De acuerdo con la Real Academia Española, la tolerancia, ese término tan de moda utilizado en nuestro país hasta la saciedad, es el respeto hacia las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

Y yo estos días me pregunto, ¿cómo en un país tan tolerante, que supuestamente se lucha por defender el derecho de TODOS, sean de izquierdas o de derechas, jóvenes o mayores, pobres o no tan pobres, se puede hacer tanto ruido por la llegada de un líder espiritual a nuestro país?

Yo misma les responderé, porque en España, ciertos sectores de la sociedad demuestran cada día y con más fuerza que únicamente son tolerantes con aquello que a ellos mismos les afecta.

Todos hemos visto a este sector de la sociedad apoyar en las plazas de nuestras ciudades a jóvenes indignados que, pancarta en mano, reclamaban solidaridad y tolerancia con pueblos de todos los rincones del planeta, pero ahora, cuando deben ser solidarios con los de casa, la cosa cambia. Porque señores, no se engañen, ser católico no está de moda. Cumplir los mandatos de la Iglesia Católica no va con la sociedad del siglo XXI, parece que pertenece más al pasado.

Los que protestan afirman hacerlo por el gasto que supondrá la venida de Benedicto XVI en limpieza y seguridad a los contribuyentes, pero no reparan en el gasto que ha supuesto doblar plantillas de seguridad y limpieza desde el mes de mayo para vigilar y limpiar plazas y calles ocupadas de toda España. Protestan porque las principales calles de la ciudad de Madrid estarán cerradas al tráfico perjudicando a los conductores, pero no se percatan de la molestia que ha supuesto para comerciantes y vecinos cerrar persianas días y días con el cajón de ventas vacío simplemente porque sus clientes no podían llegar a esas tiendas. Protestan también por el apoyo del Gobierno, Gobierno recordemos de un Estado aconfesional que no laico.

Protestan por todo, y a la vez, protestan por nada. La Organización de la Jornada Mundial de la Juventud ha repetido una y mil veces que la presencia de Benedicto XVI no costará nada al contribuyente. Lo ha demostrado con hechos, con prespuestos visibles a todo aquel que los quiera consultar, otra cosa, es que ellos se lo crean. Pero las cifras, ahí están. Peregrinos, voluntarios y empresas patrocinadoras sufragarán el gasto de 12,5 millones de euros que suponen los tres actos centrales del JMJ; carpas, confesionarios y adecuación de espacios públicos costarán 7,3 millones salidos también de fieles ... Así, hasta acabar con un presupuesto de 50,5 millones de euros recaudados por católicos y simpatizantes.

Amigos de los laico, respeten, toleren y consientan la libre expresión de culto y pensamiento de aquellos que no piensan como ustedes. Por lo que a mi respecta, no iré a Madrid, pero yo, si le espero.