Menos mal que allende la baja estofa de la mayor parte de la clase política a la que venimos padeciendo en este país, mucho más tiempo del que sería deseable, poseemos un patrimonio cultural ingente; algo inaudito a tenor del escaso y discriminado respaldo institucional que se le suele brindar. Sea por lo que fuere, en España siempre han brotado magníficos creadores en todas las disciplinas, en lo que claramente podríamos considerar una primavera instalada a perpetuidad en nuestra idiosincrasia.
Y un claro ejemplo de tan festejable evidencia es Gloria Fuertes (y digo “es” porque su legado la ha sobrevivido para “gloria” de todos, poseyendo su obra una inapelable vigencia, toda vez que luce situada en el estante de lo imperecedero).
Se cumple este año el centenario del nacimiento de tan insigne poeta, quien precisamente padeció los rigores de un estado de las cosas, político-socialmente hablando, que no animaba a desempeños como ese en el que conseguiría la inmortalidad.
La poesía de Gloria Fuertes porta variados y profundos ingredientes, pues entronca con lo social, con el más dislocado juego vanguardista, con lo existencial; emparenta con la infancia trascendiendo el mero infantilismo… y siempre desarrolló un ingenio entre sublime y chocarrero.
Gloria Fuertes hizo magistral poesía con los mimbres de la propia desazón, una desazón nada gratuita a tenor de la azarosa biografía que protagonizó, llena de penurias y tragedias. Por ello sus poemas estaban constituidos en no poca medida por un sentido del humor quizá destinado a aplacar la desesperanza.
Los versos de nuestra poeta portan la capacidad de conmover a las más diversas sensibilidades, pues su impronta tenía el poder de conectar con todo aquel que se acercase a cualquiera de sus libros. Pocos creadores han tenido/tienen la capacidad de generar tamaña ternura por la vía de ofrecer la faz más desapacible del decorado social: pobreza, desamor, violencia, sordidez, codicia… Gloria desactiva los efectos de tan execrable arsenal temático merced a la evitación de un tono bronco cuando de denunciar lo enunciado se trata, quedando reivindicado el envés de lo puesto en liza y fluyendo por entre los espacios interversales una suave corriente de lírico humorismo salpimentado con lúdica eufonía.
Parece explicarse Gloria la siempre vigente barbarie a través de los versos que conforman sus magníficos poemas, quizá ahí radique el secreto del éxito que es la adhesión a sus escritos de tantas y tantas generaciones como continúan allegándose a su poesía. Ahí y en esa mezcla de travieso ingenio, combinado con una elaborada sencillez, que constituía su poética.
Asimismo, nuestra versificadora de guardia fue un personaje literario por demás, más allá de la maravillosa obra que dejó. Se cuentan de ella anécdotas de lo más variadas, curiosas y entrañables que contribuyen a dilucidar una personalidad en clara conexión con una obra tan especial.
Testigo de tanta devastación, solo podía edificar… y a fe que lo hizo, y de la manera más edificante.