Llevo un tiempo que cada vez me siento más Europeo. Esto me alegraría si no fuese porque a la vez que crece mi pasión europea, decrece mi sentimiento español. Así que esta semana me siento profundamente francés y aplaudo el gesto que han tenido las grandes fortunas del país galo pidiendo que se aumenten los impuestos a los que más tienen. Una pena que el ejemplo no haya cruzado de forma directa la frontera pirenaica.
Tenemos las playas de Levante llenas de ingleses, alemanes, franceses e incluso las Islas Baleares se llenan de italianos, pero no nos dejan ningún ejemplo. Y no me refiero a los tópicos generalizados como el romanticismo de los franceses, la seducción de los italianos, la seriedad de los alemanes o la puntualidad de los ingleses, sino a la actitud social de los ciudadanos frente a sus propios gobiernos, muestra de crítica política y conciencia social.
Me apena ver que somos un país de adormecidos, de anestesiados. Un país sumergido en un coma social, en el que nos tragamos la dosis de los medicamentos que nuestra clase política nos suministra dejándonos en situación terminal. Lo mismo da cómo vaya la economía, el empleo, la formación, la sanidad. Somos un barco a la deriva, los políticos aprueban lo que les viene en gana, se improvisan medidas y luego se adornan con un discurso tradicional y socialmente acuñado que todos aceptamos como ovejas en rebaño. Lo siento, pero ya no me creo eso de las medidas sociales y progresistas.
Ahora los dos grandes partidos, PP y PSOE, nos venden la reforma de la Constitución como la panacea que pondrá a España en el buen camino. Pues vaya panda de ignorantes que a tres meses de finalizar la legislatura dan con la solución. Creo que esto es una cortina de humo con la que intentan mitigar la falta de acuerdos y las pasadas meteduras de pata.
Pero no sólo hemos de responsabilizar al Gobierno. Durante este tiempo de crisis los sindicatos sordos y mudos, porque el Gobierno les roció con subvenciones suculentas, la banca engrosando sus beneficios a la vez que mendigaba ayudas al Estado, se abarata el despido y se facilitan EREs dudosos. Por su parte, los autónomos desparecen como las flores en invierno, porque esta legislatura Zapateril ha sido un largo y profundo invierno y los ciudadanos con una leve y suave manifestación del 15M, que se diluye y reaparece esporádicamente.
Así que miramos alrededor y vemos que en Inglaterra los ciudadanos muestran su cabreo frente a las políticas antisociales del Primer Ministro, David Cameron; Grecia y Portugal sufrieron paros y manifestaciones amparadas por los sindicatos; en la misma línea, el principal sindicato Italiano ya ha manifestado su intención de organizar una huelga general frente a las medidas adoptadas por el ejecutivo de Berlusconi y en Francia los ricos se unen para pedir que se graben impuestos a los que más tienen. En España hay mucha palabrería, decreto por aquí, ley por allá, y el único gesto social es el aumento salarial de los políticos, hecho que los ciudadanos aceptamos como parte de una realidad que no se puede modificar.
Y no digo que manifestarse con violencia sea correcto, pero aquí ni con violencia, ni con caceroladas, ni con sentadas, aquí pasamos y, como dice el refrán valenciano en “Espanya cadascú s’apanya” o, en castellano, en “España cada uno se las apaña”.