales, esa potencia abierta a las voluntades humanas. El faro ilumina el pozo donde se pudren los problemas o se crean otras dificultades todavía peores. Cada mentalidad es uno de esos pozos y el conjunto de las MENTALIDADES, esa marisma ponzoñosa cuyo saneamiento es un imperativo al que no solemos atender. En las reiteradas violencias, en el encumbramiento de los gestores, en la gente corriente, escasean los planteamientos enfocados a un bienestar tolerable; las limitaciones no justifican la ausencia de las oportunas actitudes reconfortantes.

Con estupor, observamos los destellos necios de los supuestos faros de la sociedad. Reflejan el desprecio por los argumentos racionales y una AFINIDAD SOSPECHOSA con las presiones fieras que sustituyen al diálogos por la fuerza escandalosa.

Faros virtuales

De nosotros depende, faros iluminadores o abismos descontrolados
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 26 de mayo de 2017, 00:00 h (CET)
La FANTASÍA es real, con su presencia en las áreas de la mente, pendiente de sus aplicaciones pertinentes o plegada a su fugacidad sin relieve. Representa una apertura magnífica hacia horizontes insospechados; es imprescindible para evitar el estancamiento existencial. Su potencialidad es inmensa, configura una activa capacidad humana polivalente. Neutra como concepto, si bien en la práctica está sometida a las inclinaciones propias de los individuos, buenas, malas, inclasificables o intrascendentes.

La tecnología cibernética abruma con sus múltiples actividades en el alambre, ese filo situado entre lo palpable en sentido físico, material; y lo inasible, transitando por esa nube plagada de conexiones. Sus magnitudes crecieron desaforadamente en poco tiempo, desplazando el núcleo central de las manifestaciones hacia espacios indeterminados; de los cuales permanecemos distanicados, a la vez que conectados. En ese escenario VIRTUAL, las presencias físicas perdieron su lugar preeminente, apenas reducidas a un eco lejano casi imperceptible; aunque, también las ausencias, permanecen minusvaloradas, incluso despreciadas en ese mundillo, desdeñadas abusivamente.

Constituyen dos factores, a cual de ellos más preocupante, conducentes a la despersonalización en las relaciones humanas. Puestas así las cosas, la distribución de los actuantes y de las actuaciones, por separado; el ORÁCULO emite sin reposo por las ondas, propalando consignas de rasgos totalitarios, por lo inaccesibles para quienes pretendan la simple participación en la discusión de sus términos. Con muy poco esfuerzo comprobamos los numerosos indicios delatores de las andanzas impertinentes. Las mencionadas estructuras funcionales están arraigadas en múltiples directrices y gestiones que esconden su verdadero talante. Los faros virtuales originan muchos destellos, pero controlados por apoderados usufructuarios.

Debido a las propias características del fenómeno, los aportes de datos son continuados, abarcan cualquier faceta de las actividades. En realidad son múltiples faros indicadores, su mismo número los transforma en impulsores de la CONFUSIÓN, por la imposibilidad de abarcarlos todos a un tiempo. La variedad genera claroscuros, tormentas y marejadas. ¿A qué faro de orientación nos acogemos? Nunca ha sido solventada esta incógnita, fue nuestro sino y en la actualidad amplía sus efectos a través de las redes. Más que enemigos situados en varios frentes, nos conviene modificar la perspectiva para otear el panorama de las nuevas posibilidades expuestas a la consideración general, aunque con dificultades obvias.

Quizá sólo se trate de una ráfaga ilustrativa que pone de relieve las diferentes capacidades humanas, la intuición, la razón, la pluralidad de mentalidades intervinientes, espaldas curtidas por mil vicisitudes, la sensibilidad o la frialdad, la desidia. Estas y otras expresiones de las actividades cotidianas, siguen presentes en la nueva extensión cibernética, son propiedades intrínsecas de las personas. Sin embargo, asistimos a una rotunda AMPLIACIÓN de sus alcances, de sus conexiones y efectos; para las mejoras sustanciales o para resultados indeseables, según el desarrollo de sus vibraciones. Los protagonistas afrontan los cambios con notables incertidumbres, por los métodos nvedosos y la velocidad de su implantación.

