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Las elecciones de 2012 vienen rematadas con un examen. Los electores deberían de exigir que cada candidato, inquilino de la Casa Blanca incluido, lo aprueben

Que nos enseñen sus planes

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WASHINGTON --. El examen consistiría en una única pregunta: se supone que el nuevo súper-comité legislativo dará lugar a otros ahorros a la próxima década de entre 1,2 y 1,5 billones de dólares.

Identifique la parte de los presupuestos en la que se encontrarían estos ahorros, poniendo ejemplos concretos de recortes de los programas y, caso de proceder, de cambios tributarios. Puede superar el objetivo pero procure no obtener menos.

No obstante, para facilitar esta tarea un poco, se podrá recoger como ahorro la menor servidumbre de la deuda, equivalente al 20% del objetivo.

A efectos de calificar este examen, se utilizarán las directrices de la Oficina Presupuestaria del Congreso. Se podrán utilizar cualquiera de las referencias que emplea la Oficina, dependiendo de que el alumno elija dejar que expiren las bajadas tributarias Bush según lo programado o que pida deducciones por el mismo importe.

Las respuestas consistentes en tópicos generalistas -- "ganar el futuro" o "recortar, limitar y cuadrar" -- sin dar detalles concretos quitan puntos. También quitan puntos las respuestas que expresen "soluciones" en términos de límites o recortes porcentuales, o que conciban reducciones generalistas -- "unos ahorros en el programa Medicare de los ancianos", por ejemplo -- sin dar detalles concretos de cómo se logra esto.

Cualquier examen que mencione la fórmula "despilfarro, fraude y abuso" o que utilice de forma individual cualquiera de esas palabras tiene inmediatamente un cero.

Entregar antes del 23 de noviembre de 2011. Puede empezar.

Hablo en serio. Nadie que crea tener lo necesario para ser presidente debería estar exento de realizar este examen esencial. El nuevo súper-comité legislativo discutirá y, espero, alcanzará compromisos a puerta cerrada. Esto tiene sentido; poner en marcha el mecanismo sólo se evita con cierta negociación que no se puede llevar a cabo en público.

Pero eso no relega al presidente y a los que quieren su puesto al papel de curiosos ligeramente interesados, convocados simplemente para decir que sí o que no una vez se presenta el resultado final. A efectos prácticos, este examen debería ser obligatorio para cualquier funcionario electo partidario de la enmienda a la Constitución que obliga a realizar recortes del gasto público por el mismo valor que se eleva la deuda o que votó contra el acuerdo del techo de la deuda por la razón de no ir demasiado lejos. Michele Bachmann, hablo de usted.

La Casa Blanca sigue decidiendo cómo casar con el súper-comité. Su impulso, sospecho, consistirá en dejarse llevar. Cualquier plan que presente el presidente se convertirá inevitablemente en la diana de sus rivales y de los grupos de interés. Se puede aducir que presentar el Plan Obama será contraproducente de cara al proceso de llegar a un compromiso legislativo.

Vaya cosa. Él es el presidente. Tiene que dejar claras las decisiones difíciles que sigue mencionando. Saltarse el mecanismo del comité sería igual que decidir que prefiere no presentar unos presupuestos este año, adiós muy buenas. Luego está el elenco presidencial Republicano.

El ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney salió de lo que el corresponsal del Politico Ben Smith describió memorablemente como "el Programa de Protección de Discípulos del Conservador Mitt" diciendo que "personalmente no puedo apoyar" el acuerdo de la deuda, y afirmando que como presidente él "habría presentado unos presupuestos esbeltos, limitados y equilibrados". El gobernador de Texas Rick Perry hizo que Romney pareciera un héroe, con un portavoz de campaña que llegó a negarse a decir si Perry respaldada o no el acuerdo.

Bachmann dijo que el acuerdo "derrocha demasiado y no recorta lo suficiente". El ex gobernador de Minnesota Tim Pawlenty se quejaba de que los legisladores "simplemente se tragaron la pastilla fiscal y simularon que el problema desaparecerá solo". El ex presidente de la Cámara Newt Gingrich dijo algo, no es broma, de "productividad empresarial".

El ex gobernador de Utah Jon Huntsman fue el más responsable del grupo, llamando al acuerdo "un paso positivo" y prometiendo "defender agresivamente" el súper-comité para obtener "verdaderos recortes, a la reforma de las pensiones y reformas tributarias sin impacto sobre la recaudación -- sin ninguna subida tributaria". ¡Estupendo! Veamos el plan.

Si los candidatos Republicanos están convencidos de que los límites al gasto público fijados en la "Ley de recorte, límite y equilibrio" tramitada por la Cámara son factibles, deberían de explicar qué quieren recortar.

Si están convencidos de que debería de enmendarse la Constitución para exigir por ley unos presupuestos equilibrados, límites al gasto público en el 18% de la economía y ninguna subida tributaria bajo ningún concepto, deberían de estar dispuestos a ser pioneros. Después de todo, los planes presupuestarios de la Cámara situaron el gasto en torno al 20% del producto interior bruto durante años y los presupuestos sin equilibrio hasta después del ejercicio 2030.

El presidente tiene que reflexionar. Su presunto sucesor tiene que convertir clichés en cálculos. Los votantes no deberían de conformarse con menos.

