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Como corregir los presupuestos

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Es cierto: la reducción del déficit no es la panacea económica. No va a impulsar instantáneamente la economía ni la bolsa. No pondrá fin automáticamente a la volatilidad económica. Pero nada de esto significa que debamos ignorar el déficit. Permitir que la deuda del ejecutivo se desboque incita a una futura crisis económica total.

El reciente acuerdo de la deuda entre Casa Blanca y legislativo crea un súper-comité legislativo de 12 miembros encargado de encontrar 1,5 billones de dólares en ahorro a una década. Esto contrasta con ciertos cálculos de la deuda acumulada de 10 billones de dólares o más de aquí a 2021. Participemos de la fantasía. Supongamos que la instancia no se paraliza y que decide encontrar una solución más genérica. ¿Qué hacer? He aquí un programa de 10 pasos para corregir el problema presupuestario de América.

1. Tomar la decisión de cuadrar los presupuestos a una década. La "reducción del déficit" no basta. El interés del equilibrio (hasta en "pleno empleo") es simple: disciplina. Si la gente quiere servicios públicos, debería de estar dispuesta a pagar por ellos.

2. Optar por los recortes del gasto público antes que por las subidas tributarias. Las subidas tributarias durante los próximos 15 a 20 años podrían alcanzar con facilidad del 25 al 50% para financiar costes de (a) la duplicación de la población de más de 65 años de 2000 a 2030 (b) el desbocado gasto sanitario, y (c) la prolongación de los demás programas a los niveles actuales de renta. Estas monstruosas subidas tributarias son demasiado pesadas. Podrían lisiar la economía y serían injustas para los trabajadores más jóvenes.

3. Recortar la seguridad social, el programa Medicare de los ancianos y el resto de programas de los jubilados. Representan la mitad del gasto federal principal. Eximir esos programas obliga a reducir la eficacia de otros o implantar enormes subidas tributarias. Vivimos más tiempo; las edades de acceso deberían ser más altas. Los jubilados más acomodados se pueden permitir tasas de copago del Medicare más elevadas y menores pensiones de la seguridad social. La Oficina del Censo clasifica en la categoría de "renta alta" (rentas de al menos cuatro veces el umbral de la pobreza) al 30% más o menos de la población de más de 65 años. En 2008, el patrimonio neto medio de las parejas casadas de ancianos era de 385.000 dólares.

4. No se blinda a los jubilados actuales ni a la generación de los 60 que se jubila ahora. La gente no pierde la capacidad -- ni la obligación moral -- de cambiar simplemente por cumplir 65 años. Ellos deberían de asumir parte de la carga.

5. Evaluar las necesidades de la defensa por separado -- y financiarlas. La seguridad nacional es el principal cometido del estado. Cuando el ejército de América corre peligro, no debe convertirse en víctima de la austeridad de un país rico.

6. Eliminar los programas desfasados, inútiles y extravagantes. Los recortes del gasto nacional en todos los capítulos perpetúan los programas malos y castigan a los buenos. Esto garantiza la administración pública pésima. Las subvenciones a los granjeros, la radiodifusión pública y la red pública del ferrocarril Amtrak, entre otros, deben de desaparecer.

7. Rebajar los tipos impositivos mínimos rebajando los privilegios fiscales -- y haciendo el sistema más progresivo. La idea: estimular el crecimiento económico. Debería de haber tres tipos impositivos -- 10%, 20% y el 30%. Los beneficios privados (beneficios de la venta de acciones entre otros activos) deberían de gravarse a tipos ordinarios, no al actual máximo del 15%. Este tipo bajo constituye el privilegio fiscal más importante de las rentas altas; dos tercios de los beneficios están destinados al 1% más rico. La reforma sustancial no debería de tener impacto sobre la recaudación; todo el dinero procedente de acabar con las deducciones debería traducirse en tipos más bajos.

