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La campaña presidencial de Mitt Romney es un cruce del cuento infantil El Tren que no Podía Subir la Cuesta y un gran supermercado que se protege de la competencia.

Romney, Perry y el verano del descontento

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Romney recibe escaso aprecio de sus colegas Republicanos. Siempre está enfrentándose a rumores difundidos por personas que tendrían que darle su apoyo apuntando que la existencia de un "reparto de candidatos débil" pronto animará a candidatos nuevos y mejores a presentarse. El discurso del "reparto débil" significa que creen que Romney simplemente no tiene lo que tiene que tener.

Pero aun así Romney aguanta, un poco cada vez, evitando errores y utilizando sus ventajas económica y organizativa para abrirse camino de un mes al siguiente.

Romney también ha tenido suerte. El ex gobernador de Minnesota Tim Pawlenty podría haber sido su principal rival pero carecía de instinto asesino. La aparición de otra oriunda de Minnesota, la congresista Michele Bachmann, es una oferta de dos al precio de uno: o bien divide al voto de la derecha, facilitando que Romney salga adelante, o queda como alternativa sin posibilidades de salir elegida, enviándole a él los votos de los Republicanos reacios pero realistas.

En estas llega Rick Perry, que presuntamente será capaz de dejar a Romney en el banquillo. ¿Quién mejor que un texano corpulento y alocado para hacer que el ex gobernador de Massachusetts se parezca a Michael Dukakis, aquel exgobernador Demócrata de Massachusetts que no fue ningún modelo Republicano?

Los Republicanos denuncian la lucha de clases pero participan de ella todo el tiempo, y Perry metió una china sutil al estirado y sofisticado Romney al afirmar en su anuncio: "Como estadounidenses la clase no nos define, y nunca aceptaremos que se nos encasille". Perry quiere un enfrentamiento tipo centro universitario público Texas A&M contra exclusiva Facultad de Derecho de Harvard y Facultad de Empresariales de Harvard, siendo él hijo de ranchero y figura política local que se enfrenta al hijo de directivo del sector del automóvil y político de la gobernación.

No es mala idea. Pero en cuestión de unos días, la arrogancia del de Texas ha hecho que muchos Republicanos echen de menos la excitación de la moderación educada. Perry utilizó el término "traidor" para tratar de intimidar al gobernador de la Reserva Federal. Llamó al Presidente Obama "la mayor amenaza a nuestro país", lo que hace que te preguntes dónde meterá a los terroristas. Al poco estaba bajando el tono de las burlas a los barones Republicanos, Karl Rove incluido, a quien de todas formas Perry no le cae en gracia.

Se puede medir lo descontentos que están los Republicanos leyendo la sección de opinión del Wall Street Journal, el faro de la ortodoxia conservadora. El lunes lamentaba que Republicanos e independientes "están desesperados" buscando un candidato unificador y que "si el presente elenco de candidatos no llega a esa categoría, tal vez tenga que intervenir y postularse alguien ajeno al elenco".

Parafraseando a John F. Kennedy, que la sección de opinión del Journal se ponga a criticar al reparto de candidatos presidenciales Republicanos es igual que si el Osservatore Romano, el rotativo Vaticano, se pusiera a lamentar la calidad de los cardenales deseosos de ser el próximo pontífice.

También está el conservador Weekly Standard, otra brújula Republicana, dejando caer una vez más la idea de que el congresista Paul Ryan planea presentarse a presidente real y verdaderamente, siendo claramente el deseo padre de esta idea.

De forma que no es fácil ser Mitt Romney, caballero en primera línea de ellos pero al que tantos Republicanos siguen siendo indiferentes. Romney ni siquiera ha logrado ser declarado favorito a menudo sin algún adjetivo de matiz ("putativo", "claro", "aparente") añadido. Ahora amenaza con ser desplazado de ese papel por Perry.

Pero eso no parece molestar a Romney. Alex Castellanos, consultor Republicano que hace cuatro años trabajaba para Romney, dice que tiene "reservas", "una parte de él que no se ha presentado a la campaña ni a su audiencia". Por el contrario, dice Castellanos, colaborado ya en CNN, Perry no es ni "un tren" que va a arrollar a Romney ni "una bomba de relojería parlante" que se inmolará verbalmente.

El bando de Romney esta pertrechado de todo tipo de argumentos contra Perry, siendo el más relevante que es un candidato que diciendo desear hacer "irrelevante" al estado, lleva un cuarto de siglo cobrando del gobierno. Es un encantador contrapunto a Romney, el tipo del sector privado. Y podría no quedar muy bien en la región interior de Abraham Lincoln que Perry hablara con calidez en una ocasión de la secesión y luego anunciara su candidatura en Carolina del Sur -- en el 150 aniversario del estallido de la Guerra Civil.

Mi estimación es que si la máquina del tren de Perry no arrolla a la pequeña locomotora de Romney enseguida, Romney seguirá traqueteando. Su intención es la del buen consultor empresarial: una estrategia astuta a largo plazo importa más que la arrogancia o el aprecio.

