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Un sondeo Pew Research Center sitúa a Obama con un 49% de desaprobación

El paradójico problema de Obama

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WASHINGTON -- Llamémosla Paradoja del Partido Oficialista: Si la capital de la nación parece disfuncional, ello pasa factura al Presidente Obama y los Demócratas incluso si los Republicanos son los principales responsables de la disfunción.

EL PARADÓJICO PROBLEMA DE OBAMA<
^E.J. DIONNE Jr.=
Luego está la Paradoja del Bipartidismo: con independencia de lo mucho que se esfuerce el presidente por complacer a los Republicanos -- sin importar lo agradable, conciliador, cercano o razonable que intente ser -- los electores le van a juzgar en función de los resultados. Y las pruebas desde 2009 dicen que el acomodo no va a granjearle mucho a Obama en cualquier caso.

Esto genera la Paradoja Electoral: hasta cierto punto, los congresistas Republicanos se pueden permitir que su popularidad baje muy por debajo de la del presidente mientras ellos le puedan arrastrar a territorio negativo. Si la popularidad del presidente va mal el año que viene, los Demócratas no van a poder derrotar a los Republicanos suficientes para conservar el Senado y recuperar la Cámara. El Partido Republicano puede ganar si los ánimos hacia Washington son muy negativos porque los votantes hacen responsable a Obama.

Todo lo que están haciendo los Republicanos tiene sentido a la luz de las tres paradojas, incluso si, según las cifras, ellos vienen siendo los grandes perdedores del chasco del techo de la deuda del verano y su negativa tajante a cooperar con Obama.

Un sondeo Pew Research Center dado a conocer la pasada semana sitúa a Obama con un 49% de desaprobación, pero al Congreso con un 70%. Así que Obama aún tiene "ventaja". Los Demócratas también están mejor vistos que los Republicanos -- o, siendo más precisos quizá, menos mal vistos. "Solamente" el 50% de los encuestados tiene una opinión negativa del Partido Demócrata; el 59% tiene una opinión negativa del Partido Republicano.

Pero la popularidad del presidente viene cayendo en picado, y los Republicanos parecen dispuestos a pagar un alto precio por asegurarse de que sigue así. Recuerde: el principal argumento Republicano es que el estado no sabe hacer nada bien y en general empeora la vida cotidiana de todo hijo de vecino. Los Demócratas son los que insisten en que el estado puede solucionar problemas y mejorar la vida de la población. Si el estado no está haciendo eso -- si queda desacreditado y en evidencia -- ¿adivina cuál de los bandos del debate sale debilitado?

La principal tarea de Obama consiste en romper con las tres paradojas, no sólo salir reelegido sino también hacer lo que sea. Habiendo intentado la conciliación, su única alternativa es elevar la presión sobre los Republicanos. Tiene que obligarles a actuar, o no actuar, para dejar claro quién es responsable de la parálisis de Washington.

Esa es la razón de que su próximo discurso sobre el empleo tenga que trazar un programa lo bastante amplio e imaginativo para llamar la atención de la opinión pública. El votante indeciso de clase media al que quieren recuperar sus asesores se fija primero en los jefes del ejecutivo que son fuertes, decididos y actúan con principios, no en los milímetros que se distancian del centro político.

A pesar de las noticias de que la Casa Blanca está dividida en torno a lo mucho que debería pedir Obama al Congreso, el presidente ha indicado que entiende los riesgos. "Mi postura es que mi puesto de trabajo consiste en presentar los mejores planes posibles", decía Obama durante una entrevista mantenida con el presentador de debates Tom Joyner. "El Congreso tiene que intervenir. Si el Congreso no interviene, entonces saldré a la calle y hablaré con la gente, y estas próximas elecciones podrían muy bien acabar siendo un referendo en torno a la visión de América que es mejor".

Obama odia sacar a colación el desagradable hecho de que tenemos partidos políticos, pero dentro de poco tendrá que señalar que son los congresistas Republicanos los que están bloqueando su programa. Tendrán que empezar a preocuparse por su baja popularidad, o empezar a pagar un precio real por la obstaculización.

El modelo, por supuesto, es Harry Truman. En la encantadora obra acerca de las elecciones de 1948 "La última campaña", Zachary Karabell explica los problemas que los ataques de Truman a los congresistas Republicanos "contemplativos" crearon a su rival Republicano Thomas E. Dewey.

"Dewey no pudo distanciarse demasiado del Congreso o perdería el apoyo de su propia formación y pondría en peligro quizá las posibilidades Republicanas en las legislativas", escribe Karabell. "Pero aun así necesitaba abrir cierto espacio entre el Congreso y él para evitar verse arrastrado a la discordia. Era una postura precaria". De veras que sí.

Truman, claro, no llegó a esta estrategia hasta el año de las elecciones. Pero la tasa de paro en 1948 rozaba de media el 4%. Obama no puede darse el lujo de esperar.

