Qué complicado debe ser viajar a un país extranjero y no entender nada. O lo que es todavía peor, no entender a nadie y que nadie te entienda.
A mi, todavía no me ha pasado. Las clases extraescolares de lengua inglesa y las cientos de películas en versión original que he visto a lo largo de mi vida han servido para mucho, y esta semana, definitivamente, lo he comprobado. Pero desgraciadamente, generaciones enteras de españoles, esas que crecieron estudiando francés y pensando en el país vecino como la meta máxima a la que debían llegar, no tienen mi suerte. A pesar de todo, no se rinden, y allá van diccionario en mano, pensando que la palabra adecuada y una pronunciación Made In Spain les salvará de una más que segura pérdida en el gigantesco caos que es Londres.
Se piensan que los ingleses son gente parecida a nosotros, que se esforzarán por entenderles y harán todo lo posible para ayudarles y hacer su estancia lo más confortable posible. Pobres. Qué equivocados están. Y aún así, la gran mayoría decide no hacer nada, prefieren seguir sin saber más de diez palabras en inglés, porque oiga, “el castellano es una lengua muy hablada a nivel mundial”, además, “allá donde vaya siempre habrá alguien que sepa español y pueda ayudarme...”
Cuando estas frases vienen de un matrimonio simpático que pide ayuda en el aeropuerto londinense de Stansted, la escena provoca comentarios graciosos entre los que les ayudamos. “Pobres, lo que les espera”.
Pero cuando la escena la protagoniza el Presidente del Gobierno o algún político sin idea de inglés, más que gracia, lo que siento es vergüenza. ¿Qué deben pensar el resto de mandatarios europeos cuando nuestro Presidente acude a reuniones internacionales con traductor? ¿De qué hablarán por ejemplo Zapatero y el resto, si es que hablan, cuando cámaras, intérpretes y periodistas desaparecen? ¿Les parecerá simpática la ignorancia lingüística a Merkel y Sarkozy o, por el contrario, se preguntarán cómo alguien puede ser presidente de un país de la Unión Europea sin saber hablar inglés? La respuesta es muy clara. “¿No me entiendes?. Pues no hablamos”. Esto es lo que pensarán, se lo digo yo.
Porque señores, si una dependienta en Marbella debe hablar inglés para poder vender un bolso, o un recepcionista de hotel debe hablar inglés para atender a sus huéspedes, nuestro Presidente TIENE QUE HABLAR INGLÉS. Si un futbolista llega a España sin saber nada de nuestro idioma, y a los pocos meses responde con soltura en ruedas de prensa conjugando verbos y esforzándose por que le entiendan, ¿cómo en 8 años nuestro Presidente no sabe todavía ni una palabra en lengua inglesa?
Dentro de poco tenemos elecciones, propongo pues examinar a los candidatos. ¿Qué saben, cómo nos van a defender, qué han estudiado para que depositemos en ellos la responsabilidad que supone dirigir un país?
Formamos parte de algo muy grande que se llama Unión Europea, un lugar en el que se escuchan y se deciden muchas de las políticas que condicionan nuestro día a día. No nos quejemos pues si a veces parece que no nos tienen en cuenta, o si no recibimos el trato que merece un país como el nuestro. Elijamos este mes de noviembre al mejor candidato, al más formado, al más preparado. Así, y sólo así, España comenzará a tener el trato que se merece. Pero, por favor, que hable inglés.