Romney, Perry y el verano del descontento

La campaña presidencial de Mitt Romney es un cruce del cuento infantil El Tren que no Podía Subir la Cuesta y un gran supermercado que se protege de la competencia.
E. J. Dionne
lunes, 29 de agosto de 2011, 22:00 h (CET)
Romney recibe escaso aprecio de sus colegas Republicanos. Siempre está enfrentándose a rumores difundidos por personas que tendrían que darle su apoyo apuntando que la existencia de un "reparto de candidatos débil" pronto animará a candidatos nuevos y mejores a presentarse. El discurso del "reparto débil" significa que creen que Romney simplemente no tiene lo que tiene que tener.

Pero aun así Romney aguanta, un poco cada vez, evitando errores y utilizando sus ventajas económica y organizativa para abrirse camino de un mes al siguiente.

Romney también ha tenido suerte. El ex gobernador de Minnesota Tim Pawlenty podría haber sido su principal rival pero carecía de instinto asesino. La aparición de otra oriunda de Minnesota, la congresista Michele Bachmann, es una oferta de dos al precio de uno: o bien divide al voto de la derecha, facilitando que Romney salga adelante, o queda como alternativa sin posibilidades de salir elegida, enviándole a él los votos de los Republicanos reacios pero realistas.

En estas llega Rick Perry, que presuntamente será capaz de dejar a Romney en el banquillo. ¿Quién mejor que un texano corpulento y alocado para hacer que el ex gobernador de Massachusetts se parezca a Michael Dukakis, aquel exgobernador Demócrata de Massachusetts que no fue ningún modelo Republicano?

Los Republicanos denuncian la lucha de clases pero participan de ella todo el tiempo, y Perry metió una china sutil al estirado y sofisticado Romney al afirmar en su anuncio: "Como estadounidenses la clase no nos define, y nunca aceptaremos que se nos encasille". Perry quiere un enfrentamiento tipo centro universitario público Texas A&M contra exclusiva Facultad de Derecho de Harvard y Facultad de Empresariales de Harvard, siendo él hijo de ranchero y figura política local que se enfrenta al hijo de directivo del sector del automóvil y político de la gobernación.

No es mala idea. Pero en cuestión de unos días, la arrogancia del de Texas ha hecho que muchos Republicanos echen de menos la excitación de la moderación educada. Perry utilizó el término "traidor" para tratar de intimidar al gobernador de la Reserva Federal. Llamó al Presidente Obama "la mayor amenaza a nuestro país", lo que hace que te preguntes dónde meterá a los terroristas. Al poco estaba bajando el tono de las burlas a los barones Republicanos, Karl Rove incluido, a quien de todas formas Perry no le cae en gracia.

Se puede medir lo descontentos que están los Republicanos leyendo la sección de opinión del Wall Street Journal, el faro de la ortodoxia conservadora. El lunes lamentaba que Republicanos e independientes "están desesperados" buscando un candidato unificador y que "si el presente elenco de candidatos no llega a esa categoría, tal vez tenga que intervenir y postularse alguien ajeno al elenco".

Parafraseando a John F. Kennedy, que la sección de opinión del Journal se ponga a criticar al reparto de candidatos presidenciales Republicanos es igual que si el Osservatore Romano, el rotativo Vaticano, se pusiera a lamentar la calidad de los cardenales deseosos de ser el próximo pontífice.

También está el conservador Weekly Standard, otra brújula Republicana, dejando caer una vez más la idea de que el congresista Paul Ryan planea presentarse a presidente real y verdaderamente, siendo claramente el deseo padre de esta idea.

De forma que no es fácil ser Mitt Romney, caballero en primera línea de ellos pero al que tantos Republicanos siguen siendo indiferentes. Romney ni siquiera ha logrado ser declarado favorito a menudo sin algún adjetivo de matiz ("putativo", "claro", "aparente") añadido. Ahora amenaza con ser desplazado de ese papel por Perry.

Pero eso no parece molestar a Romney. Alex Castellanos, consultor Republicano que hace cuatro años trabajaba para Romney, dice que tiene "reservas", "una parte de él que no se ha presentado a la campaña ni a su audiencia". Por el contrario, dice Castellanos, colaborado ya en CNN, Perry no es ni "un tren" que va a arrollar a Romney ni "una bomba de relojería parlante" que se inmolará verbalmente.

El bando de Romney esta pertrechado de todo tipo de argumentos contra Perry, siendo el más relevante que es un candidato que diciendo desear hacer "irrelevante" al estado, lleva un cuarto de siglo cobrando del gobierno. Es un encantador contrapunto a Romney, el tipo del sector privado. Y podría no quedar muy bien en la región interior de Abraham Lincoln que Perry hablara con calidez en una ocasión de la secesión y luego anunciara su candidatura en Carolina del Sur -- en el 150 aniversario del estallido de la Guerra Civil.

Mi estimación es que si la máquina del tren de Perry no arrolla a la pequeña locomotora de Romney enseguida, Romney seguirá traqueteando. Su intención es la del buen consultor empresarial: una estrategia astuta a largo plazo importa más que la arrogancia o el aprecio.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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