En el curso de esas amplificaciones destacan ciertos focos en los que se pone de manifiesto la actualidad de los procesos virtuales. Uno de los más expresivos asienta sobre la creación de ENTIDADES. Constituirán corporaciones funcionales circulantes por las redes, con una gran parte de su meollo alejado de la presencia física entre el público. Han incrementado sus posibilidades, que vuelan veloces por la nube; pero al tiempo, escapan de los puntos accesibles al ciudadano. Las empresas, el Estado, las aprovechan bien. No hará falta insistir en las artimañas de los truhanes. Pudieron ser convergentes con los intereses de las personas, pero quedaron muy abiertas a las tentaciones divergentes.

Este alejamiento progresivo nos sitúa frente al antiguo concepto de las SOCIEDADES SECRETAS, porque la misma transparencia vertiginosa, entre tanto movimiento, no da ningún respiro. Junto al acúmulo inmisericorde de notificaciones se nos evaporan los secretos que considerábamos a punto de ser conocidos. ¿Quién maneja los hilos fundamentales de la convivencia? ¿El gestor cercano, conocido por casi todos los interesados? Es evidente que notamos la influencia de los contubernios lejanos e inconfesados. Precios de alimentos y medicamentos, trasiego de armas, despliegues informativos falseados y ocultamientos, muchos ocultamientos, transitan por unos montajes enrevesados, que apenas intuimos desde sus repercusiones.

En cuanto a la responsabilidad de un sujeto concreto, nos vemos sometidos a las enormes exigencias del momento, con abrumadoras presentaciones novedosas. Dejemos aparte las renuncias participativas, aunque sólo sea por su escasa presencia de una dignidad venida a menos. La avalancha de influencias desconocidas tiene muchas ramificaciones, la distorsión es constante y los mpuntos de apoyo desaparecen disueltos en las diferentes movidas. No obnstante, las actuaciones personales tienen su trascendencia indiscutible. Por tal motivo, el requerimiento personal enciende el foco IDENTITARIO nuclear, uno ha de escarbar en sus fondos íntimos para ponerse en marcha entre la marabunta de relaciones inestables.

En alguna de sus ráfagas, si no en todas, la luz del faro realza otro de los focos primordiales del recorrido por estos ámbitos virtuales que nos incumben. Me refiero a la situación y el trato observado con respecto a las demás personas, los otros, el PRÓJIMO. El de fuera, el extranjero, el diferente, ese que no soy yo. El distanciamiento asoma desde cualquier esquina; es una paradoja, dadas las enormes posibilidades tecnológicas disponibles. Será por comodidad, simple desidia o por dispersión mental, quizá por otras desviaciones peores; aunque las explicaciones no convenzan y los resultaods progresen hacia una degradación de las relaciones, en los espacios remotos y en las distancias cortas.

Volvemos a la caverna de Platón, tratamos con sombras e ilusiones, la persuasión y la retórica, pero entreveo una mala aplicación de las bondades virtuales, esa potencia abierta a las voluntades humanas. El faro ilumina el pozo donde se pudren los problemas o se crean otras dificultades todavía peores. Cada mentalidad es uno de esos pozos y el conjunto de las MENTALIDADES, esa marisma ponzoñosa cuyo saneamiento es un imperativo al que no solemos atender. En las reiteradas violencias, en el encumbramiento de los gestores, en la gente corriente, escasean los planteamientos enfocados a un bienestar tolerable; las limitaciones no justifican la ausencia de las oportunas actitudes reconfortantes.

Con estupor, observamos los destellos necios de los supuestos faros de la sociedad. Reflejan el desprecio por los argumentos racionales y una AFINIDAD SOSPECHOSA con las presiones fieras que sustituyen al diálogos por la fuerza escandalosa.

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