En el “Cuento de Navidad” de Dickens, Scrooge necesita de apariciones fantasmales para que se convierta y sea capaz de atender a los pobres. Y el amplio repertorio de personajes de este escritor inglés está lleno de pobres bondadosos y ricos malvados. No es fácil encontrar a ricos que sean ejemplares -los hay, sin duda- y los santos que han sido ricos han tenido un momento en su vida en el que se han despojado de las riquezas.
O sea que lo de bienaventurados los pobres, debe ser por algo, y a este respecto el cardenal Robert Sarah -en “Dios o nada”- advierte que la Iglesia nos recuerda que tenemos que sacar a las personas de la miseria, pero no de la pobreza. Sería una contradicción sorprendente que Jesucristo advierta “qué difícil es que un rico se salve” y nosotros estemos preocupados por sacar a la gente de la pobreza.
Parece una broma, pero muchos experimentamos la dificultad que tienen las personas que andan sobradas de dinero para encontrarse con Dios, y, por lo tanto, no es una tontería que nos dediquemos, cuando nos corresponda, a atender al rico, para sacarle de su posible egoísmo -no tienen por qué darse siempre- y ayudarle a vivir para Dios, a pensar en los demás, a tener un sentido claro en su vida. El hedonismo es uno de los motivos más habituales por los que las personas se olvidan de Dios. Sin duda es una de las causas más habituales de la falta de práctica religiosa.