Septiembre, vuelta al trabajo y a la realidad. Madrugones, reuniones y obligaciones que dejan muy atrás los placeres del verano. Las preocupaciones más tontas dejan paso a otras algo más serias. Muchas personas dejan de disfrutar los últimos días de sus vacaciones pensando en la inminente vuelta a la rutina. La negatividad se apodera de ellos enrareciendo el ambiente y, lo que es peor, convirtiendo el mes de septiembre en esa época que tanta gente acaba por odiar.
Y este año más que nunca, esos aires negativos han pasado también a contagiar a aquellos soñadores que anhelaban los placeres que sólo puede ofrecer la antesala del otoño. Y no es para menos, los informativos no dan tregua, los expertos advierten y mientras el ciudadano, se echa a temblar. ¿Que querrá decir exactamente eso de otoño caliente? La expresión, pese a lo que muchos puedan pensar, está muy lejos de fenómenos meteorológicos extremos. Más bien se refiere a las deudas millonarias de las Administraciones, a los proveedores que no pueden soportar el impago de facturas e incluso a los temidos recortes sobre los derechos sociales, los servicios públicos y las prestaciones a los ciudadanos que ahora, a las puertas de unas elecciones generales, todos los políticos aseguran que mantendrán.
Y mientras tanto, viendo la que se avecina, cada uno a la suya. Los profesores luchan por que los recortes no afecten a la educación. Las farmacias imploran y suplican que se pague lo que se les debe. Los sindicatos intentan hacer ruido sin molestar demasiado al gobierno, manteniendo una actitud que sólo favorece la crítica de quienes no les apoyan.
Es época de protestas y revoluciones, sí, pero demasiado aisladas y focalizadas en colectivos que únicamente luchan por lo suyo. Se avecina el "sálvese quien pueda". Cada colectivo pelea por aquello que le toca de cerca, por no verse perjudicado y por mantener sus condiciones laborales, aprovechando los días de campaña de los partidos políticos para presionar hasta que llegue el ansiado 20N. Pero no podemos permitirnos luchar separados durante cerca de tres meses y, sin hacer nada, esperar que sean otros los que solucionen nuestros problemas. La negatividad que inspiran cientos de noticias, hechos y datos debe convertirnos en auténticos defensores de derechos y privilegios por los que ya lucharon nuestros abuelos. Derechos básicos, comunes. Derechos irrenunciables. Derechos que no deben, ni ahora ni nunca, entender de colores, siglas o ideologías.