¡Cuánto nos gustan las polémicas! Estoy seguro de que, si un clásico no deparara ningún rifi-rafe, diríamos que le ha faltado algo. O nos inventaríamos el mal gesto, el piscinazo o la patada. No ha hecho falta imaginar nada en la Supercopa porque hemos tenido de todo, incluso varios detalles que han sobrado. Y esas incidencias son las que han ocupado casi todos los comentarios. Lo que pasó durante 90 minutos sobre el terreno de juego del Camp Nou ha quedado relegado a un segundo plano en beneficio de tres minutos de tangana. Los programas dedicados al fútbol cada vez se parecen más a los del corazón; si éstos se decantan cada vez más por lo vulgar que por lo glamuroso, los otros tienden a hablar de lo extradeportivo y olvidar la competición en sí.
Me da igual quién empezó y quién continuó con aquel follón en el tiempo de descuento. Me imagino que seré una excepción. Creo que fue fruto de la tensión de todos, que se tomaron demasiado en serio la Supercopa. Por lo tanto, merecen la crítica todos los que participaron en esa bronca, sin distinción de colores; y ninguno es quien para enseñar lecciones de moral al otro, que cada uno tiene sus particulares cafres. Por lo tanto, que los árboles no nos impidan ver el bosque. El título fue a manos del Barcelona porque tiene a un Messi que se crece cuando tiene a su lado a jugadores como Iniesta. Sin embargo, fue el Real Madrid el que jugó mejor y dominó; perdió porque no supo materializar sus ocasiones y porque no supo frenar al crack argentino.
Está por ver si este segundo año de Mourinho en el equipo blanco es mejor que el primero en cuanto a títulos, pero si hablamos de fútbol... las pruebas parecen ser evidentes. Los que estaban el año pasado se compenetran perfectamente y conocen las recetas del luso, y los nuevos parecen adaptarse rápido. Además, el técnico ha dotado a este segundo proyecto de más valentía, anticipación y toque, pese a seguir prefiriendo las jugadas directas. El resultado es que los madridistas tienen más posesión, y rivales como el Barcelona se resienten cuando el balón no está en sus pies. El próximo paso de Mou será controlar mejor los tiempos: saber cuándo acelerar el juego y cuándo frenarlo. La pausa es tan importante como el ataque. No lo tuvo en cuenta tras empatar a 2 en la vuelta de la Supercopa y le costó el título. Pese a este tropiezo, puede estar tranquilo. La defensa adelantada, las líneas tan juntas y la presión de sus centrocampistas, unidas a la pólvora de sus delanteros, mejoran notablemente a este equipo respecto al del curso pasado.
Salvo sorpresa imprevista, la Liga volverá a ser cosa de dos. El nivel que exhiben Real Madrid y Barcelona está cada vez más lejos del que despliegan el resto de equipos. Villarreal, Sevilla o Valencia están llamados también a ofrecer un gran espectáculo, aunque una meta superior al tercer puesto parece, a día de hoy, una utopía. También tengo interés en ver cómo funciona el petro-Málaga, convertido en una suma de estrellas al estilo del Manchester City inglés. En definitiva, a ver si termina la huelga de futbolistas, y el balón comienza a rodar en Primera división.