No se si este verano se han pasado por un hotel de esos que a la hora de la comida te incitan a comer por los ojos y por la boca. Decidí terminar las vacaciones contratando dos días en un hotel de la Costa Blanca con una modesta media pensión, pero me bastó para comprobar que la raza humana somos depredadores en serie.
| Fuente de chocolate
|
En la primera cena me deleité con la mirada y castigué mi estómago. Allá donde dejaba caer la vista acababa por llevarlo al plato y de ahí a mi boca. Así que, me fui a dormir con un exceso de calorías y, durante mi pesada digestión no dejé de dar vueltas en la cama además de poner el aire acondicionado a temperatura “frío polar” para evitar los sudores.
Me costó dormir lo que no está escrito, mi estómago pesaba como un yugo y, me levanté con un profundo dolor de tripa. Consciente del error, decido que el desayuno será más modesto y, tras una taza de leche y una ensaimada, me recreo en la silla observando a la gente que pasea por el salón con platos cargados. Algunos llaman mi atención porque tras un café con leche, croissants y napolitanas de chocolate; pasan a continuación al salado: huevos fritos, queso, salchichas, hot dog, alubias y por si fuera poco, todo ello rociado con una salsa de tomate.
No se muy bien porque actuamos así, igual el objetivo es aprovechar al máximo el dinero invertido, igual es el ansia de probar todo lo que está a nuestro alcance la que puede con nuestra sensatez humana; si es que la tenemos, o posiblemente, es para decirle al vecino que tu buffet era la repera y que tu lo probaste todo, todo y todo.
El ejemplo que presencié fue la fondue de chocolate, la gente tras atiborrarse de pasta, pescado, carne, ensaladas, pizza, arroz y pasteles, se dirige a las piezas cortadas de fruta para luego llevarlas, como en romería, al baño suculento de chocolate. El ritual tenía su mérito, guardabas una cola de 10 minutos frente a las miradas amenazantes del resto de comensales que cuidaban el turno de la hilera con recelo.
| Buffet libre de un hotel de la costa alicantina
|
Por cierto, mi abuelo decía que “El burro va al abrevadero y cuando ha bebido bastante se da media vuelta”. Nosotros seríamos capaces de reventar y, no diré como burros, que muestran ser más inteligentes.
Ahora nos quejamos de los michelines y claro, luego buscamos el gimnasio, el endocrino, el nutricionista o, un milagro que nos ayude a adelgazar. Pero tranquilos que en las próximas vacaciones de Navidad o en Pascua seguro que vuelve al buffet y se atiborra. Si quiere guárdese la factura del gimnasio y la de los médicos antes de acercarse a un buffet de nuevo, igual gana dinero y salud.