El paradójico problema de Obama

Un sondeo Pew Research Center sitúa a Obama con un 49% de desaprobación
E. J. Dionne
viernes, 2 de septiembre de 2011, 14:15 h (CET)
WASHINGTON -- Llamémosla Paradoja del Partido Oficialista: Si la capital de la nación parece disfuncional, ello pasa factura al Presidente Obama y los Demócratas incluso si los Republicanos son los principales responsables de la disfunción.

EL PARADÓJICO PROBLEMA DE OBAMA<
^E.J. DIONNE Jr.=
Luego está la Paradoja del Bipartidismo: con independencia de lo mucho que se esfuerce el presidente por complacer a los Republicanos -- sin importar lo agradable, conciliador, cercano o razonable que intente ser -- los electores le van a juzgar en función de los resultados. Y las pruebas desde 2009 dicen que el acomodo no va a granjearle mucho a Obama en cualquier caso.

Esto genera la Paradoja Electoral: hasta cierto punto, los congresistas Republicanos se pueden permitir que su popularidad baje muy por debajo de la del presidente mientras ellos le puedan arrastrar a territorio negativo. Si la popularidad del presidente va mal el año que viene, los Demócratas no van a poder derrotar a los Republicanos suficientes para conservar el Senado y recuperar la Cámara. El Partido Republicano puede ganar si los ánimos hacia Washington son muy negativos porque los votantes hacen responsable a Obama.

Todo lo que están haciendo los Republicanos tiene sentido a la luz de las tres paradojas, incluso si, según las cifras, ellos vienen siendo los grandes perdedores del chasco del techo de la deuda del verano y su negativa tajante a cooperar con Obama.

Un sondeo Pew Research Center dado a conocer la pasada semana sitúa a Obama con un 49% de desaprobación, pero al Congreso con un 70%. Así que Obama aún tiene "ventaja". Los Demócratas también están mejor vistos que los Republicanos -- o, siendo más precisos quizá, menos mal vistos. "Solamente" el 50% de los encuestados tiene una opinión negativa del Partido Demócrata; el 59% tiene una opinión negativa del Partido Republicano.

Pero la popularidad del presidente viene cayendo en picado, y los Republicanos parecen dispuestos a pagar un alto precio por asegurarse de que sigue así. Recuerde: el principal argumento Republicano es que el estado no sabe hacer nada bien y en general empeora la vida cotidiana de todo hijo de vecino. Los Demócratas son los que insisten en que el estado puede solucionar problemas y mejorar la vida de la población. Si el estado no está haciendo eso -- si queda desacreditado y en evidencia -- ¿adivina cuál de los bandos del debate sale debilitado?

La principal tarea de Obama consiste en romper con las tres paradojas, no sólo salir reelegido sino también hacer lo que sea. Habiendo intentado la conciliación, su única alternativa es elevar la presión sobre los Republicanos. Tiene que obligarles a actuar, o no actuar, para dejar claro quién es responsable de la parálisis de Washington.

Esa es la razón de que su próximo discurso sobre el empleo tenga que trazar un programa lo bastante amplio e imaginativo para llamar la atención de la opinión pública. El votante indeciso de clase media al que quieren recuperar sus asesores se fija primero en los jefes del ejecutivo que son fuertes, decididos y actúan con principios, no en los milímetros que se distancian del centro político.

A pesar de las noticias de que la Casa Blanca está dividida en torno a lo mucho que debería pedir Obama al Congreso, el presidente ha indicado que entiende los riesgos. "Mi postura es que mi puesto de trabajo consiste en presentar los mejores planes posibles", decía Obama durante una entrevista mantenida con el presentador de debates Tom Joyner. "El Congreso tiene que intervenir. Si el Congreso no interviene, entonces saldré a la calle y hablaré con la gente, y estas próximas elecciones podrían muy bien acabar siendo un referendo en torno a la visión de América que es mejor".

Obama odia sacar a colación el desagradable hecho de que tenemos partidos políticos, pero dentro de poco tendrá que señalar que son los congresistas Republicanos los que están bloqueando su programa. Tendrán que empezar a preocuparse por su baja popularidad, o empezar a pagar un precio real por la obstaculización.

El modelo, por supuesto, es Harry Truman. En la encantadora obra acerca de las elecciones de 1948 "La última campaña", Zachary Karabell explica los problemas que los ataques de Truman a los congresistas Republicanos "contemplativos" crearon a su rival Republicano Thomas E. Dewey.

"Dewey no pudo distanciarse demasiado del Congreso o perdería el apoyo de su propia formación y pondría en peligro quizá las posibilidades Republicanas en las legislativas", escribe Karabell. "Pero aun así necesitaba abrir cierto espacio entre el Congreso y él para evitar verse arrastrado a la discordia. Era una postura precaria". De veras que sí.

Truman, claro, no llegó a esta estrategia hasta el año de las elecciones. Pero la tasa de paro en 1948 rozaba de media el 4%. Obama no puede darse el lujo de esperar.

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