8. Implantar un impuesto energético o a los combustibles. Hasta con los recortes del gasto público, harán falta impuestos más altos para cuadrar los presupuestos. Un impuesto a los combustibles de 25 centavos el galón recaudaría 291.000 millones a la década, según la Oficina Presupuestaria del Congreso. El impuesto real tendría que ser de 1 dólar o más. Pero acarrearía un beneficio añadido: frenaría las importaciones de crudo al inducir a los conductores a comprar vehículos de consumo más económico.

9. Controlar el gasto sanitario. Esto es crucial, porque el gasto sanitario representa ya el 25% del déficit federal. Por desgracia, no hay consenso en torno a la forma de hacer esto. El comité debería de crear un grupo de expertos que preparara dos planes: uno favorable al enfoque de los izquierdistas de marcos de regulación más estrictos; el otro reflejo del gusto de los conservadores por las deducciones fiscales y los programas de garantías. El informe debería de facilitarse a finales de 2012 al próximo presidente y al Congreso para ser debatido y modificado de forma definitiva.

10. Hacer graduales los cambios. Es importante para limitar los efectos secundarios sobre la economía y lograr la aceptación de la opinión pública. Elevar la edad de acceso a la seguridad social a, digamos, los 70 años podría ir ocurriendo a lo largo de 25. El impuesto del dólar a las gasolinas podría implantarse a lo largo de seis años. Los programas eliminados podrían interrumpirse de forma paulatina a lo largo de tres años.

Los déficits plasman un desfase entre las prestaciones que esperan los estadounidenses y los impuestos que están dispuestos a pagar. No hay forma de cerrar el desfase de forma indolora. Pero podemos distribuir el sufrimiento de formas que parezcan "justas" y que satisfagan el bien general. Una vez hecho, esto podría consolidar la confianza. Familias y empresas sabrían a qué atenerse. Bien, no está claro de quién será el gasto público a recortar ni de quién serán los impuestos que suben. Cuanto más esperemos, más trastorno causarán los cambios. A pesar de ello, nos hemos entretenido repetidamente. Ahora tenemos otra oportunidad de romper esa costumbre; tristemente, lo más probable es que no lo hagamos.

Como corregir los presupuestos

Robert J. Samuelson
sábado, 20 de agosto de 2011, 06:00 h (CET)
Es cierto: la reducción del déficit no es la panacea económica. No va a impulsar instantáneamente la economía ni la bolsa. No pondrá fin automáticamente a la volatilidad económica. Pero nada de esto significa que debamos ignorar el déficit. Permitir que la deuda del ejecutivo se desboque incita a una futura crisis económica total.

El reciente acuerdo de la deuda entre Casa Blanca y legislativo crea un súper-comité legislativo de 12 miembros encargado de encontrar 1,5 billones de dólares en ahorro a una década. Esto contrasta con ciertos cálculos de la deuda acumulada de 10 billones de dólares o más de aquí a 2021. Participemos de la fantasía. Supongamos que la instancia no se paraliza y que decide encontrar una solución más genérica. ¿Qué hacer? He aquí un programa de 10 pasos para corregir el problema presupuestario de América.

1. Tomar la decisión de cuadrar los presupuestos a una década. La "reducción del déficit" no basta. El interés del equilibrio (hasta en "pleno empleo") es simple: disciplina. Si la gente quiere servicios públicos, debería de estar dispuesta a pagar por ellos.

2. Optar por los recortes del gasto público antes que por las subidas tributarias. Las subidas tributarias durante los próximos 15 a 20 años podrían alcanzar con facilidad del 25 al 50% para financiar costes de (a) la duplicación de la población de más de 65 años de 2000 a 2030 (b) el desbocado gasto sanitario, y (c) la prolongación de los demás programas a los niveles actuales de renta. Estas monstruosas subidas tributarias son demasiado pesadas. Podrían lisiar la economía y serían injustas para los trabajadores más jóvenes.

