El corrupto, al igual que cualquier otro delincuente, es un producto, una consecuencia, de la sociedad. Toda esta plaga de corrupción que asola nuestro país, compuesta por elementos que en un pasado no muy lejano eran considerados como la “flor y nata” de la sociedad: los listos, los triunfadores, los envidiados. Hoy actúa contra ellos la justicia, pero eso no basta, también hace falta crear una nueva conciencia social, que introduzca nuevos valores.
Y mientras lo anterior se va introduciendo poco a poco en el tejido social, habrá que realizar una verdadera crítica, activa, práctica y directa; no solo en bares y corrillos. Y la más importante y más directa, sin duda, es la de las urnas, porque si seguimos votando a los miembros de este partido mafioso, siempre tendrán un argumento de peso para seguir delinquiendo, saqueando, asolando el país. Y el argumento que esgrimirán los corruptos, al menos en privado, evidentemente, será este: “Nos votan, luego consienten”.