Que nos enseñen sus planes

Las elecciones de 2012 vienen rematadas con un examen. Los electores deberían de exigir que cada candidato, inquilino de la Casa Blanca incluido, lo aprueben
Ruth Marcus
miércoles, 10 de agosto de 2011, 07:44 h (CET)
WASHINGTON --. El examen consistiría en una única pregunta: se supone que el nuevo súper-comité legislativo dará lugar a otros ahorros a la próxima década de entre 1,2 y 1,5 billones de dólares.

Identifique la parte de los presupuestos en la que se encontrarían estos ahorros, poniendo ejemplos concretos de recortes de los programas y, caso de proceder, de cambios tributarios. Puede superar el objetivo pero procure no obtener menos.

No obstante, para facilitar esta tarea un poco, se podrá recoger como ahorro la menor servidumbre de la deuda, equivalente al 20% del objetivo.

A efectos de calificar este examen, se utilizarán las directrices de la Oficina Presupuestaria del Congreso. Se podrán utilizar cualquiera de las referencias que emplea la Oficina, dependiendo de que el alumno elija dejar que expiren las bajadas tributarias Bush según lo programado o que pida deducciones por el mismo importe.

Las respuestas consistentes en tópicos generalistas -- "ganar el futuro" o "recortar, limitar y cuadrar" -- sin dar detalles concretos quitan puntos. También quitan puntos las respuestas que expresen "soluciones" en términos de límites o recortes porcentuales, o que conciban reducciones generalistas -- "unos ahorros en el programa Medicare de los ancianos", por ejemplo -- sin dar detalles concretos de cómo se logra esto.

Cualquier examen que mencione la fórmula "despilfarro, fraude y abuso" o que utilice de forma individual cualquiera de esas palabras tiene inmediatamente un cero.

Entregar antes del 23 de noviembre de 2011. Puede empezar.

Hablo en serio. Nadie que crea tener lo necesario para ser presidente debería estar exento de realizar este examen esencial. El nuevo súper-comité legislativo discutirá y, espero, alcanzará compromisos a puerta cerrada. Esto tiene sentido; poner en marcha el mecanismo sólo se evita con cierta negociación que no se puede llevar a cabo en público.

Pero eso no relega al presidente y a los que quieren su puesto al papel de curiosos ligeramente interesados, convocados simplemente para decir que sí o que no una vez se presenta el resultado final. A efectos prácticos, este examen debería ser obligatorio para cualquier funcionario electo partidario de la enmienda a la Constitución que obliga a realizar recortes del gasto público por el mismo valor que se eleva la deuda o que votó contra el acuerdo del techo de la deuda por la razón de no ir demasiado lejos. Michele Bachmann, hablo de usted.

La Casa Blanca sigue decidiendo cómo casar con el súper-comité. Su impulso, sospecho, consistirá en dejarse llevar. Cualquier plan que presente el presidente se convertirá inevitablemente en la diana de sus rivales y de los grupos de interés. Se puede aducir que presentar el Plan Obama será contraproducente de cara al proceso de llegar a un compromiso legislativo.

Vaya cosa. Él es el presidente. Tiene que dejar claras las decisiones difíciles que sigue mencionando. Saltarse el mecanismo del comité sería igual que decidir que prefiere no presentar unos presupuestos este año, adiós muy buenas. Luego está el elenco presidencial Republicano.

El ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney salió de lo que el corresponsal del Politico Ben Smith describió memorablemente como "el Programa de Protección de Discípulos del Conservador Mitt" diciendo que "personalmente no puedo apoyar" el acuerdo de la deuda, y afirmando que como presidente él "habría presentado unos presupuestos esbeltos, limitados y equilibrados". El gobernador de Texas Rick Perry hizo que Romney pareciera un héroe, con un portavoz de campaña que llegó a negarse a decir si Perry respaldada o no el acuerdo.

Bachmann dijo que el acuerdo "derrocha demasiado y no recorta lo suficiente". El ex gobernador de Minnesota Tim Pawlenty se quejaba de que los legisladores "simplemente se tragaron la pastilla fiscal y simularon que el problema desaparecerá solo". El ex presidente de la Cámara Newt Gingrich dijo algo, no es broma, de "productividad empresarial".

El ex gobernador de Utah Jon Huntsman fue el más responsable del grupo, llamando al acuerdo "un paso positivo" y prometiendo "defender agresivamente" el súper-comité para obtener "verdaderos recortes, a la reforma de las pensiones y reformas tributarias sin impacto sobre la recaudación -- sin ninguna subida tributaria". ¡Estupendo! Veamos el plan.

Si los candidatos Republicanos están convencidos de que los límites al gasto público fijados en la "Ley de recorte, límite y equilibrio" tramitada por la Cámara son factibles, deberían de explicar qué quieren recortar.

Si están convencidos de que debería de enmendarse la Constitución para exigir por ley unos presupuestos equilibrados, límites al gasto público en el 18% de la economía y ninguna subida tributaria bajo ningún concepto, deberían de estar dispuestos a ser pioneros. Después de todo, los planes presupuestarios de la Cámara situaron el gasto en torno al 20% del producto interior bruto durante años y los presupuestos sin equilibrio hasta después del ejercicio 2030.

El presidente tiene que reflexionar. Su presunto sucesor tiene que convertir clichés en cálculos. Los votantes no deberían de conformarse con menos.

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