3. Recortar la seguridad social, el programa Medicare de los ancianos y el resto de programas de los jubilados. Representan la mitad del gasto federal principal. Eximir esos programas obliga a reducir la eficacia de otros o implantar enormes subidas tributarias. Vivimos más tiempo; las edades de acceso deberían ser más altas. Los jubilados más acomodados se pueden permitir tasas de copago del Medicare más elevadas y menores pensiones de la seguridad social. La Oficina del Censo clasifica en la categoría de "renta alta" (rentas de al menos cuatro veces el umbral de la pobreza) al 30% más o menos de la población de más de 65 años. En 2008, el patrimonio neto medio de las parejas casadas de ancianos era de 385.000 dólares.

4. No se blinda a los jubilados actuales ni a la generación de los 60 que se jubila ahora. La gente no pierde la capacidad -- ni la obligación moral -- de cambiar simplemente por cumplir 65 años. Ellos deberían de asumir parte de la carga.

5. Evaluar las necesidades de la defensa por separado -- y financiarlas. La seguridad nacional es el principal cometido del estado. Cuando el ejército de América corre peligro, no debe convertirse en víctima de la austeridad de un país rico.

6. Eliminar los programas desfasados, inútiles y extravagantes. Los recortes del gasto nacional en todos los capítulos perpetúan los programas malos y castigan a los buenos. Esto garantiza la administración pública pésima. Las subvenciones a los granjeros, la radiodifusión pública y la red pública del ferrocarril Amtrak, entre otros, deben de desaparecer.

7. Rebajar los tipos impositivos mínimos rebajando los privilegios fiscales -- y haciendo el sistema más progresivo. La idea: estimular el crecimiento económico. Debería de haber tres tipos impositivos -- 10%, 20% y el 30%. Los beneficios privados (beneficios de la venta de acciones entre otros activos) deberían de gravarse a tipos ordinarios, no al actual máximo del 15%. Este tipo bajo constituye el privilegio fiscal más importante de las rentas altas; dos tercios de los beneficios están destinados al 1% más rico. La reforma sustancial no debería de tener impacto sobre la recaudación; todo el dinero procedente de acabar con las deducciones debería traducirse en tipos más bajos.

8. Implantar un impuesto energético o a los combustibles. Hasta con los recortes del gasto público, harán falta impuestos más altos para cuadrar los presupuestos. Un impuesto a los combustibles de 25 centavos el galón recaudaría 291.000 millones a la década, según la Oficina Presupuestaria del Congreso. El impuesto real tendría que ser de 1 dólar o más. Pero acarrearía un beneficio añadido: frenaría las importaciones de crudo al inducir a los conductores a comprar vehículos de consumo más económico.

9. Controlar el gasto sanitario. Esto es crucial, porque el gasto sanitario representa ya el 25% del déficit federal. Por desgracia, no hay consenso en torno a la forma de hacer esto. El comité debería de crear un grupo de expertos que preparara dos planes: uno favorable al enfoque de los izquierdistas de marcos de regulación más estrictos; el otro reflejo del gusto de los conservadores por las deducciones fiscales y los programas de garantías. El informe debería de facilitarse a finales de 2012 al próximo presidente y al Congreso para ser debatido y modificado de forma definitiva.

10. Hacer graduales los cambios. Es importante para limitar los efectos secundarios sobre la economía y lograr la aceptación de la opinión pública. Elevar la edad de acceso a la seguridad social a, digamos, los 70 años podría ir ocurriendo a lo largo de 25. El impuesto del dólar a las gasolinas podría implantarse a lo largo de seis años. Los programas eliminados podrían interrumpirse de forma paulatina a lo largo de tres años.

Los déficits plasman un desfase entre las prestaciones que esperan los estadounidenses y los impuestos que están dispuestos a pagar. No hay forma de cerrar el desfase de forma indolora. Pero podemos distribuir el sufrimiento de formas que parezcan "justas" y que satisfagan el bien general. Una vez hecho, esto podría consolidar la confianza. Familias y empresas sabrían a qué atenerse. Bien, no está claro de quién será el gasto público a recortar ni de quién serán los impuestos que suben. Cuanto más esperemos, más trastorno causarán los cambios. A pesar de ello, nos hemos entretenido repetidamente. Ahora tenemos otra oportunidad de romper esa costumbre; tristemente, lo más probable es que no lo hagamos.

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