Sweetgrass es pura belleza y sencillez. El documental de Ilisa Barbash transmite la sensación de que estamos recorriendo un viaje que se nos hace cercano, pero a la vez lejano; una aventura en la que el silencio y la naturaleza son los protagonistas.
Con todo lo idílico que pudiera parecer, lo cierto es que la directora huye de sentimentalismos y deja que sea la cámara la que capte la realidad, sin aparente mediación alguna, proponiendo al espectador que se deje llevar y reflexione sobre un oficio que ha existido durante miles de años.
Esto es puro documental observacional, nada que ver con los documentales típicos de naturaleza. Y es esa manera de contar la que lo hace tan sensacional, es un diálogo entre los balidos de las ovejas frente a los balidos de los hombres. ¿Cómo ha podido la directora crear una conversación en silencio?
En este mundo de estrés y despreocupación, Sweetgrass nos regala una hora y media de meditación. Desde luego, una apuesta arriesgada por su larga duración, pero ciertamente hermosa. Toda una alabanza al mundo del western, donde los vaqueros luchaban contra la propia naturaleza.